KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES
Entre mis libros ‘Saqesqa’ tiene una
especial preferencia porque ubiqué su historia en Huaro, la tierra de mi padre,
recordando a Saucipata, la casona de los Barrionuevo. Ella fue ‘salvada’ por
San Antonio pero su abuela, que no la quería, la ofreció en servicio, de por
vida, a la iglesia.
Una acotación. Antes si una mujer
nacía en el día de San Bartolomé, por ejemplo, se le llamaba así y no había
lugar a protestas, si era un varón quien llegaba al mundo el 16 de julio tenía
que llamarse Carmen, también sin replicar. Ya no me parecen tan malos. Ahora se
usan nombres tan increíbles, y hasta con errores si son extranjeros, que dan
lástima.
LA
FLOR DE LOS SURCOS
No se ha hecho un balance, más el Perú
y América han dado mucho al resto del planeta. No hemos registrado las evidencias
sobre el titánico trabajo desarrollado en los laboratorios andinos en la domesticación
de infinidad de especies alimenticias, medicinales y suntuarias. Pero los
ingenieros agrónomos pueden calcular el estupendo quehacer y aseverar cuán
largo fue. Los frutos obtenidos salvaron del hambre a la vieja Europa y es
necesario que se sepa dónde y cómo se efectuaron para que se reconozca su
valer. Fue un gigantesco proceso de paciencias, aprendizajes y esfuerzos que a
la sazón sirven a la humanidad. Las culturas peruanas realizaron proezas para
obtener tales resultados. Quienes abren las tumbas de sus régulos no advierten
como la muerte atesoró en los fardos especímenes orgánicos logrados, que se
mantienen gracias a una continuidad que no se ha roto. Pensemos además en la papa, mama aksu; la
kinua, mama kihura o kinoa; el camote, mama kumara; el maíz, mama sara y más de
cuatrocientos que fueron reproducidas en piezas de oro, plata, cerámica y tejidos.
Es conmovedor que se hayan
conservado algunas tecnologías, leyendas, música, cantos y danzas que revelan
aspectos inéditos acerca de su obra magistral. Manuel Arce Sotelo obtuvo el
doctorado en etnomusicología, en la Universidad de Nanterre, Francia, con una
tesis donde que recogió las wankas o poemas cantados para alentar el brote de
las papas’semilla en Espinar, provincia
de Qosqo. A su ruego las doncellitas de Apachako se reunieron para hacer una
simulación de su siembra. Para sus padres la grabación que realizó fue casi
histórica porque la gente joven del campo prefiere migrar a las ciudades y
lograr un título en distintas especialidades. Les ofrecemos una de las
canciones que ellas interpretaron para Arce, el llamado a wankar, que él puso
en un pentagrama. Ellas fueron en ese momento la memoria viviente de los versos
y las melodías que escucharon en su corta existencia. ’Sus voces bajan al Ukhu
Pacha, donde se multiplicarán las papas, uniendo entidades humanas y no humanas,’
dijo con nostalgia un abuelo de la comunidad.
Según le explicaron la idea poética
era que llegaran con sus voces a la ‘conciencia’ de las pequeñas papas con sus
hermosos mensajes. La yayawayawa primigenia es una ceremonia de invocación a su fertilidad y las wankas que se dejan
oír después una reiteración de su cariño.
‘Altun phawaq lasirwan
airiykita mañamuwan
Phawchi
ukhu sirenita
kunkaykita mañamuway.
La versión en español dice más o
menos.
‘Golondrina que vuelas alto
préstame tus alas para llegar hasta
ellas,
Sirenita que habitas en el interior
de las cascadas
préstame tu voz, para wankar.’
Las papas’semilla entienden que ellas
quieren ayudarlas a crecer y que están de pie en su puesto, sin moverse, como
un árbol, sufriendo el azote del viento con lágrimas de lluvia, porque las aman.

La descripción de los trajes que hizo
en su libro el acucioso maestro José Portugal Catacora permite seguir cada
etapa de su crecimiento en las partes
altas o hanansaya, donde crece la kinua real de grano generoso y en las partes
bajas o urinsaya donde se produce un grano pequeñito y dulce.
En el estadio de la aparición de
los primeros brotes, pulas, racimos o
espigas los hombres pulis visten traje dominguero, pañolón de color verde con
jaspes rojos atado al cuello y cintillos
en el sombrero. A las dos terceras partes de su desarrollo, cuando las plantas
van ganando altura y los racimos se abultan pasan a ser chatripulis con
pollerines de gasa blanca plegada, semejante a la que recubre la caña del tronco y los racimos. Sigue el
proceso y cuando hay como una sensación de preñez en el aire el traje es más
recargado, triunfante, como las pulas que aparecen cargadas de millares de
granos diminutos y brillantes. Los bailarines no necesitan decirlo porque los
cambios son sucesivos, pulispulis, llipipulis y qarapulis al terminar la
cosecha.
Lo sensible es que la vestimenta de
los cultivadores de la kihura, como sucede con las canciones de las doncellitas
de la papa, ha ido perdiendo la poesía que le dieron los domesticadores del
famoso grano. Por desgracia la rutina nos gana. Estamos en el siglo de la
máquina, de la robotización.
Alfonsina Barrionuevo
Gracias Alfonsina por recordarnos que el crecimiento económico debe tener como base la identidad cultural.
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