domingo, 12 de noviembre de 2017

KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES 
Un ave mágica del paraíso. A Kukuli le gustaba sorprenderme. Su cabeza está a la izquierda. Ella oculta su pico debajo del ala. Las caudas de su cola son enormes, como las pudo ver en el zoo de su imaginación. Guardo slides de sus dibujos que fui fotografiando a medida que los hacía. No están todos, pero dan una idea de sus etapas. Al cabo espero poner algunas piezas de cerámica de su próxima exposición del Corpus de Qosqo.   


EL CORPUS EN LOS ANILLOS DE QOSQO

-… les cuento que me gusta escuchar las historias de la gente en la cocina, calientita por el fogón que se alimenta con bosta...
          -¿Qué cosa es la bosta? ¿Una clase de leña?-, preguntó Luisa.
          -La bosta, para que sepas, son los desechos deshidratados de las tripas de las vacas y los caballos. Se usan para cocinar a cuatro mil metros de altura.
          -A ver, repite- preguntó Adita, entre risas.
          -No sé que tienen de raro esos desechos deshidratados…
          -Eliza, di simplemente estiércol y te entenderé. Si quieres puedes agregar estiércol deshidratado y no me voy a sentir incómoda.         
-¿Así que en esos lugares se cocina con bosta? -agregó Luisa.
          -Por supuesto. No hay leña. Sólo algunos qollis y qewñas que nadie se atrevería a cortar.         
-¿Y la comida  huele a bosta?
          -Ya ves, tenías que decirlo. ¡Claro que no! Si quieres comer con gusto tu lengua de suegra  piensa en otra cosa- le respondí.
          -Tienes razón. Vamos por un vaso de leche con ese delicioso pastel.……
Subíamos  hacia la calle Nueva cuando pasó un ómnibus de lujo.
Ambas abrieron los ojos y luego vino la consabida pregunta como si yo fuera una guía del futuro.
-¿De dónde salió ese carro, Eliza?  Es el primero que vemos en nuestra vida. ¿Por qué está aquí?
-Es el ómnibus que lleva a los turistas a la Estación de San Pedro. ¿Pasa y repasa y ustedes están en la panpa?-, repliqué con indiferencia apresurando el paso.
-Es nuevo y  se ve requetebién. Me gustaría subir.
-Tendrías que ir a Machupiqchu. Es sólo para los pasajeros. Me han dicho que tiene asientos de terciopelo y una elegancia que apabulla. Te sientes asorochada.
-¿De dónde sacaste esa palabra? ¿Cómo es sentirse asorochada, te refieres al soroche que afecta a la gente de la costa?
-Más o menos, como mareada de ver tanto lujo. Compara no más entre ese ómnibus y nuestro Tayankani.
 -Yo lo quiero al Tayankani porque no tengo que caminar y aunque entren las señoras del campo con sus gallinas, sus cuyes y sus flores con ruda, estoy acostumbrada. Claro, que no nos sentirnos menos. Algún día iremos a Machupiqchu como pasajeras de primera clase. Por ahora tenemos nuestra limusina de veinticuatro asientos.
-¿Qué limusina?
-En una novela de Delly dicen que había un jeque del Sahara que se mandó hacer un automóvil con doce asientos para llevar a todas sus esposas.
-¡Ja, ja, ja!, ya te comprendemos Eliza. Así que te vas a Andahuaylillas en tu limusina de veinticuatro asientos, el Tayankani. ¿Y el jeque?
-¿Quién quiere un jeque viejo aunque esté bañado de oro?
 -¡Ay Eliza, nos gusta la forma con que tomas la vida! Te diviertes y nos entretienes.
 -Es que esa plata de los turistas patina con los contrastes.
 -¿Cómo es eso?
            -Llegan en el ómnibus moderno a la estación y el tren, en cambio, es un vejete. Alguna vez tendrá coches de lujo. Por ahora  sube despacio las curvas del cerro de Piqchu con sus vagones achacosos. Va de una curva a otra y resopla para entrar a la siguiente. Le llaman la Teterita de Latorre.
-¿Sabes muchas cosas, Eliza? ¿Por qué es la Teterita de Latorre?.
-Porque colocó sus rieles un señor Latorre y Teterita porque va echando vapor como las pavas de te piteado.
-Si este año saco buenas notas pediré un viaje a Machupiqchu como premio -aseguró Luisa.
-Y yo, -le siguió Adita.
Me abstuve de desear lo mismo. Ir a Machupiqchu era un sueño que costaba mucho y era mejor ser realista. Llegaría el día en que también podría conocer el santuario y así fue. Viajé en vagón y también me di el gusto de ir a pie, caminando cuatro días por el Camino Inka, haciendo ch’allas de flores y collares de Apus, es decir saludando a los espíritus tutelares de los cerros circunvecinos, para admirarlo desde el Inti Punku, “la puerta del sol”. ¡Aquello era sentirse remecida hasta los tuétanos! La impresión se completaba con las cumbres circundantes del Putukusi, el Kutija y otros cerros cubiertos de fronda; los árboles como crespitos y abajo el sagrado Willkamayu, el río que nace de una lágrima solar.
-Bueno, nos vamos a la casa. Nos vemos, Eliza, -dijo Adita..
-Yo iré a comprar un pan de Oropesa de cebada, ligeramente amargo, y me compraré una chancaca para no sentir su sabor. Es que se trata de un pan gordito con harta miga  que quita el hambre.
La tarde comenzaba a caer y perdía su color dorado. Estaba nuevamente en el presente y volví al hostal. Muy en el fondo mi preocupación iba en aumento. Viajé a Cusco por unos días y ya no sabía cuántos estaba después de mi encuentro con las chicas. Tenía que volver a mi trabajo en Lima pero no podía desprenderme de ellas. En los intermedios hacía mis tareas normales. Hasta que el sol nimbaba las cortinas del aire. Entonces aparecían y me variaban todos mis planes, como pasar vertiginosamente del presente al pasado y viceversa. En el fondo me gustaba vivir nuevamente los tiempos de colegio. Pero, ¿hasta cuándo? Entonces sentía una ráfaga helada que me atravesaba desde la cabeza, pasando por mi columna vertebral hasta los pies.
¿Y las chicas?
Las vi correr con la capa encima de los hombros. Chicas locas. Era la Entrada del Corpus y corrimos para ver entrar a la Catedral a los últimos santos.
-¡La que llega al último es un quelonio...!
-¿Cómo?
- Una tortuga...
Olvidábamos a las demás, a todo el mundo, y corríamos para ver pasar a la Virgen de Belén. Sus pesadas andas de plata labrada hacían trastabillar a los cargadores, que amarraban bien fuerte su q'epe a la espalda para ayudarse a  sostener sus gruesos  soportes.
            Aunque llegaba desde su iglesia en traje de diario ya se veían algunas joyas entre sus cabellos, las famosas agujetas de perlas. El pueblo amaba a la Mamita. Ella alejó la peste del Cusco por el siglo XVIII y hacía llover cuando amenazaba la sequía. Apareció flotando en el mar, frente al presidio del Piti Piti en el Callao, con una carta encima de su caja  que decía: "Para el Cusco".
El día de la entrada jas monjas ignoraban nuestras súplicas y no nos dejaban salir un poco antes. Jugaban con nuestras ansias.
-Orden señoritas -mandaba la madre Sacro-. No pueden seguir la procesión con el uniforme. Si quieren ir  vayan a cambiarse primero.
Mientras tanto la procesión se acabaría. Ella se las sabía todas, pero veríamos a las últimas señoras celestiales. La gracia estaba en alcanzarlas y por eso cuando se abría la puerta del colegio salíamos en una estampida incontenible hacia la esquina de la calle angosta de Santa Catalina.


