domingo, 10 de diciembre de 2017

KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES

En los pueblos escuché hablar de los buhos agoreros, cuyo canto melancólico es tomado como un anuncio de muerte. El ilustre psiquiátra y escritor Juan Francisco Valega afirmaba que por el contrario estas aves nocturnas y sus parientes eran propiciatorias de vida y muy sabias. Le creí y cuando estuve en un campamento del río Nanay, en plena selva, dejé que me acompañara una lechuza campanario que se instaló en una viga. Creo que Kukuli la vio también y dibujó el ‘rincón del buho’, donde éste habla con un inocente potrillo. Una artista imprimió su dibujo en un hermoso plato que conservo hasta ahora.

CUSCO EN LOS ANILLOS DEL TIEMPO
-Querida Eliza casi sufrimos un shock.
-¿Por lo de ayer?. Yo también me sentí muy mal.
-No se trata de eso. Subimos por la Cuesta del Almirante  y el colegio de San Borja es diferente. En su plaza hay una fuente que se parece a las otras que hemos ido conociendo.  El colegio de María Auxiliadora no se encuentra en su sitio. Ahora le dicen la Casa Cabrera y es un espléndido museo de arte prehispánico. Entramos y es único. Están todas las culturas en las piezas de una colección llamada Larco. Cada una tan bien colocada que aprendimos mucho.
-¿Y eso les dio un shock? Ya, ya, chicas.
-¿Recuerdas la puerta del Seminario que tiene cabezas de chancho como aldaba, el símbolo del santo varón?
-Claro. Aunque es un jabalí. Resulta que el santo varón se fue a un bosque a hacer vida de anacoreta y su compañero fue el jabalí. Pero aquí San Antonio Abad es patrón de los chancheros.
-Pues, su gran puerta  no estaba cerrada. La vimos abierta y con arañas de luces encendidas. Entramos a la recepción y nos explicaron que no podían atendernos porque el hotel sólo  recibía turistas. Preguntamos por la capilla y una señorita muy simpática mencionó que era un auditorio. Al constatar nuestra sorpresa nos llevó como una cortesía y lo vimos. El hotel es precioso. Las arquerías de arriba y de abajo están cubiertas con gruesos vidrios y el ambiente es tibio.
-¿Eso les afecta?
-¡Sí!
-No teníamos que ver la iglesia convertida en una sala de conferencias cuando pertenece al Seminario.
-Esas reformas debieron registrarse hace mucho.
-El fenómeno nos traslada al futuro! -objetó Luisa.
         -Esto tenemos que discutirlo -añadió Adita.
 Luisa que era muy realista propuso tomar un café en su casa. Luego, dijo en cualquier parte. En la calle Almagro encontramos un lugar.
-¿Qué había aquí? -preguntó Adita.
Ya no me acordaba.
-¿Una tienda de ropa? -quise disimular- O era en la otra, más abajo.
-No, Eliza, aquí había una panadería.
-¿Antes de la calle Q'era? No. Era más abajo, en la calle Ayacucho.
         -¡Pero qué importa esa panadería! -se impacientó. -Vale lo que vamos a tratar.
Entramos y nos sentamos junto a la ventana. Sobre las mesas patinaban las moscas. No había un cliente. Vino una chica.
-¿Qué se sirven?
-Tres cafés.
-¿Algo más?
-No.
La camarera trajo los cafés y se fue.
-Bueno, Eliza. Vamos a aclarar las cosas.
-No me miren con esa cara porque yo no tengo nada que ver con este entierro.
