domingo, 5 de julio de 2020


EL DIVINO ROBAPAN

¿Se puede robar una leyenda?
Parece que sí. Hace muchos años cuando fui a Oropesa, pueblo panadero del Qosqo, conocí al divino Robapan. Un Niño Dios, el mismo que aparece en la fotografía, al cual manos aviesas han sustraído de la iglesia.


Cuando pregunté por las imágenes que tenía en su interior me hablaron de una de maravilla, ‘el divino Robapan’, y me contaron su historia. La imagen estaba tallada en una pieza de madera, toda policromada  con ribetes de oro. Tenía la mano derecha levantada en actitud de bendecir.
En la época de los Inkas el cerro Pachatusan que mece en sus faldas del valle fue uno de los Apus principales de la comarca. A mediados del siglo XVI perteneció a las heredades del Inka Sayri Tupaq pasando después a manos de su hija Beatriz Ñusta. Ella fue entregada en matrimonio al capitán Martín de Loyola convirtiéndose en pariente cercana de San Ignacio de Loyola. Ambos viajaron a España y su hija Lorenza Ñusta nunca conoció el Qosqo. En 1572 el virrey Francisco Toledo ordenó la fundación del pueblo con el nombre de su tierra natal. En 1661 el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo construyó su iglesia y la dotó con largueza, me dijo en el 2003 el alcalde Mario Samanez Yáñez. 

El antiguo marquesado de Oropesa ocupa un área privilegiada. En sus cercanías se encuentra Tipón, el gran templo inka del agua, de extraordinaria arquitectura con artificios para hacer correr el elemento líquido, con singulares cascadas artificiales, creando sonidos a su paso; Chuqepuqyu, la residencia del inka Yawar Waqaq, con una calle elevadísima donde cuelga la qaqachukcha, el pelo o las barbas de la piedra dándole un aspecto fantasmagórico al atardecer; y la laguna de Wakarpay, útima huella geológica del lago Morkil donde se asienta la capital imperial, Qosqo.
Por alguna razón se dispuso el uso de la harina blanca solamente para Lima ordenando la de segunda para el resto del país. Con esa harina de segunda Oropesa conquistó en 1985 el título de ‘la Capital Nacional del Pan’. Ardiendo noche y día su medio centenar de hornos proveen sus apreciados productos al gran Sur.  Chutas, molletes, rejillas, costras, tánta hurka para los compromisos, k’irkus, empanaditas, en días de fiesta los taitachamoqo’, panes redondos con la forma de la rodilla del Señor, antaño, a pedido, panecillos para las que daban a luz, y otros. En la procesión del Corpus panes selectos para las walkas,  collares de ofrenda que se cuelgan del el cuello de las imágenes de las vírgenes y santos. 

A continuación la historia del divino Robapan en un cuento infantil de tradición oral con los dibujos de Kukuli Velarde. Serie: ‘Travesuras del Niño Dios en la Tierra de los Inkas’:
Un día, una panadera de siglos pasados, entre muchos artesanos que  preparaban deliciosas y fragantes chutas, unos panes grandes, de tipo familiar, hizo un terrible descubrimiento. Sin saber cómo sus chutas desaparecían de la canasta donde las dejaba.

Ella trabajaba en un turno muy temprano porque en Oropesa los hornos estaban prendidos desde medianoche hasta el mediodía .A ella le tocaba el de madrugada y se iba después a descansar  un par de horas. Volvía y se llevaba su gran canasta para venderlas.
Alguien, sin embargo, comenzó a robarle sus chutas. El contenido de su canasta mermaba, debajo de las blancas y almidonadas manteletas conque las cubría. Era sigiloso el tal ladrón. La puerta de la habitación donde las guardaba permanecía cerrada con un candado ‘loba’ de tres vueltas, muy seguro. Le puso dos y hasta tres. Igual. Hasta que decidió montar vigilancia desde una  vivienda cercana. Su espera dio un inusitado resultado. Con sorpresa vio que las hojas de su única ventana se abrían hacia afuera. Unos chiquillos se pusieron en fila al costado y, ¡sorpresa!, un hermoso Niño Dios que había comprado, apareció en el vano, comenzando a repartir sus chutas.  Al terminar cerró la ventana y todo volvió a su normalidad.
La panadera encerró a la divina imagen en una urna y, ‘en su nombre’, preparó desde entonces unas chutas para los niños que iban, a su vivienda, por su ración.


Volví a Oropesa, al cabo de muchos años, cuando el pueblo había cambiado enormemente. Fui a la iglesia porque quería grabar al Divino Ropaban para mi programa del Canal 7. Ya no estaba en el altar de la iglesia donde llevaron la urna cuando su dueña falleció. Me apenó que robaran al Niño de leyenda.
Lo pueden ver en un cuento que escribí para narrar su adorable historia. Tenía su fotografía y la coloqué en el cuento para que lo conozcan. Quizá algún día pueda volver a la iglesia de Oropesa.  
Alfonsina Barrionuevo

1 comentario:

  1. Siempre bellas las leyendas que escribe así como los pasajes históricos que nos enseña. Gracias por su linda labor.

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