domingo, 19 de julio de 2020


UN AURA MÁGICA
                  
Pueblo ruso impresionado con el descubrimiento de las Tumbas ...Una fuerza etérea detuvo a los saqueadores de la tumba del Señor de Sipán. Se llevaron muchas piezas de oro pero no volvieron. Uno de ellos sintió que no viviría mucho después de la profanación, según le refirió a Raúl Apesteguía, director de una galería de arte tradicional en la calle Belén del jirón de  la Unión, en el centro de Lima, a quien las mostró. Parece que aquel le conocía y siendo muy joven se le notaba sombrío al confiarle que intuía un fin trágico al cual no podía escapar. Así se publicó en un diario local y recortó una crónica que me mostró. De algún modo parecía una historia semejante a la maldición de los faraones de Egipto que castigaban a los excavadores de sus pirámides. Apesteguía me dijo que sintió un escalofrío cuando conversaron. Algo protegió el último sueño del gobernante lambayecano. Tal vez un familiar de alto rango enterrado con él, un sacerdote de espíritu fuerte que mando cincelar en una lámina de metal el relieve de su imagen, colocando sobre su cabeza, unos brazos y manos, unas piernas con sus pies muy estirados, desproporcionados, como un aura gigantesca, pura energía proyectada a la eternidad. Así es posible identificarlo en el Museo de las Tumbas Reales de Sipán,  energía protectora de sus restos mortales. 
Una anécdota pintoresca, una similar me contó el arqueólogo Arturo Jiménez Borja, quien llevó al Museo de la Nación en Lima a la momia de la señora de la Waka de Wallamarka, Lima. Tuvo varios guardianes de noche que se fueron despidiendo sucesivamente. Cuando preguntó el motivo no quisieron hablar, pero hubo uno que se lo dijo. Veían el borde de su túnica y su manto caminando por uno de los pasadizos. Entendió que quería que la devolviera a Wallamarka y la complació.  
Sobre el aura de la tumba del Señor de Sipán me llamó la atención porque las personas vivas desprenden un aura que puede ser dorada cuando están bien, plateada cuando su ánimo está bajo y gris si están con problemas. En este caso el aura prodigiosa rodeaba a un ser que había fallecido, el Señor de Sipán, rodeando su tumba en Waka Rajada.
Lambayeque: Ingreso al Museo Tumbas Reales de Sipán será gratuito ...
Entre las numerosas piezas que lo acompañaron se encuentran algunas de connotación mágica. El aura misma, de extremidades extrañamente alargadas; el felino volador que lleva sobre su cabeza una corona que registra sus  tres mundos: el cielo, la tierra y el mar; el collar de maníes que representa la dualidad andina, la mitad de oro y la otra de plata; el collar con cabezas que muestran paso por paso el avance del tiempo desde la niñez hasta la senectud, representando quién sabe el recorrido que hizo hasta que cerró sus ojos mortales; otro de arañas con cabezas humanas  relacionadas con la lluvia. 
Afortunadamente las huestes de Pizarro, después los encomenderos y luego los saqueadores del siglo XX, no alcanzaron a depredar todo. Hay mucho que está oculto sobre el pasado esplendor de una élite que era considerada sagrada, digna de usar joyas con brillo solar o lunar, porque se creía que el oro y la plata se habían desprendido de los astros. Waka Rajada era uno de los tantos montículos que ya habían sido tocados por la codicia cuando el arqueólogo Walter Alva, entonces director del Museo Brunning, debió sentir como el llamado de auxilio de unos brazos invisibles que surgían de su interior. El aura del régulo atravesando las paredes de su tumba al exterior. Alva y su equipo acudieron en su protección. El trabajo que los esperaba fue arduo. Mientras los buscadores de tesoros actuaban rápidamente para no ser descubiertos. Ellos debían ir en cambio con lentitud, limpiando con escobillas la tierra acumulada para preservar cualquier vestigio. Las capas se fueron retirando hasta que sintieron una mirada y algo así como un abrazo del señor que salía de sus sombras.
Los siglos trascurridos no han mellado su majestad.
Su hallazgo dio la vuelta al mundo y su nombre es muy conocido. Hay una serie de detalles como el empleo de las llamas por los mochikas para el transporte humano,  no sólo en esta vida sino en la otra. Su presencia se registra en las tumbas como si estuviera encargada de llevar su espíritu al lado de los guardianes astrales que quedaron para su custodia. La reproducción en molde de estatuillas o vasijas con formas de diversos personajes, entre ellos soldados, atentos a sus necesidades y a su servicio. La presencia de otros señores como si el lugar se hubiera convertido en un grandioso centro reunión. Cada uno en conexión de acuerdo a una mayor o menor categoría, tal los sacerdotes. En sus vestimentas y adorno se ponía a prueba la creatividad de los artistas que trabajaron para llenar las exigencias más estrictas. La interpretación tiene que hacerse ciñéndose a nuevos estudios. Un equipo que incorpore a especialistas de otras ramas del saber, antropología, biología, medicina, botánica, zoología, artes suntuarias, etc., que permitan cruzar el puente de  milenios que nos separan para encontrar raíces que nos pertenecen. En suma, los antepasados, tan importantes para cimentar esta identidad nacional con culturas que nos deslumbran con sus altos valores y nos llenan de orgullo.
Alfonsina Barrionuevo

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