-Desde que nos vimos en Panpa del Castillo comenzaron a suceder cosas raras. Muchos carros, tiendas nuevas, restaurantes, hoteles, agencias de viajes. Otro Cusco. No encontrábamos lo que debía estar en cada lugar, como si un genio de "Las Mil y Una Noches"  hubiera cambiado parte de la ciudad mientras otra sigue igual.
 -La Catedral está en su sitio, -murmuré en voz baja, para oírme yo, para convencerme.
-La iglesia de San Blas también, Eliza. ¿Pero, dónde están las bodegas con sus pavitas cantoras que en la mañana y en la tarde se pasaban silbando, anunciando que el agua hervía para el té piteado?
-En su lugar hay tiendas de regalitos para extranjeros, tantas imágenes de Niños Dios como hechos en molde, angelitos, espejos, tapices, cerámica -cuestionó Luisa.
-Es verdad-, afirmé.
-¿Por qué estamos viendo un Cusco diferente?
-En el colegio todo es normal.
-No. Recuerda que entramos y de pronto estábamos en la puerta mirando la fuente.
-Mucha gente no ha cambiado, la señorita Wilma, la madre Sacro, la profesora Nancy, nuestro amigo Pepe.
-Tienes razón, Eliza, y no te sientas alterada. A nosotras nos entretiene este Cusco nuevo. Hemos visto esos ómnibus tan bonitos que llevan a Ollantaytambo para enlazar con el tren de Machupiqchu. ¡Imagínate cuánta gente va!
-Con las justas hemos visto el Inti Raymi escapándonos del colegio y hemos llegado cuando pasaban las últimas andas del Corpus. ¿Cuánto jubileo, no?
-De veras, aunque ha variado el puentecillo de Choqechaka por donde subimos alguna vez a Saqsaywaman.
         -Pero continúan las dulces y enjoyadas Mamachas que salen como reinas el día del Corpus.
         -Siguen siendo adorables. El lujo de sus trajes, sus joyas, sus Niños Dios, sus arcángeles sosteniendo sus parasoles, el killkito sentado en el borde de su capa que representa a los niños moritos, que murieron sin ser bautizados.
         -Bueno, los seguiremos viendo, Eliza. Hemos venido a investigar algo más importante.¿Por qué estamos en este café donde era una panadería?
         -Estoy pensando en el Santurantikuy. ¿Se imaginan lo que encontraremos allí para los pesebres el veinticuatro de diciembre?
         -No dejaremos que nos distraigas, Eliza. Hemos venido a aclarar puntos muy graves.
         -Hay tanto que comprar por la gran cantidad de artistas populares que se preparan casi medio año. Para entonces ya tendremos terminado el nacimiento, portal o pesebre que acostumbramos levantar en nuestras casas.
         -Eliza, no te escapes.
         -¿No me dejarán estar con ustedes en diciembre? 
         -¿No te has dado cuenta de lo que está pasando? -reclamó Luisita.
         -Sí, pero no es mi culpa. Les hablo con la verdad en la boca. ¡No sé qué sucede!
         -Espera, está entrando el doctor Wilbert que mira todo asombrado como lo estábamos nosotras.
         -¡Hola chicas! ¿Qué hacen aquí?
         -Que se te vea lo más natural, Eliza, o te pellizco en la pierna.
         -Tomando café.
         -Ah, bueno. Yo también lo tomaré.
         -Es mejor en el " Milán" -le aconsejó Adita, en realidad para que se fuera.
         -Aquí huele bien.
         -Allá huele y sabe mejor.
         -Seguiré su consejo. Me voy chicas.
         -Adiós, doctor -dijimos las tres.
         -Y ahora, tenemos que pensar en algo para que todo vuelva a ser normal, -expresó con firmeza Luisa.
         -¿Me parece mejor dejarlo para mañana? -propuse.

Cuatemoc mexicano en Cusco
         -No, -volvió Luisa al tema-. Presiento que algo va a pasar. Hemos visto variar el ambiente, moverse el aire denso como si fuera de cristal líquido. Algo se prepara. ¿No te asusta Eliza?
         -Pues, tampoco lo comprendo.
         -¿No te imaginas qué puede ser?
         -He sido muy dichosa al haberlas encontrado. En nuestro Cusco todo es inigualable, grato. ¿No dicen que los tiempos de colegio son los mejores? Me gusta que mi caballito verde de plástico con patas articuladas resbale por la lustrosa contratapa de la guitarra de mi hermano. Que pueda tomar chicha ñoqña. Que vayamos al cine Colón.
         -Eliza, esto es peligroso. Estás comenzando a pasar a este tiempo. Al nuestro. ¿Sabes las complicaciones que pueden ocurrir? Por lo pronto hay otra Eliza que es la verdadera. Tú no eres más que su reflejo en un espejo futuro en el que nos estamos viendo a veces sin desearlo.
             -Es cierto, -intervino Adita. -Cuando no estás Eliza no hay ese movimiento turístico que no podemos seguir porque no estamos preparadas. El piel roja, perdón el jefe mexicano está en la pileta, hay torta mora en la pastelería ""Milán", don Jesús sigue atendiendo en su almacén que siempre está lleno, las pavitas silban en la Cuesta de San Blas y en la calle del Medio doña Maxi vende las cocadas, los alfajores y las melcochas. Hay matineé los domingos y retretas. Tú presencia que es muy simpática, porque nos trae una ráfaga de ese modernismo que conoces profundamente, nos ocasiona una terrible confusión y aunque nos vamos habituando no podemos vivir en dos tiempos paralelos.
         -Confieso que nunca pensé verlas otra vez. Mi vida cambió mucho cuando un día me fui de nuestro Cusco. He pasado de todo, pero antes fui muy feliz. Mi padre y mi madre estaban conmigo y llenaban mis días. ¿No puedo quedarme con ustedes? No he sido afortunada en el futuro. Mi alma está en sombras. Mi corazón hecho pedazos, -rogué.
         -No queremos saber nada porque no nos atañe. Simplemente no puede ser. Sea bueno o malo tienes que volver a  tu tiempo y dejar que nosotras sigamos en el nuestro. Si tú desaparecieras del tuyo quedarían una serie de vacíos. Alterarías una cadena de circunstancias. A lo mejor si te quedas se borraría cuanto has hecho. Si tienes familia la perderías. Cada una de nosotras es el  eslabón de cadenas que continúan en el futuro. A lo mejor también nos cambiarías la vida. Lo peor es, qué pasaría con dos Elizas. La otra está aquí también.
-¿Todavía no la has visto?.
-Sí, la vi.
-¿Y qué sentiste?.
-Amor por esa niña que soy yo...
-¿Crees que podrías unirte a ella?
-Imposible. Somos dos personas distintas.
-Y tú, Eliza, no puedes sacarla de su sitio. Están los años que las separan. Nos alterarías también la existencia. Tú sabes que ocasionarías mil problemas si te quedaras. Hasta tus padres no entenderían este fenómeno que se ha presentado. Vete, es lo mejor.
         -Lo que pasó fue obra del destino.
-Te engañas. Aquí sucedió algo diferente. Un movimiento, un desfase del espacio tiempo que a lo mejor se puede corregir. Tenemos que intentarlo Eliza por el bien de las tres y de todas las gentes que conocemos y que conoces. No sabemos cuántos años tenemos por delante.
         Adita escuchaba en silencio y afirmaba con movimientos de cabeza, pero siendo curiosa intervino.
         -¿No sería posible Eliza que nos enseñaras todo lo nuevo que hay. ¿Cómo es el Cusco donde tu estás?. Podríamos ver lo más importante. Ya que se ha presentado la oportunidad de ver a un nuevo Cusco no la perdamos. Mira Luisita, nosotras vivimos en un Cusco tranquilo, atrasado, donde nada sucede. Cómo nos vamos a perder adelantos increíbles, cambios sorprendentes. ¿No podría Eliza mostrarnos lo más extraño que hay? Lo que hemos visto es poco. ¿No es así Eliza?        
         -Sí, tú tienes razón.
-Eso no puede ser, no vale la pena porque si todo sale bien no habrá ocurrido y se borrará de tu mente. En vano intentas conocer el futuro. No existe para nosotras -reiteró Luisa-. Tú, Adi, te estás dejando ganar por tu curiosidad, y tú Eliza, vacilas entre dos experiencias. Te diré qué vamos a hacer.
         La tarde ha vuelto a llenarse de oros dije para mi interior, como aquella en que salí a caminar y nos vimos. Hay un polvo dorado en la calle y tengo calor como si estuviera afiebrada.
         -¡Esto es delirante! -exclamé.
         -Eliza, atiende por favor, suplicó Luisa. -Volveremos a hacer el mismo recorrido. Anda, regresa a Santo Domingo  y cruza los dedos.
         -¿Para qué?, - repliqué automáticamente.
         -No te quedes con nosotras, por favor. Vuelve a tu antigua casa y camina lentamente hacia la esquina de Panpa del Castillo. Nosotras estaremos viniendo para converger en la esquina. No nos mires y pasa rápidamente. Adita y yo haremos lo mismo. No vayas a detenerte. Vamos a intentar lo imposible. Te queremos, Eliza, es por tu bien.
         -Yo las quiero también. Quizá más que antes. Hemos vivido unos momentos encantadores que siempre recordaré.
         -Te equivocas. Olvidarás todo y a nosotras nos pasará lo mismo. En cada Cusco la vida seguirá su curso.
         -Vamos, Eliza.
         -¿Un abrazo de despedida
         -Eliza, no te confundas. Entiende que estás aquí por casualidad en tus mejores años, en los inolvidables, pero tienes una vida vivida. También el mundo que es el tuyo, el verdadero, es diferente, está en otra parte con todas sus novedades y modernidades. A ese tienes la obligación de regresar y dejarnos en el nuestro…


Alfonsina Barrionuevo

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