KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES
A los 12 años de edad Kukuli decía que
no le gustaba copiar la realidad. Por eso sus vikuñas se fueron estilizando
cada vez más. En sus alas de encaje escribió la palabra amor. Un día le pidieron que
dibujara la costa, la sierra y la amazonía. Ella lo hizo a su manera. La costa
era una vikuña con el mar en su cuerpo,
lo mismo la sierra con sus cerros y la selva con árboles y flores.
CUSCO EN LOS ANILLOS DEL TIEMPO
-Eliza, ¿cómo estás? -me saludó el
amigo de mi hermano.
-Hola
Abel, estoy bien, ¿y tú?
-Con
ganas de verte, cada día más guapa.
-Gracias
por la flor, ¿vas a tu clase?
-No
es un piropo, es la verdad. Si, voy a enseñar literatura. Ha pasado el tiempo y
ahora soy profesor.
-Que
te vaya bien, -lo despedí al ver que venían Luisa y Adita.
Se
alejaba cuando llegaron apuradas.
-Oye, ese es Abel,
¿verdad? –comentó Adita.
-Sí, pero vamos. Se
nos hace tarde y tengo que cambiarme. ¿Me ayudan a sacar mi falda que está
debajo del colchón..
-Sí.
-Y me quedé callada. Adita lo vió como en nuestros tiempos de colegio.
¿Comenzaba a pasar algo? -Bueno, ¿me
ayudan?
Levanté la esquina
del colchón asombrada de que estuviera allí y ellas tiraron de mi falda azul.
Todas la plisábamos de la misma manera, desde el sábado, después de limpiarla.
Nos complicaba el día coser los pliegues y pasar por encima una plancha
caliente de carbón. Pesaba y había que prenderla con un cabito de vela. A veces
la dejábamos en la puerta del cuarto para que el viento la atizara.
Ellas se pusieron de espaldas y me coloqué rápidamente la blusa, la falda, la corbata y la capa.
-¡Lista,
vamos!
Y
me olvidé de escudriñar mi cuarto como era mi deseo. Sólo vi la punta de la
colcha, del colchón y las tablas de la cama. Una oportunidad que nunca más iba
a tener. Pero, en ese momento era la otra Eliza y me comporté como ella.
En
el camino encontramos a las mercedarias. Tenían un traje marinerito. La capa
nos gustaba más. En los desfiles la lucíamos. Recuerdo a Matilde que estaba
sólo en Segundo de Media y sin embargo fue la brigadier general y llevó al
colegio en el desfile de las Fiestas Patrias. Estuvo linda con la capa de seda
y los lazos dorados que iban de la derecha a la izquierda sobre su pecho. Fue
la última vez que la vimos. Decían que la habían casado. Así disponían los
padres de nosotras. Fue una brigadier de lujo. Buena talla, esbelta y unos ojos
con estrellas verdes en el fondo. ¿Habrá sido feliz en su matrimonio o fue otra
suma de violaciones legales?
Todo pareció muy natural. De
pronto caí en cuenta. ¿Cómo estaba allí mi cama y debajo mi falda que ambas me
ayudaron a sacar?
No
hubo tiempo de seguir pensando. A ellas les faltaba ruedas en los pies para
llegar pronto y a mí también. A las ocho en punto cerraban las puertas del
colegio y si llegábamos tarde nos quedaríamos fuera. Finalmente corrimos por
Pampa del Castillo y la calle Arequipa. Llegamos sofocadas pero sonrientes. A
nuestras espaldas Juan, el portero cerró la puerta. Después la abriría y
cerraría la reja. Los profesores, los mejores que tuvimos, entraban para la
primera clase. También los proveedores de las monjas y de vez en cuando algún
padre de familia.
De
pronto me vi fuera con ropa de vestir. Se me acercó Teresa. Vivía a dos medias
cuadras de mi casa. Más o menos por la mitad de Pampa del Castillo. En una casa
señorial, con dos escaleras que se daban frente, una pileta al medio, muchas
flores en el gran jardín y en la parte alta, como se acostumbraba, el comedor
entre varias columnas, todo cerrado con ventanas de cristales que permitían
ver, sin que se notara, quién entraba.
Solía
decir que era nieta de don Serapio que fue presidente del Perú y no le
creíamos. Mucho después le di la razón. Había un Serapio cusqueño que lució la
banda presidencial y realmente era su
bisabuelo. Aunque nosotras no le creíamos
ella se sentía muy orgullosa del antepasado que conoció sólo de oídas.
-He visto pasar al cabezón, el quimiquito, que fue nuestro
profesor. Recuerdas que al preguntar
sobre algún elemento de la tabla de Mendeleyeff Ridberg Sas, respondiéramos bien o mal, terminaba diciendo: Bueno,
señorita, asientito nomás.
