domingo, 28 de junio de 2020


LIMEÑOS ALUCINANTES

En las alturas de Huarochirí la baja temperatura impregna el aire…
Tenemos que convivir con el virus sin dejar de luchar. No dejarse vencer es adaptarse a su temible presencia, sin bajar la guardia. En un principio la mascarilla, prenda esencial en la defensa, fue absolutamente blanca. El virus ha obligado a las personas a ser anónimas, esconderse tras ella, para no contagiarse. Al cabo de los meses de aislamiento el ingenio popular le ha dado color. El lápiz de labios de las damas ha sido dejado de lado, en recesión. En cambio las bordadoras, de norte a sur del territorio, han tomado la mascarilla volcando su inspiración en el indigesto tapaboca. Ahora, en el lugar donde estaba la sonrisa ponen una flor. ¿Cómo lo quieren, un clavel, una rosa, un amapola? Las chicas que atienden en la discoteca, hoy minimarket, le han añadido un gracioso gorrito que las protege también del frío. El antiguo sombrero con un velo cubriendo la mirada reaparece modernizado con el velo/mascarilla que deja espacio para los ojos y se convierte en bufanda. Los caballeros con calva están de plácemes con el gorro a lo Ricardo Palma o el kepí.

LAS INGAS - Conjunto. "Héroes de la Breña" de Huarochirí. - YouTube
Las ingas
¿Algo más? La iglesia católica está pidiendo protocolos. Necesarios, el culto, la misa, los bautizos, las bodas, tienen que seguir. A reinventarse, bajar el aforo de las iglesias. No se trata de reuniones infringiendo las disposiciones. Una propuesta siempre será bienvenida.

En las alturas de Huarochirí la baja temperatura  impregna el aire. El aliento se convierte en una nube. Los estiletes del frío se clavan en el cuerpo. El invierno congela hasta el ichu de los pajonales de Chankuya. Las viskachas se acurrucan en  sus cuevas y no saludan al padre Sol. El mal tiempo castiga a todos los seres vivientes de la puna sin distinción.

¿Habrá que calentar las manos de Santa Rosa de Lima, patrona de la provincia? Alguna buena devota le tejió unos guantes de lana y ella sonrió en la penumbra de la iglesia de Santa María de Jesús de Huarochirí. La bienaventurada limeña se encarga de proteger los frutales de las partes bajas. Subiendo de Lima, a medio camino, hay chacras dedicadas al cultivo de manzanas en Langa. Los agricultores de tierra tibia como Wanqata esperan el milagro de una carretera de doble vía para sacar sus productos en cantidad. En los árboles se quedan deliciosas paltas, chirimoyas y manzanas que no se cosecharan.
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Cada treinta  de agosto hay feria en la plaza de la entrada. Al mismo tiempo que las frutas los huarochiranos venden dos variedades de quesos. Unos pequeños, envueltos en paja, si las vacas son propias. Otros, del tamaño de un adobe de varios kilos si los animales son de la comunidad. Los visitantes compran un kilo o dos para saborearlos en su casa.  
La imagen de la santa sale en procesión el día de la fiesta y a la hora del almuerzo los mayordomos ofrecen  el humeante ‘pari’ tradicional. Un caldo refocilante que se sirve con una piedra que se calienta al rojo vivo y hace hervir su contorno. Una gloria del pasado, pues, se trata de un plato prehispánico. La tarde se engalana  con la  danza de la cuadrilla de  las ingas. El Qhapaq Inka y sus ñustas llevan sobre el rostro unas máscaras ‘sui generis’ que consisten en un cortinaje de rutilantes monedas de plata, la única forma, dicen con respeto, de representar a los señores de un imperio. Al atardecer pasea por sus calles Warirumu, viejo personaje de una vieja edad.  
El vocablo Huarochirí, según Julio C.Tello, que nació allí en una casa que todavía existe, significa ‘tierra fría de altura’. Tello, el último de cuatro hermanos, fue hijo de un campesino amante de sus tradiciones. ‘Mi abuelo lo hacía levantar a las tres de la mañana para pastar el ganado, con mi madre que tenía seis años y así templó su carácter’, relataba Oscar Santisteban Tello, hijo de su hermana Elena.
El futuro Padre de la Arqueología Peruana estudió medicina y se graduó en Inglaterra. Fue empleado de la Biblioteca Nacional siendo director Ricardo Palma y se apasionó por la arqueología al ver en una revista de la Smithsonian fotografías de unos cráneos trepanados de Huarochiri, Choykoto, Shakeuma y Karwaytuve.
Amante de su pueblo siempre lo visitó a pesar de los inconvenientes del viaje por una trocha fragosa y polvorienta que llegaba hasta la mitad del camino, debiendo continuar la dura jornada a caballo. ‘A él le gustaba mucho ir a los baños termales de Kornaya’, decía otro de sus sobrinos, Francisco Cuéllar Tello. Sus paisanos lo recuerdan  con una hermosa plaza custodiadas por arrogantes pumas chavin, con un muro de cabezas clavas.

