El Nacimiento de
Jesús inspiró a Kukuli para hacer una graciosa estampa. El pollino de orejas muy largas y el buey acompañan a una
Virgen de ojazos grandes. Los Reyes Magos aparecen con sus clásicas ofrendas,
la mirra, el incienso y oro. No hubo mucho que explicar. A medida que crecía
iban cambiando sus temas. Después vendrían los jinetes de la Apocalipsis
ocasionando muchos comentarios.
UN REINO DE PALMERAS
El suri, un gusano gordo que se albergaba entre las
sábanas de seda de una palmera fue mi primer contacto con ellas. Lo debo al
amauta Javier Pulgar Vidal quien me invitó a saborear este singular espécimen
en su residencia. El suri o wayt’anpu frito es un chicharrón exquisito. Llegué
un poco tarde y sólo quedó su grasa blanquecina que el doctor me ofreció en una
tostada para que apreciara su sabor. Me gustó, de veras. Me quedé con las ganas
porque a él se lo enviaban de Huánuco para su deleite.
A la fecha he aprendido algo más de las palmeras que
lo cobijan y de otras que regalan sus frutos dulces para la gente en las
ciudades de la omagua y la rupa rupa. Palmeras que tienen además de éstos otros
usos interesantes entre las naciones que viven en su frágil ecosistema
cuidándolas. Una sabiduría que no alcanza a los gobiernos que hacen tabla rasa
de esta hermosa región que posee una biodiversidad impresionante.
Betty Millán, magíster en botánica tropical y doctora
en ciencias biológicas, señala que la apetitosa larva se arropa en el capullo
que teje en el tronco de tres palmeras diferentes, el aguaje, el ungurawi y la
shapaja. Su madre, un coleóptero de la selva, deposita sus huevos en sus
fisuras. Los seres humanos u otras criaturas de la foresta pueden interrumpir
su ciclo cuando lo atrapan. Ya no será un escarabajo pero sí fuente de
proteínas para los afortunados comensales.
Desde 1989 y con informes anteriores se han
contabilizado hasta 1,500 palmeras que despliegan con orgullo sus hojas
ovaladas, alargadas, lanceoladas, con formas irregulares o crestas que se abren
como abanicos. En Loreto, Huánuco, San Martín, Madre de Dios y Amazonas, existen
muchas que son nuevas para la ciencia.
Teniendo en cuenta la condición fértil de la tierra
en Lima Betty Millán espera aclimatar algunas variedades en el vivero del Museo
de Historia Natural. Para un primer intento tiene la Astrocaryum o huicungo que
puede crecer hasta cuatro o cinco metros, de hojas con agujeros que parecen
caladas; la Chamaedorea fragans, sangapilla o shicashica, cuyas flores de color
blanco crema desprenden un olor parecido al durazno y la Ceroxylon quindiuence
que puede estirarse hasta llegar a veinte metros. En su momento, cuando se
multipliquen, pueden brindar un vistoso aspecto ornamental así como perfumar
con su aroma las vías de la ciudad.
Siendo tan alto su número podrían exhibir en vitrina
las dotes generosas de la naturaleza en flores de variados colores, caprichosas
espigas o racimos, frutos comestibles muy agradables y de alto valor nutritivo y finalmente su
aptitud para la industria de la construcción.
Desde el 2009, según dice, el Perú participa en un
programa sobre palmeras con Francia,
Alemania, España, Dinamarca, Inglaterra, Colombia, Ecuador y Bolivia. El
trabajo de campo se realiza en expediciones por vía fluvial y carrozable. Los
riesgos no se miden cuando se trata de una gran tarea. Una víbora en la trocha,
un margay o pequeño gato montés que pasa por ahí, la picadura constante de
nubes de mosquitos, se afrontan.
Los jugosos frutos de varias palmeras como el aguaje,
el pijuayo y el ungurawi son aprovechados para elaborar refrescos y helados en
ciudades como Iquitos y Pucallpa, además de pueblos circundantes, la Euterpe Catinga es una vieja
conocida en los campamentos turísticos con el nombre de chonta.
Sus usos abarcan más rubros, pues, obedecen a las
necesidades de esa población desconocida de las naciones amazónicas de selva
alta y baja. Sus conocimientos milenarios sobre ellas son patrimonio de la humanidad. La Oenacarpus bataua, la Bactris
gasipaes y la Astrocaryum chambira, para citar algunas, tienen
condiciones y valores que podrían acceder a diferentes mercados.
Sus frutos son alimento y sirven también para
aplicaciones medicinales, su aceite para fabricar cosméticos y su corteza para
confeccionar artesanías. La Chamaedorea pauciflora curiosamente tiene
propiedades como desodorante. En cuanto al aspecto de la construcción estaría
la Socratea exorrhyza para pisos y la Phytelephas tenuicaulis para el techado
de las casas.
Las palmeras forman parte de un universo que se mueve
en la espesura, mariposas, arañas, murciélagos frugívoros, monos, ardillas, picaflores
y otros. La gente de la inmensa región de los árboles y los ríos sabe cómo
manejarlas para no afectar su existencia. Para cosechar sus frutos se deslizan ágilmente
por sus troncos y no necesitan cortarlos como hacen los que llegan de otras
partes, simplemente los doblan.
En los últimos 25 años se han hecho encuestas entre
los amawaka del río Bocapariamanu, Madre de Dios; los nawas del río Serjali,
Ucayali; los shipibo conibo, del río Ucayali; los ashaninka de San Pedro de
Pichanaz, Junín; los aguaruna del río Marañón, Amazonas; los wanbisa del río
Santiago, Loreto; y, los cocama-cocamilla del río Pacaya Samiria, Loreto; con resultados
sorprendentes.
Según explica Betty Millán el enfoque de los trabajos
taxonómico o ecológico proveen informaciones etnobotánicas y también de
botánica económica, con una posible implicancia dentro de un marco de
desarrollo sostenible. El manejo organizado de las poblaciones naturales, el
desarrollo de sistemas agroforestales o la recuperación de suelos degradados y
espacios deforestados.
En lo que se refiere a su empleo se anotaron unos 268
diferentes en 16 categorías. Los más frecuentes fueron construcción (pisos,
puertas, muebles, postes), comestible (frutos, refrescos, helados), artesanal
(soguillas para canastas, etc.) y medicinal (sal vegetal), perfumes y tintes.
Hasta ahora la agroindustria trabaja con tres
palmeras, el cocotero, la palmera aceitera africana y la palmera datilera, que
monopolizan los circuitos comerciales a nivel mundial. Casi no hay espacio para
las palmeras nativas que tienen mucho que dar. ¡Oro vegetal que se desperdicia!
Alfonsina
Barrionuevo
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