domingo, 14 de junio de 2020


LUCHO REPETTO,

DE LOS CHACHAS AL CAIRO


Hoy, cualquier día, cuando el fuego me convierta en un montoncito de cenizas, derrámenlas en los caminos para que los niños jueguen con ellas… y agregó, pero, cuidado con mis pensamientos.
Dejó de leer y volteó la página para viajar del reino de los chachas venerables, Chachapoyas, al Cairo, Egipto, donde exhiben las fabulosas piezas que acompañaron a los faraones en su último sueño. Allá disfruto del trote en un dromedario y mandó a sus amigos abrazos dromedarios o sea, kilométricos.
Un mediodía Lucho, Luis Repetto Málaga, recordó con cariño sus inicios en la casona señorial del jirón Camaná. En las aulas  con rumor de voces juveniles descollaba el verbo encendido de Mildred Merino de Zela. Apasionada del folklore, ella lo introdujo en el mundo del arte popular que los limeños de esa época se empeñaban en desconocer.  Los artistas  que llegaban de Puno con los hermosos toros vidriados no se atrevían a pasar más allá de la plaza del Porvenir.  
Lucho admiró su insistencia y cruzó tantas veces el zaguán con la imagen de la Virgen Lectora y la escalerita enramada al borde del  patio, que al cabo se quedó. En 1975 cuando los enemigos del arte popular objetaron que se diera el Premio Nacional de Cultura al retablista Joaquín López Antay, Mildred levantó a la intelectualidad también nacional en su defensa. Como una valiente consecuencia en 1979 logró que se inaugurase con el apoyo del historiador José de la Puente Candamo el Museo, entonces de Arte Popular del Instituto Riva Agüero de la PUCP, donde él, según me dijo, comenzó su carrera y encontró un segundo hogar. 

En una Lima rodeada de verdura, sin más chirrido que el de los tranvías, el de Barranco y los urbanitos, desplegó su sed de horizontes buscando los testimonios vivos de la continuidad del arte de otras épocas en manos creadoras. Durante años no se le encontraba mucho en Lima, pues estaba en cualquier parte del país adonde iba en poncho, chalina y sombrero para arrostrar el polvo y el frío de los caminos. En una ocasión cuando se abrió una exposición de homenaje a Doris Gibson, fundadora de la revista ‘Caretas’, no llegó a tiempo porque una lloklla, aluvión, lo retuvo en Recuay, Ancash.
El estirón de Lima de aldea virreinal a urbe populosa remeció su espíritu  con los cambios imperantes en su etapa de modernización. Le tocó asistir contrariado al destrozo/ despedazamiento de los últimos balcones antiguos que tanto quiso proteger el quijote florentino Bruno Roselli y al desalojo de  la Peña Pancho Fierro que albergaba las valiosas piezas de arte popular que Alicia Bustamante recogió peregrinando olvidadas comarcas, par dar paso a un insípido y anónimo edificio de oficinas.
En una entrevista en el 2015, en Pax Televisión con motivo de la muestra ‘Alfonsina Total’, la nostalgia invadió los últimos minutos al hacer un rápido recuerdo de las actividades realizadas por el Museo de Artes y Tradiciones Populares de Riva Agüero en Lima, las provincias y en el exterior; exposiciones itinerantes, mesas redondas y conferencias  que enaltecían los valores culturales de cada lugar, y el incremento de su colección con las  colecciones emblemáticas de Elvira Luza y Arturo Jiménez Borja de máscaras y trajes de danzas tradicionales, de Pablo Macera, Mariano Benites, Guillermo Ugarte Chamorro y Alfonso Respaldiza, entre otras. El Museo mantuvo siempre las puertas abiertas, política que trato de imprimir a los museos que en ciertos días reciben a  visitantes inusuales que quieren sublimar su espíritu con la contemplación de obras de arte perenne, de los antepasados y los nuevos talentos. 

Ministro de Cultura lamenta el fallecimiento de Luis Repetto ...En su gestión Lucho obtuvo maestrías de museología en Bogotá y Ciudad México que dieron vuelo a su natural disposición para impactar al público con las muestras que se efectuaban dos o tres veces al año. Su organización impecable, secundado por un equipo eficiente, con Claudio Mendoza, cuidaba desde el planeamiento de lo que iba a ir en las siete salas del segundo piso del instituto hasta las invitaciones y catálogos. En sus ambientes los arcángeles de cuellos largos de Hilario Mendívil poblaron de color los grises días invernales, los ch’ullus del Sur generaban una sensación de abrigo y la evocación artesanal de Santa Rosa de Lima un toque de serenidad. En el desarrollo de la cultura peruana, decía, hay dos elementos principales, el mate o calabaza que se presentan sin interrupción desde Caral, 5,000  años, y la cerámica; y un doble hilo conductor a través de nuestro algodón y el pelo de alpaka.
En la sangre de sus padres, él de Huánuco y ella de Arequipa, Lucho hallaba como herencia sentimientos bien definidos por el arte y la tradición de nuestros pueblos.  En sus días de colegial, cuando vivía en la Magdalena, entabló una relación de amistad con la waka Wantili, escenario de sus juegos, donde lo buscaban en las noches con linterna porque le gustaba quedarse en su cueva. En Pueblo Libre, ya estudiante de la Unidad Bartolomé Herrera le atrajeron las ferias artesanales de La Marina donde encontró otras gentes de diferente indumentaria, que hablaban otras lenguas, el qechwa y el aimara, que vendían lindas cosas y despertaron su interés de conocer las tierras de dónde venían. Con el tiempo fue un hombre puente, así se llamaba, que introdujo a los artistas populares en la ciudad.
Presente en muchas Semanas Santas confesaba la emoción que sintió en la capilla del Señor de los Temblores del Qosqo. Subió a su altar para ayudar a bajar la santa efigie y al tocar al magro Cristo a quien aman tanto los cusqueños lo conmovió la fuerza que emanaba de su cuerpo. Las cruces de mayo estuvieron en Riva Agüero, presentes en los retablos de los seguidores de López Antay,  como en las bellas estampas que desplazaron a los cajones de San Marcos, el patrón de los ganaderos. Inspirador del Museo de la Marinera de Trujillo no perdió de vista a los elegantes campeones  y también a las mujeres del campo que podían hacer gala de su destreza bailando con un cántarillo rebosante  de chicha en la cabeza, sin derramar una gota.   
En noches de verano, hermanas de las noches en la waka de su infancia, Lucho  guiaba a grupos en los circuitos que diseñó en el Cementerio Presbítero Maestro. Sabía mucho de los personajes que duermen el sueño eterno en artísticos mausoleos de siglos pasados  y también de ilustres que excepcionalmente están allí enterrados. En el momento final nadie se lleva bienes materiales, Lucho se llevó vivencias de una vida ricamente vivida y tal vez en el último segundo el Taitacha del Qosqo le dio su  bendición.
Alfonsina Barrionuevo

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