LA
CIENCIA Y EL MUNDO ANDINO
Respeto a
la ciencia pero no funciona del todo en el mundo andino. Si le digo a un astrónomo
que el sol puede regresar si lo llaman o quedarse unos quince minutos cuando ha
comenzado a retirarse pensará que estoy sumamente equivocada. Yo sé que si
puede suceder porque lo he visto. En el Valle Sagrado escuché decir que los
agricultores pueden “amarrar” el sol cuando les falta unos minutos para
terminar de cosechar. Tampoco les creí cuando me lo dijeron y, sinceramente, no
lo acepté. Cuando viajé a Qotawasi, en Arequipa, teníamos que hacer marchas
forzadas para llegar a tiempo a la estancia donde teníamos que alojarnos.
Después de las cinco de la tarde es imposible ver los dedos de la mano porque
la oscuridad es total. Una tarde viajé con el camarógrafo a un bosque de lavas
petrificadas hace millones de años, donde los conos tenían formas caprichosas.
Llegamos tarde, cuando el sol doraba los picos a punto de irse. Me apenó y se
lo dije al guía. El arriero que nos alquiló los caballos le preguntó que me
pasaba y él se lo explicó. Su respuesta fue increíble. Dijo que preparábamos la cámara que
el sol volvería en unos diez minutos. No le quité los ojos de encima. Le vi sacar
un pequeño recipiente con chicha, echó al suelo unas gotas para la Pachamama,
“madre tierra” e hizo una t’inka, otro saludo con la chicha hacia los cerros. Mi
incredulidad era grande. Nos sentamos en una peña para esperar. Lo logró. En el
tiempo indicado teníamos al sol iluminando el bosque de lava. Nos pusimos a
grabar para tomar lo principal y logramos imágenes fabulosas porque al cabo el
sol apagó su lámpara grandiosa y se fue terminando de dorar los picos lejanos. ¿Los
científicos? Bien, gracias. Sucedió en Wanka Wanka.
PERÚ CUNA DEL CACAO
Mi abuela paterna tomaba un chocolate
divino cuyo aroma se olía a
distancia. Era tan denso que la
cucharita se quedaba parada en el centro de la taza. Cacao puro con un chorrito de leche que la
ayudaba a gozar de la vida. Así entró en
mi niñez y se quedó para siempre.
Recuerdo que en Cusco se vendía el
chocolate en pequeñas barras pero el más
buscado era en pasta, molido en batán, que se saboreaba con ganas, sobre todo
para combatir al frío. Ambos procedían de la provincia de La Convención.
El cacao científicamente identificado,
en 1753, como Theobrama cacao, -“alimento
de dioses”- por el botánico sueco Carl
von Linneo, parecía oriundo de
Mesoamérica. Los olmecas al sur de
Veracruz y Tabasco consumían su pulpa como bebida hace unos 3,000 años y le llamaban xocoatl en nahualt. Mucho
después, los mayas y los aztecas usaron las almendras de su fruto o
mazorca como monedas. En México se conservan mitos sobre el sabor
amargo del cacao. Por ejemplo el que atribuye su sabor amargo al sufrimiento de
una doncella que murió de amor.
Su primer nombre científico fue Amygdalae pecuniae, que significa
“almendras de dinero” y que gente aviesa del conquistador Hernán Cortés llegó a falsificar con habas, que tostaban y sometían a un tratamiento
“sui géneris”, porque se parecían.
Nos complace saber-de una buena fuente- que el cacao es peruano. Su
lugar de origen se encuentra entre
Montegrande y San Isidro, provincia de Jaén, cuenca del río Chinchipe,
Cajamarca.
El arqueólogo e historiador Quirino Olivera Núñez ha encontrado allí evidencias
que le dan una antigüedad de 5,200 años, o sea que es el cacao más antiguo de
América y el mundo.
El camino natural de su salida hacia
los bosques cálidos de Veracruz habría sido a
través del Ecuador.
