domingo, 20 de agosto de 2017

LOS FAMOSOS WIRAPANPINOS
                 
El taita Santiago de las Españas llegó a Wirapanpas y dio un nuevo encargo a sus pobladores. En adelante todos serían ladrones, buenos, regulares y malos. Al principio la gente no entendió. Poco a poco aprendieron. Un dia le demostraron al santo que su siembra dio resultados. Cómo no, si tenían un gran maestro.
En 1975 Ricardo Valderrama y Enrique Rosas, antropólogos de Qosqo, me contaron sus asombrosas experiencias de campo y me deslumbraron con su historia en una tarde gris con aroma de café. Tuvieron que vivir en la comunidad apurimeña para que ellos en confianza acabaran revelándoles el origen de su extraña raíz.
“¡Pero, cómo no si robamos con la venia celestial del Patrón!” 
De hecho, en las comunidades la honradez es ley, pero en Wirapanpas el Taita Dios Santiago instauró el robo.
“Los inútiles serán buenos cristianos”, les dijeron con absoluta sinceridad. “Los mediocres serán aquellos que caigan siempre en manos de la justicia. Los más capaces harán crecer bajo su  sombra la abundancia.”
“Así dijo el taita y dividió a los cristianos en tres grupos, dijo Enrique Rosas. La prueba que les puso hizo temblar a los más templados. Un leqecho hembra, pájaro de la puna de un finisimo oído, sería la jueza sin saberlo, porque tendrían que robarle sus huevos.
El primero no llegó a meter su mano en el nido y fue corrido a aletazos. ¡Tremendo inútil!  El segundo esperó que se durmiera y ya estaba por sustraérselos cuando fue descubierto. Sólo el tercero la hizo roncar valiéndose de unas hierbas y triunfó sobre los otros, menos listos.”        
Ambos sacaron más datos de su mochila de caminantes y calentaron el día invernal.
No imaginé que el mismo Santiago el Mayor, podía dar a los werapanpinos otra lección inesperada con su ejemplo allá donde el cielo y la tierra se juntan. El santo les enseñó a robar con su mal ejemplo cuando bajaba a  Chalwawacho. Como era grande y robusto su peso agobiaba a su caballo. El pobre tenía el lomo lleno de mataduras. En eso encontró a su hermano Santiago, el Menor, y le envidió su caballo alto, hermoso, con cascos de concha y perla.”

Resultado de imagen para cotabambas apurimac“Juntos caminaron conversando como dos buenos amigos. Juntos se echaron para dormir a orillas del manantial, envueltos cada uno en su capa. Pero Santiago, el Mayor, era ladrón fino. Mientras dormía Santiago, el Menor, le robó su cabalgadura. Por eso no es pecado robar ni entre hermanos. Sólo los tontos se descuidan”.
Los wirapanpinos son desconfiados pero Ricardo y Enrique se ganaron su confianza y les hablaban francamente de sus correrías. Me explicaron que para ellos el robo es una institución. “¿Acaso los blancos no les robaron su tierra a los indios? Sólo estamos cobrando. Además Patrón Santiago fue el mayor ladrón que llegó después de los Inkas y está en la iglesia. Antes de los españoles era feo robar, era malo, se cortaba la mano del ladrón. Taita Santiago cambió eso. Nosotros seguimos a Taita Santiago, lindo patrón. En el pueblo todos tienen sus oraciones para robar.”
Los wirapanpas creen en Lloqe Santiago, Inka Rey, y en Paña Santiago o P’unchay Santiago, el santo cristiano. Cada uno tiene su dominio y recibe sus ofrendas junto con la Pachamama y los ruwales, espíritus telúricos. El kinsa ñeken reza el Ave María al revés y llevan consigo cierta layqasqas, hechizos, para que los perros se duerman cuando van a robar y contagien su sueño pesado a los dueños. Ellos diferencian el robo del asalto que a veces camina con la muerte. El robo no solo es una ley de la costumbre. También cumple una función social. Por ejemplo al avaro o al antisocial se le castiga con el robo y éste acto es aprobado por la comunidad. “Patrón Grande roba Patrón Chico, nosotros robamos también”.
Cuando pueden llevan fusil en el arzón. Sin embargo, el arma de la mayoría es el liwi o boleadora que se amarra a la cintura. Los cronistas dicen que se inventó en tiempos de Manko II para enfrentar a los españoles. El liwi tiene tres puntas que rematan en piedras recogidas en el Hatun Mayu, río grande. Cada una se  envuelve en un cuero sacado de una cabeza de res y dentro se coloca koka o mukllu que es su semilla para pedir la ayuda de los espíritus de los cerros. Su fuerza mágica viene del sebo de culebra que se enrolla en las patas del caballo o de la res con facilidad; las uñas del águila o wamancha, para que se prenda sobre su presa; la kechifra o pestaña del ojo izquierdo del buey para que vaya en dirección recta; las pestañas del puma para que vea en la oscuridad. La triple soga esta trenzada con el pelo de la cola del caballo

Una boleadora bien dirigida puede hacer caer a regular distancia una res, un equino y hasta un hombre. Dos de las bolas giran por encima de la cabeza del jinete y la tercera, en su mano izquierda, aguarda el momento del vuelo, para salir disparada con las otras. Y la víctima cae en plena carrera. Sirve también para luchar cuerpo a cuerpo y de un golpe puede partir cabezas. En las batallas del Chiaraqe, Qosqo, muchos jóvenes guerreros pelean con liwis.
“Por desgracia cada día hay menos que robar”, dicen los mozos de Wirapanpas. Cuando no roban cultivan la tierra. Tienen hasta 90  variedades de papas y kinua, kañiwa y otros productos de pan llevar, entre 3.400 y 4,000 metros de altura.

Ricardo se fue a Qosqo en avión y también Enrique, a quien le fascina poetizar el mundo mágico de la Cordillera y ha rodado alguna vez con los ukhukus, esos osos humanos, por los toboganes de hielo de Qoyllur Rit’i, ha comprado sueños en la feria de los sortilegios, ha traspasado los umbrales de dos mundos.

Lima se ve linda con sus celajes a lo largo de la costa. Es su maquillaje del atardecer. El viaje no es largo cuando se vuelve a la tierra. Sin embargo, ellos  se van en busca de lo suyo, menos ruido, más claridad, cielo azul, viento de puna, tricomías de colores en los cerros y pueblos donde lo absurdo es real. Algún día los wirapanpinos dejarán esa actitud negativa que oxidó sus conciencias. “Lo harán cualquier día, dicen, como quien deja una cáscara prestada para dejar que brille la propia. Entonces, el Paña Santiago comenzará a secarse en su altar, sin una flor.  

Alfonsina Barrionuevo


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