KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES
En los pueblos escuché hablar de los buhos
agoreros, cuyo canto melancólico es tomado como un anuncio de muerte. El
ilustre psiquiátra y escritor Juan Francisco Valega afirmaba que por el
contrario estas aves nocturnas y sus parientes eran propiciatorias de vida y
muy sabias. Le creí y cuando estuve en un campamento del río Nanay, en plena
selva, dejé que me acompañara una lechuza campanario que se instaló en una viga.
Creo que Kukuli la vio también y dibujó el ‘rincón del buho’, donde éste habla
con un inocente potrillo. Una artista imprimió su dibujo en un hermoso plato
que conservo hasta ahora.
CUSCO EN LOS ANILLOS DEL TIEMPO
-Querida
Eliza casi sufrimos un shock.
-¿Por
lo de ayer?. Yo también me sentí muy mal.
-No se
trata de eso. Subimos por la Cuesta del Almirante y el colegio de San Borja es diferente. En su
plaza hay una fuente que se parece a las otras que hemos ido conociendo. El colegio de María Auxiliadora no se
encuentra en su sitio. Ahora le dicen la Casa Cabrera y es un espléndido museo
de arte prehispánico. Entramos y es único. Están todas las culturas en las
piezas de una colección llamada Larco. Cada una tan bien colocada que
aprendimos mucho.
-¿Y eso
les dio un shock? Ya, ya, chicas.
-¿Recuerdas
la puerta del Seminario que tiene cabezas de chancho como aldaba, el símbolo
del santo varón?
-Claro.
Aunque es un jabalí. Resulta que el santo varón se fue a un bosque a hacer vida
de anacoreta y su compañero fue el jabalí. Pero aquí San Antonio Abad es patrón
de los chancheros.
-Pues, su gran puerta
no estaba cerrada. La vimos abierta y con arañas de luces encendidas.
Entramos a la recepción y nos explicaron que no podían atendernos porque el
hotel sólo recibía turistas. Preguntamos
por la capilla y una señorita muy simpática mencionó que era un auditorio. Al
constatar nuestra sorpresa nos llevó como una cortesía y lo vimos. El hotel es
precioso. Las arquerías de arriba y de abajo están cubiertas con gruesos
vidrios y el ambiente es tibio.
-¿Eso les
afecta?
-¡Sí!
-No
teníamos que ver la iglesia convertida en una sala de conferencias cuando
pertenece al Seminario.
-Esas
reformas debieron registrarse hace mucho.
-El
fenómeno nos traslada al futuro! -objetó Luisa.
-Esto tenemos que discutirlo -añadió
Adita.
Luisa que era muy realista propuso tomar un
café en su casa. Luego, dijo en cualquier parte. En la calle Almagro
encontramos un lugar.
-¿Qué
había aquí? -preguntó Adita.
Ya no
me acordaba.
-¿Una
tienda de ropa? -quise disimular- O era en la otra, más abajo.
-No,
Eliza, aquí había una panadería.
-¿Antes
de la calle Q'era? No. Era más abajo, en la calle Ayacucho.
-¡Pero qué importa esa panadería! -se
impacientó. -Vale lo que vamos a tratar.
Entramos
y nos sentamos junto a la ventana. Sobre las mesas patinaban las moscas. No
había un cliente. Vino una chica.
-¿Qué
se sirven?
-Tres
cafés.
-¿Algo
más?
-No.
La
camarera trajo los cafés y se fue.
-Bueno,
Eliza. Vamos a aclarar las cosas.
-No me
miren con esa cara porque yo no tengo nada que ver con este entierro.
-Desde
que nos vimos en Panpa del Castillo comenzaron a suceder cosas raras. Muchos
carros, tiendas nuevas, restaurantes, hoteles, agencias de viajes. Otro Cusco.
No encontrábamos lo que debía estar en cada lugar, como si un genio de
"Las Mil y Una Noches" hubiera
cambiado parte de la ciudad mientras otra sigue igual.
-La Catedral está en su sitio, -murmuré en voz
baja, para oírme yo, para convencerme.
-La
iglesia de San Blas también, Eliza. ¿Pero, dónde están las bodegas con sus
pavitas cantoras que en la mañana y en la tarde se pasaban silbando, anunciando
que el agua hervía para el té piteado?
-En su
lugar hay tiendas de regalitos para extranjeros, tantas imágenes de Niños Dios
como hechos en molde, angelitos, espejos, tapices, cerámica -cuestionó Luisa.
-Es
verdad-, afirmé.
-¿Por
qué estamos viendo un Cusco diferente?
