domingo, 8 de julio de 2018


LA CREACIÓN DEL HOMBRE QOLLA

Hace años guardé en mi libreta de apuntes varias leyendas sobre la creación del hombre en el Perú. Unas veces en forma individual, otras en pareja y también en colectivo. En Puno el distinguido maestro José Portugal Catacora, de grata memoria por su sabiduría y amor al Ande, me relató una historia muy hermosa que recogió de los padres de sus alumnos. En el presente blog quiero transmitirla como la recuerdo. Me parece la más completa que tenemos.

Pacha Yachachiq, el creador de cuanto existe en el mundo qolla, asumió un día la creación de una criatura que se extasiara con su obra y fuera a la vez un compendio de todo lo creado. El tiempo se detuvo mientras meditaba en la eternidad de un segundo.  Hasta que jubiloso acumuló en la palma de su mano, con los dedos juntos como una qocha los untus o grasas vitales existentes. Colocó primero el llanphu, untu o grasa vital de las plantas para que siguiera su ciclo milagroso; tierno con el encanto del brote, de esbeltez en la primavera,  llegando a su esplendor en el verano, en el otoño fuego en la madurez de los frutos, y en el invierno hibernando en un largo descanso; le agregó la qoa, untu o grasa vital de los animales, para que el nuevo ser tuviera sangre caliente y se  multiplicara de la misma manera; y culminó con la hiwaya, el untu o grasa vital de la piedra que aportaría una voluntad inquebrantable  para resistir  los desafíos  de la vida y defender sus sueños.
Al derretirse las tres grasas en su mano el vapor blanquecino que se desprendió tomó la forma de una figura humana que cobró movimiento al recibir su soplo. El primer hombre se llamó naturalmente Wiraqocha*, ‘nacido en una laguna de grasa.

Imagen relacionadaEntusiasmado con el nuevo ser el sumo hacedor le dio poderes para seguir creando algunas criaturas de las órdenes menores que faltaban.
Wiraqocha, deslumbrado por cuanto veían sus ojos, le obedeció. Hizo a las palomas con un poco de nieve y puso en su garganta el arrullo.  Extrajo de la sombra de los farallones a la huidiza wiskacha de vibrátiles bigotes. Del musgo de los bofedales a la chinchilla de finísima piel. Al qele* que pidió un abrigo le dio uno tan grande que se sumergió avergonzado en las profundidades del lago Titiqaqa.  Al suche que se aplanó con la presión de las aguas lo recompensó dando dulzura a sus carnes. Al suri, avestruz altiplánico, le quedaron cortas las alas y entonces alargó sus patas para que corriese en la panpa. Haciendo los insectos estuvo entretenido, convirtió a las flores en mariposas y pulió la coraza de los wayronqos o moscardones.   
Wiraqocha vivió en paz hasta que un día sintió la necesidad de otro ser para comunicarse. Ansioso probó hacer un compañero y hasta quiso sembrarse para obtener un duplicado. Todos sus intentos resultaron inútiles. Enfermo de soledad se internó en lo más recóndito de los bosques. Los días pasaron mientras languidecía sentado al pie de un árbol majestuoso.
Cuando Pacha Yachachiq advirtió la melancolía de Wiraqocha fue en su ayuda. Pensó en crear una mujer y busco el barro más fértil, nutrido con las savias más dulces, donde podía germinar la vida. Con ese barro fecundo hizo la primera mujer que existió sobre la faz de la tierra  y le dio un bello nombre, Kullawa. Ambos tuvieron cuatro hijos: Saantía y Saankawa, mujeres, y Saankaru y Saankatu, varones.
El primer hombre tuvo la fortaleza de la piedra y la primera mujer la suavidad del barro. El fue apuesto y gentil con la estatura de los árboles. Ella, hermosa, con un brillo en sus ojos que envidiaban los luceros.
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*Una versión se publicó en mi libro ‘Los Dioses de la Lluvia’.
*Algunos estudiosos tradujeron literalmente el nombre de Wiraqocha: wera: ‘grasa’, y qocha,’laguna’;  afirmando que ‘nació en una laguna de grasa: el mar’. Wiraqocha no es oriundo de la costa sino del altiplano.
*Qele. Sapo anfibio.
Alfonsina Barrionuevo

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