EL DIVINO ROBAPAN
¿Se puede
robar una leyenda?
Parece
que sí. Hace muchos años cuando fui a Oropesa, pueblo panadero del Qosqo,
conocí al divino Robapan. Un Niño Dios, el mismo que aparece en la fotografía, al
cual manos aviesas han sustraído de la iglesia.
Cuando
pregunté por las imágenes que tenía en su interior me hablaron de una de
maravilla, ‘el divino Robapan’, y me contaron su historia. La imagen estaba
tallada en una pieza de madera, toda policromada con ribetes de oro. Tenía la mano derecha
levantada en actitud de bendecir.
En la
época de los Inkas el cerro Pachatusan que mece en sus faldas del valle fue uno
de los Apus principales de la comarca. A mediados del siglo XVI perteneció a
las heredades del Inka Sayri Tupaq pasando después a manos de su hija Beatriz
Ñusta. Ella fue entregada en matrimonio al capitán Martín de Loyola convirtiéndose
en pariente cercana de San Ignacio de Loyola. Ambos viajaron a España y su hija
Lorenza Ñusta nunca conoció el Qosqo. En 1572 el virrey Francisco Toledo ordenó
la fundación del pueblo con el nombre de su tierra natal. En 1661 el obispo
Manuel de Mollinedo y Angulo construyó su iglesia y la dotó con largueza, me
dijo en el 2003 el alcalde Mario Samanez Yáñez.
El
antiguo marquesado de Oropesa ocupa un área privilegiada. En sus cercanías se
encuentra Tipón, el gran templo inka del agua, de extraordinaria arquitectura
con artificios para hacer correr el elemento líquido, con singulares cascadas
artificiales, creando sonidos a su paso; Chuqepuqyu, la residencia del inka Yawar
Waqaq, con una calle elevadísima donde cuelga la qaqachukcha, el pelo o las
barbas de la piedra dándole un aspecto fantasmagórico al atardecer; y la laguna
de Wakarpay, útima huella geológica del lago Morkil donde se asienta la capital
imperial, Qosqo.
Por
alguna razón se dispuso el uso de la harina blanca solamente para Lima ordenando
la de segunda para el resto del país. Con esa harina de segunda Oropesa
conquistó en 1985 el título de ‘la Capital Nacional del Pan’. Ardiendo noche y
día su medio centenar de hornos proveen sus apreciados productos al gran Sur. Chutas, molletes, rejillas, costras, tánta
hurka para los compromisos, k’irkus, empanaditas, en días de fiesta los taitachamoqo’,
panes redondos con la forma de la rodilla del Señor, antaño, a pedido,
panecillos para las que daban a luz, y otros. En la procesión del Corpus panes selectos
para las walkas, collares de ofrenda que
se cuelgan del el cuello de las imágenes de las vírgenes y santos.
A continuación
la historia del divino Robapan en un cuento infantil de tradición oral con los
dibujos de Kukuli Velarde. Serie: ‘Travesuras del Niño Dios en la Tierra de los
Inkas’:
Un día,
una panadera de siglos pasados, entre muchos artesanos que preparaban deliciosas y fragantes chutas, unos
panes grandes, de tipo familiar, hizo un terrible descubrimiento. Sin saber
cómo sus chutas desaparecían de la canasta donde las dejaba.
Ella
trabajaba en un turno muy temprano porque en Oropesa los hornos estaban prendidos
desde medianoche hasta el mediodía .A ella le tocaba el de madrugada y se iba
después a descansar un par de horas.
Volvía y se llevaba su gran canasta para venderlas.
Alguien,
sin embargo, comenzó a robarle sus chutas. El contenido de su canasta mermaba,
debajo de las blancas y almidonadas manteletas conque las cubría. Era sigiloso
el tal ladrón. La puerta de la habitación donde las guardaba permanecía cerrada
con un candado ‘loba’ de tres vueltas, muy seguro. Le puso dos y hasta tres.
Igual. Hasta que decidió montar vigilancia desde una vivienda cercana. Su espera dio un inusitado
resultado. Con sorpresa vio que las hojas de su única ventana se abrían hacia
afuera. Unos chiquillos se pusieron en fila al costado y, ¡sorpresa!, un hermoso
Niño Dios que había comprado, apareció en el vano, comenzando a repartir sus
chutas. Al terminar cerró la ventana y
todo volvió a su normalidad.
La
panadera encerró a la divina imagen en una urna y, ‘en su nombre’, preparó
desde entonces unas chutas para los niños que iban, a su vivienda, por su
ración.
Volví a
Oropesa, al cabo de muchos años, cuando el pueblo había cambiado enormemente.
Fui a la iglesia porque quería grabar al Divino Ropaban para mi programa del
Canal 7. Ya no estaba en el altar de la iglesia donde llevaron la urna cuando su
dueña falleció. Me apenó que robaran al Niño de leyenda.
Lo pueden
ver en un cuento que escribí para narrar su adorable historia. Tenía su
fotografía y la coloqué en el cuento para que lo conozcan. Quizá algún día
pueda volver a la iglesia de Oropesa.
Alfonsina
Barrionuevo
Siempre bellas las leyendas que escribe así como los pasajes históricos que nos enseña. Gracias por su linda labor.
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