domingo, 30 de junio de 2019


KUMARA, LA MIEL DE LA TIERRA

Los alquimistas de la Edad Media buscaron hasta el delirio una fórmula para obtener el oro filosofal y la receta para convertir el agua en fuente de la eterna juventud. Ya no se sigue buscando un elixir maravilloso. Los  científicos han optado por otras fórmulas para hacerle frente al tiempo.
Sin embargo es un enigma cómo Wayna Qhapaq, entre los Inkas, conservó cierta tersura de la piel hasta la muerte. A los cronistas que vieron su momia les sorprendió  descubrir su rostro intacto, quedando desmentida la historia de que murió de viruelas. Sobre el particular el ingeniero Daniel Reinosoñ del Centro Internacional de la Papa (CIP), me explicó que el camote (Ipomoea batata) tubérculo prehispánico, se distingue por sus altas propiedades antioxidantes. Es rico en fenoles, antocianinas, betacaroteno y alfatocoferol, además de carbohidratos. Puede ser que los Inkas y Wayna Qhapaq en especial lo usaran en su dieta. En Lima se les da  a los perros y se advierte la brillantez que adquiere su pelaje. Aún no se sabe cuán efectivo podría ser en  cosméticos.
El arqueólogo Federico Engel decía que kumara, el camote, es oriundo del Perú y fue usado por sus antiquísimos habitantes, ubicándose más o menos a finales del Pleistoceno. Sus tubérculos no fueron una tentación. Se trataba de miniaturas, del tamaño de una pasa, y habrían sido descubiertos en las cuevas de “las Tres Ventanas” del cañón de Chilca, al sur de la costa o chala, a unos setenta kilómetros de Lima, a una altitud de 2,800 metros sobre el mar. Los antiguos peruanos trabajaron durante miles de años para que aumentara su tamaño y energía.
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Su domesticación se inició, según calculan Ronald Ugent y Lina W. Peterson, cuando grandes extensiones de América del Norte y del Sur, así como de Europa, estaban aún bajo capas de hielo. En el siglo pasado “como en la época de los hombres preagrícolas peruanos, se registra que ayudó a mitigar el hambre de los japoneses después de la Segunda Guerra Mundial.” En los años de 1,700 la papa tuvo la misma misión con los irlandeses. Aporte invalorable.

El tubérculo, que aparece también en otras partes de América, tiene en el Perú alrededor de unas 500 variedades. Los españoles cambiaron su nombre. Le llamaron camote en nahualt, en lugar de apichu y kumara, como se conocía.
Las virtudes de sus raíces dulces son más apreciadas en el extranjero, donde un día puede pasar de comestible a combustible. Según los investigadores el camote es una gran fuente de etanol. Un tipo de alcohol que mezclado con la gasolina puede servir con ese fin, mientras que su almidón puede ser base para elaborar pintura y hasta autopartes de vehículos.
El Inka Garcilaso lo consignó entre las especies nativas de primer orden. “Los españoles, escribió, les llamaban batatas, y los nativos apichu y kumara, y los hay hasta de cinco colores,  colorados, blancos, amarillos y morados. Para nosotros el camote o boniato sigue siendo la miel de la tierra. Antes era frecuente encontrar en las calles del centro de Lima, vendedoras de camotes asados, derramando su oculta ambrosía. Al horno se come hasta con la cáscara.

Resultado de imagen para camote especiesLa primera forma de preparar el camote fue mediante el fuego. Lo colocaban sobre los leños y los comían un poco chamuscados, pero siempre almibarados. Ellos se adelantaron a la watia y a la pachamanka teniéndole mucha estima. Existen reservas silvestres ancestrales que encontraron un camino hacia los bosques húmedos de Sudamérica señala Ugent.
Sus hojas, mencionó el ingeniero Reinoso tienen efectos lactogénicos, o sea que  incrementan la producción de leche materna. Basta un hervor y están listas para acompañar cualquier plato. Para el caso el seviche es un ejemplo. El camote, en general, aporta minerales y calorías muy buenas para los niños.
Reinaga me contó que los japoneses cultivaron medio millón de hectáreas después de la guerra y en reconocimiento a su valor ellos establecieron el “Día Nacional del Camote”. “Es increíble, agregó, pero tienen un circuito turístico que enlaza a las principales zonas productoras. Lo promueven los industriales que fabrican un licor, el shoshu de camote, que es el segundo en su preferencia después del sake. También lo usan como base de fideos, panes, galletas, hojuelas, gelatinas, mazamorras y hasta helados. En Tokio los productos del camote se venden en un papel escrito en inglés, donde dice que es delicioso, y entregan al comprador una tarjeta o postal que reza: “Es saludable y ayuda a prevenir el cáncer”. A nosotros nos faltarían días para celebrar a los alimentos que entregamos al mundo. Es urgente encontrarles nuevos horizontes para mejorar su producción y alentar al agro. Mientras los peruanos consumimos siete kilos de camote al año por cabeza, en Papúa y  Guinea llegan a cien kilos o sea que el camote en otros países, que no son su lugar de origen, vale mucho más.

Aquí el camote florece desde el nivel del mar hasta los 2,200 metros de altitud, y puede dar dos cosechas al año. En importancia es el sexto cultivo a nivel mundial. Solamente en China son millones, mientras que en el Perú, su patria, avergüenza decirlo, apenas llega a unos miles. No merecemos su dulzura.
Alfonsina Barrionuevo

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