domingo, 23 de junio de 2019

PAPAS DE COLORES          

Los Andes crían papas de colores. ¡Papas que pinta el arco iris! Parece una fantasía, más en Tayacaja, Huancavelica, la tierra da papas con anillos azules, rojos, verdes, amarillos y morados. ¡Un sueño! La Pachamama realiza este prodigio en un pequeño lugar para demostrar que la papa puede ser bella y convertirse en delicadas hojuelas.      
El nombre de los hombres que domesticaron la papa se ha perdido en los espacios siderales. Nunca se sabrá en qué milenio, ni en qué altura, el tubérculo oscuro amó la mano que lo arrancó de su mundo subterráneo para acunarlo en el surco, meciendo sus sueños salvajes con su canto. Su afán cambió su destino porque la papa que se escondía por ser tosca ahora es deseada en todos los idiomas.
La tradición oral de los pueblos andinos incluye la papa en el buen trato que se da a los alimentos. En muchas partes se come con su cáscara, más delgada que una hoja de papel, porque si se siente ofendida sube al Hanaq Pacha, “la tierra de arriba” para quejarse a los seres del cosmos. Ellos provocan entonces las sequías o las inundaciones y los culpables no pueden sembrar por un ciclo.        
En Huánuco los aukillos, espíritus protectores de  los campos, vigilan también que eso no suceda, multiplicando o reduciendo las cosechas.
En gratitud una los agricultores les llevan sus “pagos” u ofrendas, con especies de los tres reinos de la naturaleza, naranjas, huesos de cóndor, coca, flores, varitas de oro y plata, conchas marinas y diminutas estatuillas de piedra de Huamanga que representan alpakas suri y wakaya, entre otros animales de su agrado.
Las investigaciones de genetistas nacionales y extranjeros determinan que el centro de la domesticación de la papa se encuentra entre Cusco y Puno, donde se ha llegado a contar alrededor de 3,500 variedades cultivadas y en estado  silvestre. Su adaptabilidad al clima les permite bajar cerca de la chala, a unos kilómetros del mar. Sin embargo, su diversidad se glorifica  en altura.  

Imagen relacionadaLos alfareros muchik que, hace más de mil años registraron su existencia en la arcilla, la humanizaron. Hans Horkheimer señaló que hay representaciones donde los rasgos antropomórficos parecen mutilados, como si se tratara de utosos. Podrían corresponder al registro de una epidemia de leishmaniasis, logrando un gran parecido a las típicas narices perforadas y las bocas sin labios. 
La cerámica naska muestra a su vez plantas que detallan diferentes variedades de papa con sus tubérculos, sus hojas y flores. Guaman Poma consignó en el siglo XVI un sembrío de papa. Actualmente en Poroy, Qosqo, donde Santa Bárbara doncella es la Pachamama de la papa, mujeres jóvenes disputan con bates, una vez al año, un juego ritual para conquistar óptimas cosechas futuras.
Las descripciones del tubérculo hechas por los cronistas españoles son pintorescas. Juan de Castellanos dijo que eran “como unas raíces redondillas o alargadas, golosina para el paladar de  los indios y aún de los españoles.” En 1559 Pedro Cieza de León escribió que son “como unas turmas de la tierra, que después de cocidas quedan tiernas por dentro como castañas”, En 1588, Acosta las encontraba parecidas a las nueces y “secadas al sol tomaban el nombre de chuño.”

Algunos afirmaron que los Hermanos Ayar, fundadores del Qosqo, las sacaron de su paqarina o lugar de nacimiento, “sembrándolas a espaldas del cerro  Wanakaure”. La papa era una hija muy querida del Padre Sol, quien puso su semilla en el seno oloroso de la Madre Tierra. Por eso el Inka abría los surcos para iniciar su siembra con una chakitaqlla de oro. Entendiendo su importancia el obispo Vicente Valverde propuso a Carlos V que se aplicaran diezmos y primicias a sus cosechas.
La papa llegó a Europa como una curiosidad botánica. Se afirma que las primeras plantas fueron enviadas en una cesta a Felipe II en 1565. Este las regaló al Papa, quien a su vez las pasó al botánico Carolus Clasius. Como ignoraban que sus frutos estaban bajo tierra la admiraron por sus flores.
En otros climas ha salvado del hambre a millones de personas. Hoy la papa forma parte de los menús cotidianos en todos los idiomas, pero sin que los agricultores be otros lares hayan podido lograr las delicadezas que son propias de su cuna. Esas se saborean mejor en el Perú.
Al fin de este milenio son pocos los países donde la papa no se cultiva y es sin duda el mayor regalo que el Perú y América han hecho al mundo. Su distribución rompe records. Pero solo en los Andes se encuentra una variedad apabullante de sabores y colores, como esas que viajan ahora envueltas en papel de seda y en primorosas cajitas, listas para comer.


Alfonsina Barrionuevo


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