lunes, 8 de julio de 2019


LA MIEL DE LA TIERRA

Los alquimistas de la Edad Media buscaron hasta el delirio una fórmula para obtener el oro filosofal y la receta para convertir el agua en fuente de la eterna juventud. Ya no se sigue buscando un elixir maravilloso. Los  científicos han optado por otras fórmulas para hacerle frente al tiempo.

Sin embargo es un enigma cómo Wayna Qhapaq, entre los Inkas, conservó cierta tersura de la piel hasta la muerte. A los cronistas que vieron su momia les sorprendió descubrir su rostro intacto, quedando desmentida la historia de que murió de viruelas. Sobre el particular el ingeniero Daniel Reinoso, del Centro Internacional de la Papa (CIP), me explicó hace algún tiempo que el camote, tubérculo prehispánico, se distingue por sus altas propiedades antioxidantes.  Es rico en fenoles, antocianinas, betacaroteno y alfatocoferol, además de carbohidratos. Puede ser que los Inkas y Wayna Qhapaq en especial lo usaran en su dieta cotidiana. En Lima se les da  a los perros y se advierte la brillantez que adquiere su pelaje.
El arqueólogo Federico Engel decía que kumara, el camote, es oriundo del Perú y lo usaron sus antiquísimos habitantes. Sus tubérculos no fueron una tentación. Se trataba de miniaturas, del tamaño de una pasa, y habrían sido descubiertos en las cuevas de “las Tres Ventanas” del cañón de Chilca, al sur de la chala, unos setenta kilómetros de Lima y una altitud de 2,800 metros sobre el mar. Para aumentar su tamaño los antiguos peruanos trabajaron miles de años en sus ‘‘laboratorios.’’
Su domesticación se inició, según calculan Ronald Ugent y Lina W. Peterson,  cuando grandes extensiones de América del Norte y del Sur, así como de Europa, estaban aún bajo capas de hielo. En el siglo pasado se registra que ayudó a mitigar el hambre de los japoneses después de la Segunda Guerra Mundial.” Aporte invalorable.
El tubérculo, que aparece también en otras partes de América, tiene en el Perú alrededor de unas 500 variedades. Los españoles cambiaron su nombre. Le llamaron camote en nahualt, en lugar de apichu y kumara, como se le conocía.

Imagen relacionadaLas virtudes de sus raíces dulces son más apreciadas en el extranjero, donde un día puede pasar de comestible a combustible. Según los investigadores es una gran fuente de etanol. Un  tipo de  alcohol que mezclado con la gasolina puede servir, mientras que se elabora pintura de su almidón. 
El Inka Garcilaso lo consignó entre las especies nativas de primer orden. “Los españoles, escribió, le llaman batata, y los nativos apichu y kumara, y hay hasta de cinco colores,  colorados, blancos, amarillos y morados.” Para nosotros el camote o boniato sigue siendo la miel de la tierra. Antes era frecuente encontrar en las calles del centro de Lima, vendedoras de camotes asados, derramando su oculta ambrosía. Al horno se come hasta con la cáscara.

La primera forma de preparar el camote fue mediante el fuego. Lo colocaban sobre los leños y los comían un poco chamuscados, pero siempre almibarados. Ellos se adelantaron a la watia y a la pachamanka. Ugent señala que existen reservas silvestres ancestrales que se dirigieron a los bosques húmedos de Sudamérica.
Sus hojas, mencionó el ingeniero Reinoso, tienen efectos lactogénicos, incrementando la producción de leche materna. Basta un hervor y están listas para acompañar cualquier plato. Para el caso el seviche es un ejemplo. El camote, en general, aporta minerales y calorías para los niños.

Reinaga me comentó que los japoneses establecieron el “Día Nacional del Camote”, en reconocimiento a su ayuda. “Es increíble, agregó, que tengan un circuito turístico que enlaza a las principales zonas productoras. Lo promueven los industriales que fabrican un licor, el shoshu de camote, que es el segundo en su preferencia después del sake. También lo usan como base de fideos, panes, galletas, hojuelas, gelatinas, mazamorras y hasta helados. En Tokio venden esos productos con un papel escrito en inglés donde dice que es delicioso, y entregan al comprador una tarjeta que reza: “Es saludable y ayuda a prevenir el cáncer”. A nosotros nos faltarían días para celebrar a los alimentos que entregamos al mundo. Mientras los peruanos consumimos siete kilos de camote al año por cabeza, en Papúa y  Guinea llegan a cien kilos demostrando que lo quieren.
Aquí el camote florece desde el nivel del mar hasta los 2,200 metros de altitud, y puede dar dos cosechas al año. En importancia es el sexto cultivo a nivel mundial. Solamente en China su producción bate records, mientras que que en el Perú, su patria, avergüenza decirlo, es de solo miles.
¡No merecemos su dulzura!

Alfonsina Barrionuevo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario