domingo, 16 de octubre de 2016

INVIERNO EN  HUAROCHIRI

En las alturas de Huarochirí, Lima, la baja temperatura impregna el aire. El aliento se convierte en una nube. Los estiletes del frío se hunden en el cuerpo. El invierno congela hasta el ichu del extenso pajonal de Chankuya. Las viskachas se acurrucan en  sus cuevas y no saludan al padre Sol. El mal tiempo castiga a todos los seres vivientes de la puna, sin distinción.
¿Habrá que “calentar las manos” de Santa Rosa de Lima, patrona de la provincia? Alguna buena devota le tejió unos guantes de lana y ella sonrió en la iglesia. La bienaventurada limeña se encarga de proteger a los frutales. Subiendo de Lima, en medio camino, hay chacras dedicadas al cultivo de manzanos. Los agricultores de tierra adentro, como Wanqata, esperan el milagro de una carretera para sacar sus productos en cantidad. En los árboles se quedan deliciosas paltas, chirimoyas y manzanas que no se cosechan. La tierra es fértil y los frutos son tan grandes, que no se puede trasladarlas a la capital sino unas cuantas cajas.

Cada 30 de agosto, día de Santa Rosa de Lima, hay feria en la plaza de entrada a Huarochirí. Al mismo tiempo que las frutas, sus productores venden dos variedades de quesos: unos pequeños, envueltos en paja, si las vacas son propias; Y otros, en bloques de varios kilos, si los animales son de la comunidad.
El vocablo Huarochirí, según  el sabio Julio C.Tello, quien nació allí en una casa que todavía existe, significa en -hak’aru o kauki- “tierra de las alturas frías”. Tello, el último de cuatro hermanos, fue hijo de un campesino amante de sus tradiciones. “Mi abuelo lo hacía levantar en la madrugada para ir a pastar el ganado, con mi madre que tenía seis años, y así templó su carácter”, relataba Oscar Santisteban, hijo de su hermana Elena.
El futuro Padre de la Arqueología Peruana estudió medicina y se graduó en Inglaterra. Fue empleado de la Biblioteca Nacional cuando la dirigía Ricardo Palma, y se apasionó por la arqueología al descubrir en una revista del  Smithsonian Institute de EE.UU., fotografías de unos cráneos trepanados de Choykoto, Shakeuma, Karwaytuve y Huarochirí.
Nunca dejó de visitar a su pueblo, a pesar del polvo que lo cubría yendo por la trocha carrozable que había gestado. Antes, la ruta seguía el camino de herradura que entraba o salía por la Tablada de Lurín y Matute, Lima. “Le gustaba mucho ir a los baños termales de Kornaya”, contó otro de sus sobrinos, Francisco Cuéllar Tello.

En tiempos pasados, la provincia fue uno de los asientos de los belicosos yauyos, según un estudio muy documentado de Teresa Guillén de Boluarte. En 1534, Fernando de Soto y Diego de Agüero fueron los primeros en penetrar a la región. En 1586, en tiempo del séptimo Virrey, Fernando Torres de Portugal, Conde Villar Dom Pardo, se estableció un pueblo como capital de la provincia de los Hanan Yauyos, con el nombre de Santa María de Jesús de Huarochirí. Fue el tercer repartimiento integrado por los pueblos de Sisikaya, Chorrillos, Chankaruma, Cheka, Huarochirí y Kinti. El veedor García de Saucedo fue su primer encomendero.
Cuando llegaron los españoles, había unos 10,000 indios tributarios, entre 18 y 50 años de edad, y miles de “dioses”. Huarochirí era tierra de “magos”. Francisco de Avila lo visitó en 1601, cuando era cura doctrinero de San Damián, y con José de Arriaga, ambos fanáticos extirpadores de idolatrías, lucharon contra sus creencias.

Resultado de imagen para las ingas de huarochiri
Catequizados a sangre y fuego los huarochiranos se convirtieron. Pero el espanto de Avila fue enorme cuando descubrió años después que seguían con sus cultos embozados bajo las ceremonias cristianas. “Para hazer las  fiestas de sus ídolos han usado de un artificio diabólico que ha sido hacerlas en las fiesta de Corpus Christi, de la Adoración, en las Pascuas y días solemnes, dando a entender a sus curas que se holgavan por la fiesta de la iglesia... y en el pueblo de estos  que se dize Huarochirí, caveca de esta Provincia, se ha averiguado haber indios que han  mandado hazer una imagen de Nuestra Señora y otra de un Ecce Homo como para fingir que hazían fiestas a estas imágenes que son realmente Chaupiñamoca y Huaysuay”. El doctrinero no pudo saber que  había producido el sincretismo: la fusión de dos creencias.
En la parte media, entre sus dos plazas, la iglesia mantiene una presencia arquitectónica. En su interior nada interesante, salvo una que otra efigie virreinal. Lo mismo les pasa a las casas, que son modernas con techos de calamina. Los ómnibus suben dos veces por semana y lo hacen en ocho o nueve horas por la estrechez del ramal y la infinidad de curvas. En camioneta se puede llegar en unas cinco horas, pasando por los anexos de Antioquia y Langa.
Cada 30 de agosto llegan los hijos de la provincia que migraron a Lima, ansiosos por retomar la vida que dejaron, aspirar su aire, llenar los ojos de sus paisajes y rezar a Santa Rosa que los espera vestida de fiesta. Muchas familias llevan, además de flores y velas,  “cajuelas” o altares portátiles con efigies de la santa para que el señor cura las bendiga. La nave se llena de calor con su presencia y el pueblo también, cuando en la noche bailan sus cuadrillas  hasta que despunta el amanecer.

La feria de productos concluye antes de la procesión y en la casa de los mayordomos espera el humeante pari, un caldo refocilante que se sirve con una piedra calentada al rojo vivo que hace hervir al contorno del potaje, siendo una gloria del pasado; pues, se trata de un plato prehispánico.
Las ingas saldrán en la tarde, ataviadas con ricos vestidos, siguiendo al Qhapaq Inka, único señor, con arpa y violín. Sus rostros se ocultan bajo un velo de tul y otro de monedas de plata. “¿Cómo podríamos representar de otra manera a los señores del Cusco?”, dicen con respeto. La gente habla al mismo tiempo de Pariaqaqa, la montaña tutelar de cinco cuerpos: uno de roca, otro de nieve, un tercero de granizo, un cuarto de lluvia y el quinto de viento.

Se ingresa a su territorio por Tanta y cuando se siente satisfecho por la visita, deja sentir el poder de sus cinco cuerpos, como si diera la mano con nieve, lluvia y viento. Los huarochiranos le hacen ofrendas pidiéndole un buen año y dicen que suele demostrar su cariño a quienes lo recuerdan. 

Alfonsina Barrionuevo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario