domingo, 24 de agosto de 2014

DOMINGO DE APUS

Caramelos granizo.
Tabletas estrella.
Estuvimos buscando con Kukuli las golosinas pedidas para su despacho u ofrenda. Nadie conocía semejantes nombres. Nos ofrecieron grajeas pero no era lo mismo. Apareció Amézquita y le dijimos que no habían. Ante nuestro desconcierto se puso a reir. “Vamos a la calle Ccascaparo, dijo. –Allí venden cuanto se necesita”. Al ver los dulces me puse a reir también. Claro que los había visto en los turrones de Doña Pepa en Lima. Quién iba imaginar que así se llamaban.

Al terminar la tarde tuvimos una buena noticia. El altomisayoq Mario Cama me recibiría con los Apus y las Pachamamas. Una excepción.
Me inundó una enorme alegría y al mismo tiempo temor. Quiénes eran esos Apus y Pachamamas. ¿Qué poderes tenían? ¿Podrían conocer mis pensamientos? ¿Serían capaces de hacer daño? ¿Qué podía decirles? No podían retroceder. Las cartas estaban echadas.Yo iría a ese extraño encuentro. El asistente quiso armar el despacho de Kukuli pero ya era tarde. Lo harían ese domingo. El lunes estaríamos volviendo a Lima.
   

LAS TERMAS BRUJAS DE CACHICADAN
  
Hay magia en Cachicadán, un pequeño pueblo que se encuentra a corta distancia de Santiago de Chuco, la tierra de César Vallejo. Sus aguas termales, con virtudes medicinales, tienen ánima y sus manos suavísimas se sienten sobre la piel como una seda. Al atardecer y en noche de luna el ojo por donde salen entre neblinas de vapor tienen "encanto". No hay que dejarse provocar por su aura embrujadora.

Hace cincuenta años, una recién casada, Luzmila Carrión Méndez,  fue con su jarra al estanque que se ha formado a unos metros  para llenarla  y sintió la fuerza de un extraño movimiento en sus bordes. El miedo puso alas en sus pies y se alejó.
En la noche soñó con una bellísima señora, muy alhajada, que la invitó a  su palacio de cristales. En la noche siguiente los árboles susurraron  dulcemente el llamado a su oído. En la tercera volvió a aparecer la dueña del agua ofreciéndole preciosas joyas. Así hasta cinco veces y vio como se abría el cerro, iluminado por dentro. Su esposo no quiso perderla y luchó con ella para que no volviera hasta vencer su sortilegio con puro amor.
En el cerro La Botica, de cuyo costado sale el chorro barroso, hirviendo, crecen  una infinidad de hierbas medicinales, regalo de su dueño o señor a los hijos del lugar. Para encontrarlas, refiere Luis Quispe Valverde, que recoge la aromática palizada para el mate del desayuno, la suelda con suelda para el dolor de cintura y el korpusguay para curar la sangre, hay que hacerle una ofrenda o regalo. Pedir permiso dejándole un trozo de chancaca, cigarrillo, coca y flores en algún lugar especial.. Al entrar en su territorio, es obligatorio.     
  
El señor del gigantesco vivero natural de plantas saludables es generoso pero le gusta la correspondencia. Está vivo y puede sentir la falta de cariño. La indiferencia le disgusta y puede dificultar  la búsqueda, esconde lo que se quiere o marchita las plantas.
En Cachicadán los cerros se arropan en mantos de color. Sus paisajes encienden las pupilas de acuerdo a la luz del día o las estaciones del año. Sospecho que  es tierra sacra porque allí se refugió Katekill, el trueno, al que buscaron infructuosamente los curas doctrineros de los primeros siglos españoles.

Los mayores afirman que es uno de los últimos lugares adonde fue llevado por sus sacerdotes para que no lo encontraran. La persecución fue implacable durante más de cien años. Katekill hacía florecer los surcos y llevaba la lluvia sujeta a sus talones. Anegaba los campos si quería o la retenía atrayendo la sequía. Ahora descansa entre flores y  plantas medicinales aromáticas en el cerro La Botica, observando, intocado, sin haber permitido el sincretismo.
La iglesia queda en la parte baja del pueblo, entre soportes de nube. La Virgen del Carmen es la  patrona de la iglesia pero los vecinos veneran a  San Martín de Porres que llegó  más tarde  y fue llevado en manos de una devota que recibió sus dones. El santo lego los defiende de cualquier maleficio y atiende sus ruegos. 

Su fiesta principal es el 7 de noviembre y se celebra con  bandas  de pallos, cusqueños,  canasteros, wankillos, jardineros, osos, vacas locas, venados y pishpillas que bailan graciosamente. Los mayordomos reciben toda clase de ayuda desde vacas,  carneros,  un lechón, un cabrito, cinco cuyes, un saco de maíz,  jora para  la chicha.
También comida que preparan las familias amigas como jamón, pataska, revuelto de papa,  bizcochos chankay y rosquitas  Para la noche de vísperas gastan muy rumbosos para  castillos de fuegos artificiales que pintan el cielo de colores.

Muy cerca, en Wakás, la tierra se rompe y afloran las burbujas. El barro que queda al fondo es un prodigioso cosmético. Las  industriosas madres de familia que conocen sus virtudes lo mezclan con miel de abeja y lo ofrecen para limpiar la piel de las manchas, el acné, las espinillas y las líneas del tiempo. Por eso las mujeres siempre son bellas en Cachicadán.


Alfonsina Barrionuevo

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