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En tiempos pasados, la provincia fue uno de los asientos de los belicosos yauyos, escribe Teresa Guillén de Boluarte. En 1534, Fernando de Soto y Diego de Aguero fueron los primeros en penetrar en la región. En 1586, en tiempo del séptimo Virrey, Fernando Torres de Portugal, Conde Villar Don Pardo, se estableció un pueblo como capital de la provincia de los Hanan Yauyos, con el nombre de Santa María de Jesús de Huarochirí, quedando en el camino que iba de Lima  a Huamanga y Cusco. Fue el tercer Repartimiento integrado por los pueblos de Sisikaya, Chorrillos, Chankaruma, Cheka, Huarochirí y Kinti. 
‘Cuando llegaron los españoles había diez mil indios tributarios, entre 18 y 50 años de edad, y una serie de creencias, pues Huarochirí era tierra de ‘magos’. En 1601, siendo cura doctrinero de San Damián, Francisco de Avila lo visitó con José de Arriaga. Catequizados a sangre y fuego los huarochiranos se convirtieron aparentemente. El espanto de Avila fue enorme al descubrir que mantenían sus cultos embozados bajo las ceremonias cristianas. Su celoso afán dio un giro inusitado al dar paso al  sincretismo.
Huarochirí, con treinta y dos pueblos, es una provincia que supera su aislamiento. La relación de Avila hecha en qechwa y traducida al español por el escritor José María Arguedas con el nombre de ‘Dioses y Hombres de Huarichirí’  es tema de numerosos estudios. El australiano Gerald Taylor,  quien aprendió el idioma inka para leerla, hizo una segunda traducción.
A través del manuscrito que se ha hecho famoso se descubren personajes sobrenaturales que arrancan de su medio geográfico. Tal el caso de Wallallo Karwincho, el dios autoritario, controlador de la natalidad, que exigía un niño para devorarlo cuando nacían mellizos, y al que se atribuía el poder de fructificar la tierra con su órgano seminal. Aunque Huarochirí se tornaba florido con su presencia era muy temido. Su opositor fue el majestuoso nevado Pariaqaqa, deidad guerrera de cinco  cuerpos, quien le presentó batalla. Su encuentro fue épico y lo venció luego de una tremenda persecución que remeció cielos y tierras porque eran elementos desatados. La roca golpeando a Wallallo-fuego, el viento azuzándolo, la lluvia, el granizo y la nieve envolviéndolo en anillos huracanados lo obligaron a huir hacia las heredades de los wankas de Junín, condenándole a comer perros en lugar de niños. Los huarochiranos rinden homenaje a Pariaqaqa en Mulluqocha, la laguna de las ofrendas, para que proporcione vida a los campos.
Otros personajes sobrenaturales como Wanpu, Kuniraya Wiraqocha, Soqtakuri, deidad de siete potencias, Uchuchullko, pequeño guardián de la fauna silvestre y otros, comparten su fabulosa existencia con los setenta y tres mil limeños que habitan su alucinante geografía. Limeños realmente alucinantes de los picos nevados,  punas, planicies, quebradas, valles, roquedales, desfiladeros, lagunas, ríos, manantiales y bosques acuáticos, donde unos y otros mezclan, sin tiempo ni medida, sus sueños y sus pesadillas.
Alfonsina Barrionuevo

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