domingo, 6 de julio de 2014

EL PLASTICO ABRUMA A LOS OCEANOS

Andrés Cózar, un biólogo de la Universidad de Cádiz, denuncia que un rastreo de mares arroja en la superficie unas 35,000 toneladas de basura plástica. En 1970 la Academia Macional de Ciencias de los Estados Unidos calculó unas 45.000 toneladas de plástico en los  océanos. No es que haya disminuído publica Miguel Angel Criado en su crónica del Hufftintong Post. El plástico se fragmenta y los pedazos pequeños lo comen los peces y las aves marinas. Muchos mueren intoxicados y otros son alimento de peces más grandes. No se ha estudiado los fondos marinos pero pueden tener ahora una especie de fango plástico.

Lamentable que los océanos y los mares sean basureros de plásticos. Lo mismo le pasa a la tierra. La costumbre de reciclar los recipientes de plástico es buena pero mucha gente prefiere echarlos a la basura. El plástico tarda en desintegrarse y ocupa los espacios de hombres, plantas y animales. Los responsables somos nosotros. No tenemos cuidado con el plástico. Lo increíble es que en muchos países el plástico se convierte en telas. No e dejamos lugar a la naturaleza. Dormimos sobre plástico, nos vestimos con plástico, ponemos los alimentos y las medicinas en plástico. Nuestro mundo casi es de plástico.  
No es una genialidad. Es una aberración. Millones de personas quieren ahora alimentos orgánicos. Pronto preferirán loa hilos naturales, el vidrio, la madera. Hay que volver a lo natural. Todavía es tiempo o estaremos ahogando en plástico al planeta en que vivimos.


HAZAÑA DEL MAIZ  BLANCO GIGANTE                         

“Vine al Perú y me convertí en un fanático del maíz blanco de Urubamba, Cusco”, revela con una amplia sonrisa John Earls. Nacido en Sydney, Australia, lo atrajeron los Inkas, la música andina y la lectura de José María Arguedas y Ciro Alegría. “Dejé la física y estudié antropología en la Universidad de Huamanga para aprender el español”, agrega el distinguido profesor de la PUCP. Su segundo idioma le permitió abrir las pankas del maíz gigante y conocer sus secretos.          

Los Inkas, según explica, tuvieron una Escuela de Agricultura para el paraqay, el maíz blanco de hermosos granos. “En Australia tenemos un clima uniforme, pero aquí  cada 30 metros de altura varía. La infinidad de altitudes es fascinante. Un metro más es más frío; menos, más caliente; influye también el viento, la lluvia. Me intrigaba cómo pudieron lograr una planificación que coordinara esas diferencias.”
“Entonces, me dediqué a averiguar cómo pudieron ordenar un trabajo tan eficiente para el maíz blanco gigante que fue para ellos un cultivo de Estado. Busqué los datos que pude y con mis investigaciones obtuve un doctorado en los Estados Unidos, estudiando los orígenes de la agricultura en el Perú.”

Para John Earls fue muy curioso que la fase de maduración del maíz tuviera tanta relación con la temperatura.  En épocas anteriores esta especie fue muy pequeña. Mejorar su tamaño fue una hazaña que se logró a base de una constante observación. Su tasa de maduración tiene tanta relación con la temperatura que el aumento de un grado  en su sembrío retrasa su desarrollo.
  
Según afirma el florecimiento del maíz funciona bien en condiciones iniciales de temperatura, pero si hay nevadas o sequías no se puede predecir su maduración. Cabe preguntar cómo en los Andes, de niveles tan irregulares, pudieron asegurar el riego. Si falta volumen de agua en la época de floración se malogra la cosecha, pero los agricultores prehispánicos dominaron su comportamiento.

En el Valle Sagrado mantienen el sistema de riego en las chacras y los andenes. A los 3,000 metros  madura y  florece casi en  115 días, mientras a los 2,500 lo hace en 84 días. Para que el agua se distribuya exactamente se necesita una organización perfecta.

