LA CASA DE LARAPA
En
Domingo de Gloria tuve mi primera sesión con los Apus. Me habían dicho que los
domingos suben al cielo para dar cuenta al Señor de cuanto habían hecho en la
semana. Me pareció increíble y al mismo
tiempo real.
-Vendrán
a las cuatro de la tarde, -me dijo Mario Cama. -Ellos y las Pachamamas quuieren
conocerte.
-Después
de haber caminado mucho tienes una buena casa en Larapa, -le comenté, cambiando
de tema.
-Han
pasado muchos años y llevo en mi garganta el polvo de todos los caminos que he
recorrido y en mis ojos el paisaje de valle, quebradas y punas. No te podrías
imaginar por dónde he estado con mi alma no más. Han sido como diez años
trabajando en habitaciones prestadas, rodando y durmiendo a cielo abierto cuando
no había un sitrio para mí. Hasta que volví a reclamarle a mi Apu guía. “Señor
Panpawayllo, padre mío, qué va a ser de mí. Hasta cuando seré como los qamilis
que van peregrinando de puna en puna…”
-¿Y
te contestó sin enojo? ¿Se puede hacer reproches a los Apus?
-“Te
quedarás en Larapa, -me contestó. Allí vamos a comprar un terreno para ti.” Agregó que harían venir a la gente que me iba a ayudar a pagarlo. Ellos me animaron.
-He
oído hablar de Ruwales, Apus, Aukis, Potencias Celestiales. Explícame quiénes
son.
-Ruwal
es el mayor, está con Dios. Hay Apus mayores y menores, Los Aukis son pequeños,
vienen de ls lomas. Las Potencias Celestiales son arcángeles. Las Pachamamas
son madres tierra. Están donde crece la hierba, un árbol.
-¿De
dónde vienen?.
-El
Ruwal y las Potencias bajan del Hanaq Pacha, del cielo.
-¿A
ellos les puedes llamar?
-No.
No tengo las oraciones.
-Tú
que eres un maestro, ¿no puedes?
-Tengo
mucho que aprender. Mi vida no alcanzaría para saber lo mucho que hay. Estoy en servicio y ayudar a
la gente que viene me desgasta. Cada
cierto tiempo tengo que ir a Ollantaytambo, a Tipón, a Wanka, a recargar mi
energía en contacto con los Apus. Me quedo muchos días hasta que me dan permiso
para regresar.
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Notas entresacadas del libro “Hablando con los Apus”
MIELES MOCHES, INKAS Y WANKAS
A primera vísta el wayronqo es feo.
Los niños le tienen miedo. Sólo algunos, los más osados se atreven a cogerlo. Le
amarran un hilo y lo llevan como una “mascota” voladora. Es un moscardón
grande, negro y peludo, que al volar produce un zumbido intenso. Entre los 2,000
y 3,000 metros
─más o menos─ vive en las paredes de adobe, donde abre agujeros.
Parece que nadie ha dedicado algún
estudio a este insecto propio de las pesadillas infantiles en el campo. Sin embargo,
nuestros antepasados prehispánicos sí lo hicieron, hasta determinar que
producía rica miel y polen.
Recuerdo haberle visto volar con las
patitas bañadas con un polvillo dorado. Ahora sé que era el polen de las flores
que le servían para alimentarse y elaborar un líquido denso, pegajoso y dulce.
La gente de altura confirma esta apreciación, añadiendo que este insecto autóctono es conocido como tunpu.
Moches, inkas y wankas, entre otras
naciones que ocupaban nuestro territorio,
reconocían sus virtudes. El abejorro grueso y peludo, según notas que
nos alcanza Hans Jungbluth, era en
realidad una especie de abejota silvestre que pasó a ser relegada a último
plano cuando llegaron las abejas europeas.
En el antiguo Perú se usaba su miel y
su cera, porque la primera ─obtenida incluso de unas abejas pequeñas, sin
aguijón, llamadas meliponas─ ayudaba a vivir con salud. Los moche recolectaban la
miel producida por abejas que proliferaban en lugares donde había plantas de
tomate silvestre, tomate de campo o sachatomate, que era de gran beneficio para
los niños, las mujeres lactantes y los
mayores. Su sabor, ─dicen los cronistas─ era inigualable. También se menciona a
la miel que se obtenía en las partes donde crece el maní por la misma razón.