Al día siguiente las parroquias se afanaban y ufanaban para sacar lo mejor que podían a sus santas patronas y patrones. A la cabeza marchaba San Antonio Abad, que dió su nombre a la universidad. Los agricultores le llaman con respeto el santo qollana, porque encabeza el desfile como “capitán” de las faenas del campo. San Jerónimo que llega con su tremendo sombrero rojo en carro por la distancia. San Blas, el patrón de los artistas populares con sus guantes rojos, yawar maki "manos de sangre" porque hace siglos apoyó a unos guerrilleros que ayudaron a sus devotos a defender sus minas de sal. Sus monaguillos nos daban siempre risa. San José muy serio, llevando de la manita al Niño Dios que lo mira como pidiendo un dulce, y no sabíamos cómo darle uno de almendra. San Cristóbal, el gigante que hacía pasar el caudaloso río de Lizia a los viajeros de una ribera a otra, lleva al Niño Dios sentado en el brazo. Según una historia éste le rogó que lo hiciera criuzar y de pronto comenzó a pesar mucho. Cuándo le preguntó qué pasaba el Niño le contestó sonriente: “¿No ves que cargo el mundo?  El Patrón Santiago va a caballo, con su espada levantada para contener a un pobre diablo que sostiene con una mano la panza de su caballo. San Sebastián nos conquistaba porque parecía recién salido de la chacra. En su árbol de molle al que estaba amarrado sus devotos colocaban loritos que hacían ¡cheerrr! en cada movida de anda. San Pedro, el santo portero del cielo que sale de una iglesia de piedra, nos conmovía por su evangélica pobreza. Siempre nos llamaba la atención las walkas, collares de papas, que llevaba la chaposita Santa Bárbara Doncella, adornando su anda. Santa Ana que que concibió  a la Virgen cuando tenía  edad para ser su  abuela. La veíamos vieja y un poco  agriada por los años. En cambio queríamos a La Purificada, de un rostro precioso, que mirábamos con arrobo. Cómo no querer a la Virgen de la Almudena, obra del maestro escultor Tuyru Tupa Inka, que parece una ñust’a imperial. Afirmaban que su esposa, también de la nobleza imka, fue su modelo.  

Resultado de imagen para corpus en cusco-¡Eliza, de dónde salió esa Virgen chiquita que es una preciosura! – Susurró alguien a mi lado. Era Adita que estaba con Luisa.
-Chicas, vayan un poco más despacio. Están gastando mi nombre. Esa imagen que tiene unas andas divinas es la Virgen de los Remedios que sale de Santa Catalina. Ya la están rodeándola los conjuntos de bailarines de la diablada que llegan desde Puno para acompañarla porque son sus devotos.
-Te pasas, Eliza, con esas historias.  A lo mejor nos resultas escribiente.
-Escritora.
-Da lo mismo.
 La Inmaculada Concepción, dueña y señora  de la Catedral, es la última en salir y cierra la procesión del Santísimo. Se llama la Linda desde hace siglos. ¿No les parece que es linda?

-Sí, y vamos en busca de nuestro chiri uchu. ¡Nos veremos Eliza!

Alfonsina Barrionuevo

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