Los hallazgos arqueológicos hechos en
la cabecera amazónica, donde permaneció inédito durante más de cinco milenios,
merecieron ser considerados entre los diez descubrimientos más importantes del
mundo en el Foro de Arqueología del 2013, efectuado en Shangai, China.
“Se trata de sorprendentes monumentos,
templos y recintos con murales de pintura polícroma sofisticada”, comentó el
distinguido especialista Ricardo Morales Gamarra, uno de los directores del
Proyecto Waka de la Luna de Trujillo,
agregando que llaman la atención sus tallas de piedra, su producción alfarera y el manejo temprano de plantas alimenticias, entre
las cuales figura el cacao.
Quirino Olivera, quien ha tenido la
suerte de dar estos lauros a su tierra cajamarquina, pues es de Santa Cruz, especifica
en su libro, presentado hace un par de meses en Lima, que la economía de la gente milenaria de Jaén
estuvo basada en la agricultura, con
cultivos de yuka, maíz, hortalizas y cacao. Al rescatar objetos de una tumba apreció,
en una botella de cerámica, la presencia de almidón de cacao, el cual fue
sometido a los análisis científicos de rigor, con los resultados
mencionados.
La domesticación del cacao, según
indica, debió proyectarse toda la cuenca del río Chinchipe, el bajo Utcubamba y
parte del Marañón.
En el planeta, antes de constituirse
en el segundo producto exportable de Perú, el cacao ha hecho un largo periplo
para prestigiar el valor de sus frutos. En el Africa alcanzó la mayor popularidad.
En el 2014 los envíos de cacao fino -óptimo
en sabor y aroma- a los mercados de
Estados Unidos, Holanda, Italia y Bélgica. superaron las 45,000 toneladas.
Según la Ing. Mirna Zuzunaga,
Directora General de Negocios Agrarios del Ministerio de Agricultura y Riego,
en el 2014 la producción nacional de
cacao llegó a 62,492 toneladas, en más
de 91,000 hectáreas plantadas en Cusco, San Martín, Ayacucho, Junín, Huánuco y
Piura. Al generar seis millones y pico de jornales al año benefició de manera directa a más de
45,000 familias, e indirectamente, a 225,000 personas, en dichas
jurisdicciones.
En 1667 el historiador español Antonio
Colmenero de Ledesma escribió uno de los primeros trabajos sobre el chocolate
que se bebió -al principio- en las cortes europeas.
En 1728, Joseph Storrs Fry elaboró el
primer bombón en Bristol, Inglaterra, y en 1828 se obtuvo -por prensa- la
primera extracción de mantequilla de cacao.
En Alemania existen viejas ciudades
donde se conservan antiguas máquinas de elaboración de chocolates y confites,
al lado de las modernas que dan ocupación a la mayoría de sus pobladores. En
Austria el chocolate ha vuelto a ser “moneda” envuelta en papel dorado. En la
reciente Navidad, en los Estados Unidos
se vendieron miles de tabletas de “chocolates de la suerte” de Santa Claus We Trust.
Mientras en otros países del orbe el
consumo de cacao es preferencial, entre los peruanos todavía el índice per
cápita es bajo: apenas 530 gramos por persona al año. Quizá la creencia de que hace subir de
peso es el mayor obstáculo que encuentra para obtener una mayor aceptación.
Últimamente hay campañas que
promocionan su consumo, mientras que su calidad se prueba en festivales y
salones de chocolate en Lima. El cacao, todavía tiene que luchar en su propia
tierra para salir adelante. Aunque lleva las de ganar con la difusión de sus
propiedades antioxidantes, especialmente por su alto contenido de flavonoides.
El cacao no sólo es sabroso, sino que puede ayudar al disfrute de una buena
salud y alejar el fantasma de enfermedades como el alzhéimer y el parkinson.
¡Por algo se mece en una cuna de verdes súper ecológicos desde hace 5,200 años
en la Amazonía peruana!
Alfonsina Barrionuevo
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