Sabores que se han perdido en la lejanía de los siglos.
Actualmente, la miel de las meliponas
sirve a las etnias de Amazonas y Loreto, donde abundan éstas. En el mercado
tradicional recibe el nombre de miel de palo y es preferida a otras para
ciertos ritos tradicionales. En los
pueblos cercanos, el chuchuwasi o hidromiel se prepara en particular con ella.
Nuestras abejas no necesitan atención
sanitaria ni otros tratamientos como la Apis
mellifera, originaria de Europa,
porque son nativas.
Según los extraordinarios registros de
Guaman Poma de Ayala, en el Qoya Raytmi Killa o Fiesta de la Luna, en
setiembre, cuando se celebraba el kikuchikuy o primera menarquía de las niñas,
se les daba pociones de ciertas flores y miel de abeja, por la creencia de que
así preservarían la frescura de su piel por largo tiempo.
Entre los inkas se apreciaba mucho a
los wayrongos y en varios pueblos de Cusco, Ancash, Junín y otros andinos, se cree hasta hoy que su cera tiene gran
fuerza como ofrenda. Los abejorros o abejas grandes eran criaturas de Mama
map’a, que las protegía haciendo que su miel fuera abundante.
En las galerías que abre este gran trabajador
alado, tanto en las paredes de adobe, como
en las cortezas de ciertos árboles, especialmente el maguey, suele encontrarse
bolitas de polen más grandes que una avellana. Cada nido contiene unos 250 gramos de polen,
rico en proteínas y vitaminas. ¡Quién lo iba imaginar!.
En algunos haywariku, pagapu u
ofrendas que se arman sólo con pétalos de flores rojas y blancas o de otros
colores, se emplea la miel del abejorro para pegar unos con otros y recrear su presentación.
Me encargaron hacer una y sirvió muy bien la miel cristalizada. La única forma
de que no se corriera. Fue un verdadero desafío.
Nuestra Amazonía ofrece una buena cantidad
de mieladas cada año, al principio de la
época lluviosa. “En comarcas donde impera el cultivo ilegal de coca para
producir droga, los panales de abejas son una alternativa para la pobre
economía del poblador de la gran región de los bosques y los ríos”, comenta Junbluth.
Su carácter de suplemento alimentario es muy apreciado. Vale recordar que
tenemos un déficit de producción y que por ello se importa varias toneladas de
Chile y Argentina.
Se estima que en el país existen entre
15,000 y 18,000 apicultores, más o menos. Pero
muy pocos pueden llegar a tener 1,000 colmenas. La mayoría fluctúa entre
12 y 15. Muchas son colocadas en los techos de las casas, para evitar el riesgo
de robo. Su manejo no siempre es técnico. Algunos se han organizado y trabajan con
destreza, por ejemplo en Tumbes, Piura y Lambayeque, obteniendo miel con sabores
de árboles frutales, a los que se suman
las floraciones del algodón.
De manera colateral, las abejas son
usadas con fines curativos. “Un aguijón bien puesto puede ser santo remedio
para varios males”, asegura Hans Junbluth, director de la apícola “Abejas”. Este
tipo de terapia alternativa data de la época de Hipócrates, Padre de la Medicina,
pero recién en los últimos años se ha investigado cuáles son los componentes de
la apitoxina que segrega la abeja al picar y sus mejores formas de aplicación.
Con más de treinta años dedicados a la
crianza de abejas, él manifiesta que su efecto antiinflamatorio es dos veces
superior al de la aspirina, está registrado como medicamento en Estados Unidos
y se puede encontrar en el vademécum clínico.
La terapia con abejas actúa sobre
varios campos a la vez. La
miel es un excelente alimento energético. El polen tiene casi todos los
nutrientes que el cuerpo necesita. La jalea real renueva las células y regula
las hormonas, y el propóleo ayuda a eliminar las toxinas acumuladas en el
organismo.
La apitoxina es un bioestimulante y,
al mismo tiempo, un antibiótico natural
que combate afecciones a los sistemas respiratorio y digestivo, promueve
la regeneración de los tejidos y controla los síntomas causados por el estrés,
incluyendo la migraña.
Al respecto, Stephan Stangaciu,
científico rumano, afirma que el aguijoneo es ”la reina de las terapias alternativas”.
Una panacea ideal que proporcionan las abejas.
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