-En el
colegio todo es normal.
-No.
Recuerda que entramos y de pronto estábamos en la puerta mirando la fuente.
-Mucha
gente no ha cambiado, la señorita Wilma, la madre Sacro, la profesora Nancy,
nuestro amigo Pepe.
-Tienes
razón, Eliza, y no te sientas alterada. A nosotras nos entretiene este Cusco
nuevo. Hemos visto esos ómnibus tan bonitos que llevan a Ollantaytambo para
enlazar con el tren de Machupiqchu. ¡Imagínate cuánta gente va!
-Con
las justas hemos visto el Inti Raymi escapándonos del colegio y hemos llegado
cuando pasaban las últimas andas del Corpus. ¿Cuánto jubileo, no?
-De
veras, aunque ha variado el puentecillo de Choqechaka por donde subimos alguna
vez a Saqsaywaman.
-Pero continúan las dulces y enjoyadas
Mamachas que salen como reinas el día del Corpus.
-Siguen siendo adorables. El lujo de
sus trajes, sus joyas, sus Niños Dios, sus arcángeles sosteniendo sus parasoles,
el killkito sentado en el borde de su capa que representa a los niños moritos, que
murieron sin ser bautizados.
-Bueno, los seguiremos viendo, Eliza.
Hemos venido a investigar algo más importante.¿Por qué estamos en este café
donde era una panadería?
-Estoy pensando en el Santurantikuy.
¿Se imaginan lo que encontraremos allí para los pesebres el veinticuatro de
diciembre?
-No dejaremos que nos distraigas,
Eliza. Hemos venido a aclarar puntos muy graves.
-Hay tanto que comprar por la gran
cantidad de artistas populares que se preparan casi medio año. Para entonces ya
tendremos terminado el nacimiento, portal o pesebre que acostumbramos levantar
en nuestras casas.
-Eliza, no te escapes.
-¿No me dejarán estar con ustedes en
diciembre?
-¿No te has dado cuenta de lo que está
pasando? -reclamó Luisita.
-Sí, pero no es mi culpa. Les hablo con
la verdad en la boca. ¡No sé qué sucede!
-Espera, está entrando el doctor
Wilbert que mira todo asombrado como lo estábamos nosotras.
-¡Hola chicas! ¿Qué hacen aquí?
-Que se te vea lo más natural, Eliza, o
te pellizco en la pierna.
-Tomando café.
-Ah, bueno. Yo también lo tomaré.
-Es mejor en el " Milán" -le
aconsejó Adita, en realidad para que se fuera.
-Aquí huele bien.
-Allá huele y sabe mejor.
-Seguiré su consejo. Me voy chicas.
-Adiós, doctor -dijimos las tres.
-Y ahora, tenemos que pensar en algo
para que todo vuelva a ser normal, -expresó con firmeza Luisa.
-¿Me parece mejor dejarlo para mañana?
-propuse.
Cuatemoc mexicano en Cusco |
-No, -volvió Luisa al tema-. Presiento
que algo va a pasar. Hemos visto variar el ambiente, moverse el aire denso como
si fuera de cristal líquido. Algo se prepara. ¿No te asusta Eliza?
-Pues, tampoco lo comprendo.
-¿No te imaginas qué puede ser?
-He sido muy dichosa al haberlas
encontrado. En nuestro Cusco todo es inigualable, grato. ¿No dicen que los
tiempos de colegio son los mejores? Me gusta que mi caballito verde de plástico
con patas articuladas resbale por la lustrosa contratapa de la guitarra de mi
hermano. Que pueda tomar chicha ñoqña. Que vayamos al cine Colón.
-Eliza, esto es peligroso. Estás
comenzando a pasar a este tiempo. Al nuestro. ¿Sabes las complicaciones que
pueden ocurrir? Por lo pronto hay otra Eliza que es la verdadera. Tú no eres
más que su reflejo en un espejo futuro en el que nos estamos viendo a veces sin
desearlo.
-Es cierto, -intervino Adita.
-Cuando no estás Eliza no hay ese movimiento turístico que no podemos seguir
porque no estamos preparadas. El piel roja, perdón el jefe mexicano está en la
pileta, hay torta mora en la pastelería ""Milán", don Jesús
sigue atendiendo en su almacén que siempre está lleno, las pavitas silban en la
Cuesta de San Blas y en la calle del Medio doña Maxi vende las cocadas, los
alfajores y las melcochas. Hay matineé los domingos y retretas. Tú presencia
que es muy simpática, porque nos trae una ráfaga de ese modernismo que conoces
profundamente, nos ocasiona una terrible confusión y aunque nos vamos
habituando no podemos vivir en dos tiempos paralelos.
