LA MIEL DE LA
TIERRA
Los
alquimistas de la Edad Media buscaron hasta el delirio una fórmula para obtener
el oro filosofal y la receta para convertir el agua en fuente de la eterna
juventud. Ya no se sigue buscando un elixir maravilloso. Los científicos han optado por otras fórmulas para
hacerle frente al tiempo.
Sin
embargo es un enigma cómo Wayna Qhapaq, entre los Inkas, conservó cierta tersura de la piel hasta la muerte. A
los cronistas que vieron su momia les sorprendió descubrir su rostro intacto, quedando
desmentida la historia de que murió de viruelas. Sobre el particular el
ingeniero Daniel Reinoso, del Centro Internacional de la Papa (CIP), me explicó
hace algún tiempo que el camote, tubérculo prehispánico, se distingue por sus
altas propiedades antioxidantes. Es rico
en fenoles, antocianinas, betacaroteno y alfatocoferol, además de
carbohidratos. Puede ser que los Inkas y Wayna Qhapaq en especial lo usaran en
su dieta cotidiana. En Lima se les da a
los perros y se advierte la brillantez que adquiere su pelaje.
El
arqueólogo Federico Engel decía que kumara, el camote, es oriundo del Perú y lo
usaron sus antiquísimos habitantes. Sus tubérculos no fueron una tentación. Se
trataba de miniaturas, del tamaño de una pasa, y habrían sido descubiertos en
las cuevas de “las Tres Ventanas” del cañón de Chilca, al sur de la chala, unos
setenta kilómetros de Lima y una altitud de 2,800 metros sobre el mar. Para
aumentar su tamaño los antiguos peruanos trabajaron miles de años en sus ‘‘laboratorios.’’
Su
domesticación se inició, según calculan Ronald Ugent y Lina W. Peterson, cuando grandes extensiones de América del
Norte y del Sur, así como de Europa, estaban aún bajo capas de hielo. En el
siglo pasado se registra que ayudó a mitigar el hambre de los japoneses después
de la Segunda Guerra Mundial.” Aporte invalorable.
El
tubérculo, que aparece también en otras partes de América, tiene en el Perú
alrededor de unas 500 variedades. Los españoles cambiaron su nombre. Le
llamaron camote en nahualt, en lugar de apichu y kumara, como se le conocía.
Las
virtudes de sus raíces dulces son más apreciadas en el extranjero, donde un día
puede pasar de comestible a combustible. Según los investigadores es una gran
fuente de etanol. Un tipo de alcohol que mezclado con la gasolina puede
servir, mientras que se elabora pintura de su almidón.
El
Inka Garcilaso lo consignó entre las especies nativas de primer orden. “Los
españoles, escribió, le llaman batata, y los nativos apichu y kumara, y hay hasta de cinco colores, colorados, blancos, amarillos y morados.” Para
nosotros el camote o boniato sigue siendo la miel de la tierra. Antes era
frecuente encontrar en las calles del centro de Lima, vendedoras de camotes
asados, derramando su oculta ambrosía. Al horno se come hasta con la cáscara.
La primera
forma de preparar el camote fue mediante el fuego. Lo colocaban sobre los leños
y los comían un poco chamuscados, pero siempre almibarados. Ellos se
adelantaron a la watia y a la pachamanka. Ugent señala que existen reservas
silvestres ancestrales que se dirigieron a los bosques húmedos de Sudamérica.
Sus
hojas, mencionó el ingeniero Reinoso, tienen efectos lactogénicos, incrementando la producción de leche materna.
Basta un hervor y están listas para acompañar cualquier plato. Para el caso el
seviche es un ejemplo. El camote, en general, aporta minerales y calorías para
los niños.
Reinaga
me comentó que los japoneses establecieron el “Día Nacional del Camote”, en reconocimiento a su ayuda. “Es increíble,
agregó, que tengan un circuito turístico
que enlaza a las principales zonas productoras. Lo promueven los industriales
que fabrican un licor, el shoshu de camote, que es el segundo en su preferencia
después del sake. También lo usan como base de fideos, panes, galletas,
hojuelas, gelatinas, mazamorras y hasta helados. En Tokio venden esos productos
con un papel escrito en inglés donde dice que es delicioso, y entregan al
comprador una tarjeta que reza: “Es saludable y ayuda a prevenir el cáncer”. A
nosotros nos faltarían días para celebrar a los alimentos que entregamos al
mundo. Mientras los peruanos consumimos siete kilos de camote al año por
cabeza, en Papúa y Guinea llegan a cien
kilos demostrando que lo quieren.
Aquí
el camote florece desde el nivel del mar hasta los 2,200 metros de altitud, y
puede dar dos cosechas al año. En importancia es el sexto cultivo a nivel
mundial. Solamente en China su producción bate records, mientras que que en el
Perú, su patria, avergüenza decirlo, es de solo miles.
¡No
merecemos su dulzura!
Alfonsina
Barrionuevo
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