Los surcos exigen que baje cuando tienen sed. Si  hay agua suficiente el suelo se calienta y apresura el  crecimiento pero  si falta afecta el metabolismo de las plantas. Si hay  demasiada cantidad de líquido se satura y el suelo se mantiene demasiado frío. Entonces la maduración es más lenta. Tienen que homogenizar los suelos en los distintos niveles para una buena cosecha. El proceso es  complejísimo, según dice. La gente lo maneja con los movimientos del sol y mirando a las estrellas. Esto ha sido comprobado con mediciones satelitales, mediciones de la temperatura del mar y de la cantidad de agua que hay en la atmósfera.

La gente andina tiene sus estrategias para no perder sus cosechas del paraqay y superar los  espacios tardíos y las sequías. Tienen al kulli, un tipo de maíz blanco morocho que madura mucho más rápido y se puede poner un segundo sembrío con otro que va a madurar en tiempos de creciente antes de que llegue el invierno.
“Para mí, dice el doctor Earls,  es como si tuvieran una máquina para coordinar su trabajo con características biológicas excepcionales. La gente usa el ayni y eso le sirve. Algunos apuntan en cuadernos qué dia tendrán un ayni, pero antes fue pura memoria. Los varayoq o “alcaldes indígenas”, con sus alguaciles, tienen en sus manos el control del trabajo en las comunidades para evitar cualquier caos. Un sistema brillante ”      

El profesor afirma que los Inkas se concentraron mucho en el cultivo del gran maíz blanco de Urubamba. Ellos desarrollaron también la genética para el mejoramiento de otras razas de maíz. Un hermano de Pachakuteq, tal vez Tupaq Yupanqui, es recordado como el planificador de la agricultura andina.
Para terminar Earls alude a los cambios climáticos. “Son muchos. Los campos están más expuestos a las radiaciones solares. Han variado los indicadores ecológicos. Si los zorros aullan meses antes y los sapos saltan cuando no es su época habrá modificaciones genéticas en los cultivos. Las comunidades siempre encuentran soluciones. Los Inkas quisieron ampliar su cultivo a otras regiones y no dio resultado- Su piso, su habitat, está en el Cusco.”

Resulta difícil amar a nuestros  alimentos. Hace falta el cariño que pone el hombre del Ande en su cultivo. El maíz tiene una sacralidad y por ella el sembrador besa con unción la tierra, derrama unas gotas de licor y  dice: “Bebe, tierna y hermosa madre tierra para que así fortalecida nos des tus mejores frutos.”

La religión católica participa de los ritos agrarios y es el momento en que los ecónomos de las iglesias limpian los zapatos de San Isidro Labrador. Los maiceros afirman que si se llenan de barro en la época de la siembra el santo se turna con los Apus para hacer una ronda por los campos.         
La bióloga cusqueña Rosa Hernández declara que el parakay debe ser considerado patrimonio nacional. Ella y su esposo César Salas, también biólogo, han abierto en P’isaq un Sarawasi, “Casa  Museo Exposición del Maíz”. Su propósito es dar a los visitantes una explicación de  sus sus características. Una gran mazorca cuyo tamaño despierta asombro tiene ocho hileras simétricas y su composición química depende de la calidad del agua, del ph de los campos y de las diferencias del clima. Entre otras variedades están el saqsa, rojo con blanco; el dulce chullpi; el qellosara amarillo para mote; el oqesara  plomo para tostar; el kondevilla que es precoz;  el maná que al ser tostado se expande y es muy rico.
En la cosecha, según el antropólogo Faustino Mayta Medina, la principal actora es la mujer que asume la representación de la fecundidad. Después del despanque lo secan en el tendal, protegido por una cruz de maíz, adornada con rosas y claveles. Tanto la siembra como la cosecha se llevan a cabo entre canciones que se deshojan al viento. Tarpuy kamuy, harawi; qori rejawan, qolqe rejawan. “Sembremos, harawi; con reja de oro, con reja de plata”. ¡wallay waychayllay!

Para guardar el maíz en los trojes las mujeres separan los taqes que son los maíces mellizos, trillizos, cuatrillizos y hasta quintillizos. El gran número de taqes, sobre todo pares, es señal de buena suerte. El taqe es el maíz reproductor, la madre del maíz.
  

Alfonsina Barrionuevo

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