-Confieso que nunca pensé verlas otra
vez. Mi vida cambió mucho cuando un día me fui de nuestro Cusco. He pasado de
todo, pero antes fui muy feliz. Mi padre y mi madre estaban conmigo y llenaban
mis días. ¿No puedo quedarme con ustedes? No he sido afortunada en el futuro.
Mi alma está en sombras. Mi corazón hecho pedazos, -rogué.
-No queremos saber nada porque no nos
atañe. Simplemente no puede ser. Sea bueno o malo tienes que volver a tu tiempo y dejar que nosotras sigamos en el
nuestro. Si tú desaparecieras del tuyo quedarían una serie de vacíos.
Alterarías una cadena de circunstancias. A lo mejor si te quedas se borraría
cuanto has hecho. Si tienes familia la perderías. Cada una de nosotras es
el eslabón de cadenas que continúan en
el futuro. A lo mejor también nos cambiarías la vida. Lo peor es, qué pasaría con
dos Elizas. La otra está aquí también.
-¿Todavía
no la has visto?.
-Sí, la
vi.
-¿Y qué
sentiste?.
-Amor
por esa niña que soy yo...
-¿Crees
que podrías unirte a ella?
-Imposible.
Somos dos personas distintas.
-Y tú,
Eliza, no puedes sacarla de su sitio. Están los años que las separan. Nos
alterarías también la existencia. Tú sabes que ocasionarías mil problemas si te
quedaras. Hasta tus padres no entenderían este fenómeno que se ha presentado.
Vete, es lo mejor.
-Lo que pasó fue obra del destino.
-Te
engañas. Aquí sucedió algo diferente. Un movimiento, un desfase del espacio
tiempo que a lo mejor se puede corregir. Tenemos que intentarlo Eliza por el
bien de las tres y de todas las gentes que conocemos y que conoces. No sabemos
cuántos años tenemos por delante.
Adita escuchaba en silencio y afirmaba
con movimientos de cabeza, pero siendo curiosa intervino.
-¿No sería posible Eliza que nos
enseñaras todo lo nuevo que hay. ¿Cómo es el Cusco donde tu estás?. Podríamos
ver lo más importante. Ya que se ha presentado la oportunidad de ver a un nuevo
Cusco no la perdamos. Mira Luisita, nosotras vivimos en un Cusco tranquilo,
atrasado, donde nada sucede. Cómo nos vamos a perder adelantos increíbles,
cambios sorprendentes. ¿No podría Eliza mostrarnos lo más extraño que hay? Lo
que hemos visto es poco. ¿No es así Eliza?
-Sí, tú tienes razón.
-Eso no
puede ser, no vale la pena porque si todo sale bien no habrá ocurrido y se
borrará de tu mente. En vano intentas conocer el futuro. No existe para
nosotras -reiteró Luisa-. Tú, Adi, te estás dejando ganar por tu curiosidad, y
tú Eliza, vacilas entre dos experiencias. Te diré qué vamos a hacer.
La tarde ha vuelto a llenarse de oros
dije para mi interior, como aquella en que salí a caminar y nos vimos. Hay un
polvo dorado en la calle y tengo calor como si estuviera afiebrada.
-¡Esto es delirante! -exclamé.
-Eliza, atiende por favor, suplicó
Luisa. -Volveremos a hacer el mismo recorrido. Anda, regresa a Santo
Domingo y cruza los dedos.
-¿Para qué?, - repliqué automáticamente.
-No te quedes con nosotras, por favor.
Vuelve a tu antigua casa y camina lentamente hacia la esquina de Panpa del
Castillo. Nosotras estaremos viniendo para converger en la esquina. No nos
mires y pasa rápidamente. Adita y yo haremos lo mismo. No vayas a detenerte.
Vamos a intentar lo imposible. Te queremos, Eliza, es por tu bien.
-Yo las quiero también. Quizá más que
antes. Hemos vivido unos momentos encantadores que siempre recordaré.
-Te equivocas. Olvidarás todo y a
nosotras nos pasará lo mismo. En cada Cusco la vida seguirá su curso.
-Vamos, Eliza.
-¿Un abrazo de despedida
-Eliza, no te confundas. Entiende que
estás aquí por casualidad en tus mejores años, en los inolvidables, pero tienes
una vida vivida. También el mundo que es el tuyo, el verdadero, es diferente,
está en otra parte con todas sus novedades y modernidades. A ese tienes la
obligación de regresar y dejarnos en el nuestro…
Alfonsina Barrionuevo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario