domingo, 13 de agosto de 2017

¿QUÉ ES UNA OVEJA? 
¡UNA NUBE CON PATAS!

Un niño vale…

¿Cuánto vale un niño? En Europa los gobiernos pagan una pensión por cada niño que nace. Un país sin niños podría desfallecer de vejez. En nuestro país los niños sobran. Sufren falta de amor y con ella de pobreza y discriminación. Pocos perciben que son nuestro futuro. Los niños son un patrimonio que cuidar. Por eso recuerdo a una gran mujer que luchó y sigue luchando por ellos a través de sus descendientes.

"¿Qué es una oveja?", preguntó Tania Castro en el III Encuentro de Escritoras del Sur. De estar viva y en el Qosqo doña Paquita Benavides, la esposa del Presidente Oscar R. Benavides, hubiera sonreído. A esa pregunta sólo un niño o un poeta podría dar una respuesta linda. "Una oveja es una nube con patas." De inmediato les hubiera entregado las bolsas de pan que confeccionaba con los niños de su escuela, ilustradas con los mejores poemas infantiles. En ella la idea de que toda mujer lleva un niño dormido en el corazón se convertía en acción.

En 1911, siendo todavía soltera, fundó "Entre Nous", una gran institución cultural Apoyaron con entusiasmo su inquietud Rosalía García de Lavalle, Angélica Palma, Enriqueta de Alvarez Calderón, Virginia de la Puente, Luisa Moreyra Paz Soldán y Graciela Sosa Artola. Una institución limeñísima con una hermosa casona y directivas que continúan su labor por dar el sitial que corresponde a la mujer peruana dentro de las letras, el arte y la música. En una época en no se soñaba con alcanzar su derecho al voto ella se preocupaba en ayudarle a superarse.


Admiraba a su esposo por su amor al país y su entrega incondicional hasta el heroísmo defendiendo nuestro territorio. Viajó con él acompañándolo al extranjero, cuando sufrió un injusto destierro y después por los cargos que debió desempeñar. El día que le tocó asumir la responsabilidad de gobernar ella se esforzó por aplicar el espíritu humanitario que encontró en otros países. Inglaterra, donde aprendió la sencillez y la casi austeridad de la Reina, y Estados Unidos, donde conoció a una gran mujer, Eleanor Rooselvet, esposa de su presidente.

El Perú, donde le tocó vivir, también estaba marcado por las diferencias sociales. Los niños eran como hoy el sector más vulnerable. Ya encontraría el camino para darles ayuda. El Palacio estaba ruinoso pero en los banquetes y recepciones se disfrutaba de abundantes comidas, bocadillos y licores. Sin que lo advirtieran redujo con talento los gastos excesivos. Había que luchar contra la desnutrición, dar asistencia médica y proteger a los inocentes que estaban en peligro físico y moral.

Su amor y su respeto por quienes tenían menos se manifestaban en cincuentidós servicios asistenciales que se convertían de sueños en una bella realidad. La Escuela de Servicio Social, la Escuela de Sordomudos, Colonias Vacacionales, Jardines de Infancia, Hogares Transitorios y otros, llegando a tener 52 servicios a su mando. En algún momento los agrupó en la "Unión de Obras de Asistencia Social". Para ella la alimentación era principal y procuraba que los niños, por quienes velaba como si fueran una extensa familia, no sintieran el azote del hambre. Es tierno pensar que nunca faltó en sus manos el pan de cada día.

Lima fue cambiando a medida que avanzaba el siglo y sus necesidades aumentaban. Había que multiplicarse y aunque los años se hacían polvo en sus manos se dedicaba a una tarea filantrópica que la mantenía con una gloriosa juventud de alma. Hacer el bien respondía a a su constante preocupación social y su sentimiento religioso, sin excluir a nadie ni crear barreras, según dice la historiadora y antropóloga María Angélica Matarazzo de Benavides. Cuando la muerte llamó a sus puertas mereció entrar a la Cripta de los Héroes y descansar al lado de su esposo. Un alto honor para una Primera Dama.  

Antes y después de estar en Palacio doña Paquita no se daba descanso. En su tiempo el papel de la mujer, bajo un paternalismo tradicional, era lucirse en los salones si pertenecía a las clases acomodadas, ser simplemente ama de casa o trabajar en quehaceres humildes. Sin embargo ayudó a miles de niños y creó una mística que siguió y un día le tocó heredar y continuar a su nieta María Adela Benavides de Lizier. La ayuda prestada a 3’766,730 personas por "La Unión de Obras" justifica la alta distinción que recibió y alcanza a los miembros de su Comité Ejecutivo y Directivo que la secundan ad honorem, mostrando una alta sensibilidad. Doña Paquita no podía ver caritas tristes. Gracias a ella hay sonrisas en miles de niños a quienes les llega a través del tiempo. Sus enseñanzas persisten con eficacia en obras sociales. Una visión moderna que se proyecta bajo su sombra benéfica desde el siglo pasado.¡La alegría de los niños vale un mundo! 

Alfonsina Barrionuevo


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