PERUSKA
CHAMBI
He
leído solo el título de un artículo de la revista ‘Somos’ del diario ‘El
Comercio’, acerca de Peruska Chambi y me motiva para escribir estas líneas. Al
fin viajó a Coasa, la tierra de su famoso abuelo, don Martín Chambi. Allá, a
orillas del cielo en Puno, aquel recibió el chispazo que iluminó su vida. Hace
unos nueve años viajé con ella, heredera de su arte, a Machupiqchu para tener las
fotos que ilustran mi libro: ‘Espacios Mágicos del Qosqo y Machupiqchu’. Fuimos
casi en el mismo tren que llevó al ilustre fotógrafo a la maravilla, cuando
apenas descubierta, virgen para el siglo, desperezándose de un sueño largo.
Don
Martín y su esposa doña Manuelita vivían un otoño de años cuando los conocí.
Para entonces ya había jubilado su legendaria cámara de cajón con la que cubrió
muchos caminos capturando fotos en placas de vidrio que almacenó como joyas de
luz y sombra en un armario, hasta que fueron reveladas y difundidas dentro y
fuera del Perú.
Cuando
Peruska y yo llegamos a la estación de Aguas Calientes nos enteramos de que
tendríamos una semana fatal. Los técnicos de Patallaqta, que fue poblado de Pachakuti Inka Yupanki, nos
comentaron que los ‘brujos’ del Senamhi’
habían pronosticado que la lluvia estaría cayendo durante siete días. Contaba
con la gentil ayuda de Machupiqchu Pueblo Hotel, de Inkaterra, pero no podíamos
volver. Al santuario le llaman también ‘ciudad entre las nubes’, había que lograr buenas fotos, no cabía otra cosa,
haciendo honor a ese nominativo. No importaba que fueran a través de una
cortina de agua. La serie estaría empapada pero sería igualmente selecta. Felizmente
Peruska está hecha de paciencias y allí estábamos para cazar los segundos de apertura que nos
iba a dar el cielo cada día, contando con su benevolencia. Solo así ella encontró
dos primicias, a Ñan, ‘el altar de los caminos’, un pasadizo de rocas
puntiagudas abriéndose a las distancias, y el templo del viento trepando a Waynapiqchu,
cuando yo no podía caminar por haberme fracturado el dedo meñique del pie
derecho. Los turistas que coronaban la punta del pequeño cerro volvían
defraudados porque desde arriba se gozaba solo de panorámicas del conjunto
arqueológico. No advertían la presencia de unos muros donde el viento se acomodaba
en leve brisa al amanecer y en las tardes golpeaba el espacio con su tormentoso
chal, al soltarlo o envolverlo.
En las
cercanías del templo de las tres ventanas hallamos la gran roca que hace
yanantin, me parece con el cerro de Mandor, emparejando sus bordes como si
estuviera contrapuestos, una suerte de cuestión visual que vio el destacado médico
fotógrafo José Álvarez Blas.
En el
llano el sol apareció por unos minutos para que Peruska tomara el altar o
templo del cóndor de majestuosa gola, esperando sentado la orden de los Apus, para levantar el vuelo, al consumarse un
mágico ritual. Inmediatamente pasamos al monumento telúrico del trueno,
proyectando al infinito su vozarrón petrificado. Otro templo del bosque de
templos de Machupiqchu que tenía como misión y en la grata compañía de la nieta
de don Martín. Sería injusto escribir que los manes de Machupiqchu no nos ayudaron.
Reconozco que nos permitieron la osadía de un recorrido por el santuario, partiendo
de la relación de wakas del Qosqo. El santuario develó secretos en los minutos
que precedían a los disparos de la cámara fotográfica. Incluso en la hora
vespertina para una foto en ‘el trono del Inka´, después de haber diluviado todo
el día.
La
última foto la tomó Peruska en el complejo imperial de Pachakuti en la ciudad
emperadora. El periodista Fernando Moscoso Salazar me refirió la existencia de
un intiwatana, ‘altar donde el sol amarra sus rayos,’ en un predio, a tres
cuadras más o menos de la Plaza Mayor. El oratorio prehispánico estaba en el interior
del ‘Hotel Sueños del Inka’, entre la calle Ruinas y la callejuela de Alabado.
Se trataba de una enorme piedra o wanka con un hermoso gnomon o aguja
sobresaliente de tono verdoso, favorito del gran estadista cusqueño. Un
registro sumamente valioso e inesperado que figura en nuestros archivos como testimonio
del viaje y en mi libro.
En los
entre tiempos hablé con Peruska de su trabajo habitual como profesora
universitaria y sus viajes por el Perú. En el mes de julio atraía su atención la
Virgen del Carmen de Paucartambo, ‘la santa mamita que bendecía a la gente con
sus manos de cinco rosas’, como dice el dulce canto: ‘Bendicionta churaway6ku,
piska rosas makiykiwan. Ay mamallay. Ay sunqullay.’ Alrededor de la medianoche captó a un qolla,
bailarín de Paukarqolla, Puno, en medio de una selva de luces piroténicas, y al
día siguiente la alucinante salida del sol en Tres Cruces, dejando correr sus
oros derretidos sobre una alfombra de nubes reverberantes. Atalaya del Ande
sobre la Amazonía, a más de 4,000 metros de altura sobre el nivel del mar,
donde el frío muerde los tuétanos.
En
su archivo personal tiene fotos de antología. Recuerdo haber visto con fruición
una foto y un video suyos en Facebook con
ukhukus desfilando al borde del Nevado desde la Estrella. No parecían seres
mortales sino, como Qoyllur Rit’i, Qosqo, dice la leyenda mitad hombres, mitad
osos, en un extraño ceremonial. Como le digo siempre ya tiene bastante para
aparecer al lado de don Martín pero haciendo su propio camino. Estoy segura que
así lo siente él, ‘mamá Manuelita, Víctor, Celia y Julita, la astillita, tu
padre el arquitecto Manuel, cofundador del Instituto de Cine del Qosqo, desde
el mundo inolvidable del recuerdo, y Mery en éste, en el que vivimos.
Alfonsina Barrionuevo
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