-Esa
es historia blanca. Cómo gozábamos cuando tuvimos que poner en el examen las
equivalencias de los elementos y parte de las compañeras las copiaron en sus
piernas. Se volvió loco. Daba la media vuelta y alguna se levantaba la falda
para leer lo que había escrito. Se daba cuenta y a zancadas se acercaba y se
veía burlado cuando ella se bajaba la falda con una mirada de reproche y a
veces con una pregunta desafiante.
-¿Algo
se le ha perdido, profesor? ¿Lo ayudo?
Y
no podía pedirle que se levantara la falda. Todas le hubiéramos silbado. Sólo
una vez se atrevió con Giorgia.
-A
ver señorita.
-¿Qué
cosa profesor?- .contestó muy oronda.
-¿Qué
tiene ahí?
-¿Quiere
que le muestre mi pierna?
-No.
Quiero ver lo que tiene escrito.
Coquetamente
la muy sabida levantó la esquina del otro lado que la tenía cruzada y lo miró
sacando la lengua para humedecerse los labios. El pobre profesor no vio nada
como era lógico y apenas se volvió escuchó las agresivas risas de su grupo.
-Las
piernas de Giorgia son buenas, profesor. – No son como las mías y le mostró una
de las suyas con un arrojo que no hubiéramos tenido nosotras.
Ya era mayorcita.
-¿Quiere ver las
nuestras?- preguntó a sus espaldas el salón.
El
pobre nos hubiera querido fulminar con una respuesta fuerte pero éramos
señoritas. No se podía quejar a la madre porque sería motivar un embrollo donde
hubiera salido perdiendo por no hacerse respetar como debía ser por el
alumnado. Enfurruñado estuvo caminando
todo el tiempo por los pasadizos entre nuestras carpetas y con eso impidió más
plagios. A Giorgia la jaló y ella tampoco pudo reclamar.
Nuestro
grupo jamás tuvo un rojo. Ni siquiera con la madre Federica encargada de
enseñarnos economía doméstica. ¿En qué consistía? En tejer y bordar. Nunca
terminamos un ropón ni un polko de bebé. Tampoco llegamos a bordar
sábanas.
A la hora del examen estábamos
seguras que tendríamos un cero redondo sin solución. Habría que ir al colegio
en vacaciones y recibir la protesta de mi mamá porque tendría que pagar media
mensualidad por no haber prestado atención al curso de labores.
No llegaba a
suceder porque la madre Federica, como un ángel vestido de negro, aparecía con
sus colchas tejidas y sus manteles bordados.
- ¡Tomen chicas y
para el próximo año trabajen! -recomendaba mientras nos repartía los suyos.
Bendita madre, era gruñona y sin embargo nos quería. No podía ser de otro modo.
De
pronto también aparecieron las chicas y el colegio se borró. La puerta estaba
cerrada y vestían como yo traje de calle, sin uniforme.
-Eliza,
¿qué es esto? ¿No estábamos en el colegio? ¿Adónde se fue?-, se alarmó Adita
como siempre.
-Me
preguntas y yo tampoco tengo explicación o hicimos alguna travesura y nos
sacaron.
-¿Y
esa fuente, Eliza, frente a la iglesia de Santa Catalina?
-A
mí no me pregunten, cuando entramos al colegio no estaba allí.
-Es
bonita, aunque los animales de bronce no corresponden a nuestra realidad, -dijo
tranquilamente Luisa. -El puma sí, pero los otros no me gustan. ¿Y esa
librería? Vaya que es grande.
Sus exclamaciones
al encontrar libros sobre Cusco, Machupiqchu y Puno escritos en inglés y con
muchas fotografías en colores. Me hice a un lado para que no me viera el
librero que me conocía.
-¿Eliza,
por qué hay tanto libro en inglés?
-Ustedes
no terminan de entender y yo me estoy cansando. Con los turistas que están
viniendo tiene que haber libros en su idioma. Es un negocio bueno para la gente
que escribe sobre esos temas. ¿Por qué no vamos a ver si las monjas siguen
vendiendo los dulces de almendra?, - propuse para pasar el rato.
-Tienes
razón, vamos. Me han gustado esos libros con buenas fotografías, pero no
entiendo lo que dicen en sus carátulas. ¿No escriben en qechwa?
-Y
también mankap’aki, el viento niño que hace sus ollitas en las playas de los
ríos?
-¿Y
el viento mujer que pasa entre los maizales?
-¿Y
el viento joven que va volteando las piedrecillas a la orilla de los ríos?.
-Bueno,
¡déjense ya de tanto viento! –reclamó Luisa-. Quiero los dulces de almendra…..
Alfonsina Barrionuevo
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