domingo, 13 de julio de 2014

LOS KHIPU: ESCRITURA EN CUERDAS Y NUDOS 


Los investigadores en el Perú han estado equivocados durante quinientos años. Ellos han buscado en las culturas más conocidas y en todas las regiones una escritura que se pareciera a la Occidental. No hay tal ni habrá. No tenemos por qué tener un abecedario que se parezca al traído por los españoles. Somos un mundo diferente. No es fácil volver a la mentalidad andina pero tampoco imposible. Lo vengo haciendo desde que me di cuenta.
Hubo un momento en que los tokapus me parecieron lo más cercano. No es exactamente así. Había que buscar otro camino. Hoy sé que los khipus son nuestra escritura  y los khipukamayoq los especialistas que dominaron su escritura y su lectura.

No se trata sólo de un sistema contable. allí, en su memoria, está la historia inka y sin duda las demás. Con los khipus los khipukamayoq podían remontar el tiempo y recordar pasajes olvidados de la vida del Imperio del Tawantinsuyu.
Hoy mismo una khipukamayoq de Chiquián suele “escribir” oraciones en un khipu para los muertos. Ella pide la protección de los caminos y de los cerros para que en su paso a la otra vida el difunto no tenga malos encuentros y pueda pasar sin tropiezos el río de la muerte. Es tiempo de que la khipukamayoq de Cuspón nos enseñe qué dicen los nudos y las cuerdas.    
La noticia fue dada pero a los investigadores de ciudad no les interesa y quienes tienen medios en las universidades siguen tratando de hallar una escritura convencional europea para penetrar en los arcanos de nuestra historia. La historia del Perú, un país extraordinario.                                         



HERENCIA DE LA COMIDA 

                                                                               
Hace catorce mil años aproximadamente un hombre antiquísimo, que llegó al Perú, tomó un fruto silvestre y lo comió. Se fue hacia el mar y cogió unas conchas. Logró abrirlas y las sorbió. No tenía la menor idea de que  en un futuro muy lejano los estudiosos podrían enterarse de sus comidas. En ese momento sólo sentía la urgencia de alimentarse. Andando el tiempo haría mucho más. Dejaría el abrigo de su cueva, erigiría ciudades, se atrevería a competir con las aves y hasta  colocaría sus sueños en una estrella.

Hace un par de años paleoarqueólogo Elmo León me habló de que  se podía hacer lecturas en los huesos sobre los alimentos consumidos por gentes muy antiguas. No se trataba de registrar solamente los miles de años que llovieron sobre ellos sino de incursionar en su pasado a través de la comida.
Este es el tema principal de su libro “14,000 años de alimentación en el Perú”. Los ojos del mundo pueden dirigirse ahora al Perú, cuna de una variedad de alimentos que viajaron a los confines del mundo desde el siglo XV I  para indagaciones nuevas.

La obra presenta una amplia gama de recursos comestibles del complejo ecológico de nuestros Andes así como evidencias arqueológicas con fechados calendarios (conversión de años radiocarbónicos) en función de la edad real de eventos  vinculados a la comida.”
La paleoarqueología le ha dado un vasto panorama. “Los huesos hablan, ‘talking bone’, dice. La idea es mirar al pasado y ver cómo rescatamos valiosa información paleoalimentaria, para evaluarla y si es posible insertarla si es benéfica en el futuro.”
Caminando entre ellos y sus desechos fecales, se puede encontrar la antigüedad de los alimentos de sus mesas incipientes. Increíble  intromisión en sus vidas usando los avances tecnológicos actuales.

Tras la última glaciación, hacia los 11,000 a.C. se asume que  escasos grupos humanos se alimentaron de la megafauna existente, junto con venados y pequeños mamíferos, complementados por una serie de plantas.
“Ahora hay métodos que nos permiten reconstruir dietas milenarias  como el carbono 13, el nitrógeno 15 y el bario, explica Elmo León. Esos tres elementos químicos en el hueso, permiten saber qué comía un señor tiawanaku, moche o inka.  En Moquegua, la cultura chiribaya vivió del maíz.”

“En el tema de la domesticación debemos enfatizar que nuestro proceso es remoto, agrega. Los textos escolares narran que los canales de irrigación tienen una antigüedad de 2,000 años a.C., en la cultura Chavín. Eso queda fuera de contexto al descubrirse canales de irrigación que fechan 5,600 años a.C.  Un boom que levanta en peso a los mesopotámicos y a los egipcios.”
El mar  ofreció a los primeros migrantes un regalo con la anchoveta, según está escrito en sus huesos. Frente a la costa llegó a coger cormoranes,  guanayes y pelícanos, chupando con ansia alas, muslos y pechugas de carne dura tal cual  hacen hoy algunos pescadores cuando su faena  ha sido flaca. La investigación detalla que estas costumbres remontan a 12,000 años en el Perú prehispánico.

El material que se conserva en perfecto estado, dice Elmo León, se ha hallado en una zona desértica que va desde Paita a la latitud 4 del hemisferio sur. Su sequedad preserva cualquier tipo de vestigio orgánico. Por ejemplo en momias de Chinchorro se ha encontrado  restos de alimentos de unos 10,000 años.
Agrega que “este es un problema, porque nos da una visión miope del origen de cientos de productos. En la costa se han originado pocos. Los de bandera, la papa y el maíz, poseen una historia muy larga y sin embargo tenemos una visión muy corta sobre su origen.“
Si vemos el tema por fuentes los principales no son cárnicos. Lo que ahora predomina es el pollo importado que ha desplazado al kuye y la carne de llamita joven que se ha reducido a un último lugar. Se ignora que tiene infinidad de nutrientes y es mejor seca, con pocos lípidos.
Las renombradas ‘especias’ tan queridas en Europa no están impregnadas en los restos óseos de los milenarios peruanos. Ellos, por experiencias vividas conocieron una gran cantidad de  hierbas aromáticas. El tumbo, según Fernando Cabieses, habría servido para ‘cocinar’ el seviche o cebiche prehispánico dándole una fragancia inigualable.

“En frutas, anota el investigador, la más buscada hace más de 7 mil años fue la guayaba y le seguían la ciruela, el pepino dulce, el aguaymanto y el sacha tomate. Actualmente mas demanda tienen la papaya, plátano, piña, que no son originarias del Perú.”
Agreguemos que es interesante considerar como alimento altiplánico la totora que se siembra en el lago Titiqaqa. Los tallos jóvenes tienen en el interior una especie de caña dulce y jugosa. 

Al mismo tiempo que la comida hay otras investigaciones apasionantes. Mediante el examen meticuloso de los huesos de las personas se puede reconstruir dónde han nacido, en qué situación, a qué comidas tuvieron  acceso, adónde se desplazaron, cuáles eran sus hábitos alimenticios y si tenía patologías o enfermedades.
 Elmo León ostenta varios títulos pero el que más aprecia es ser padre de Adriano, su hijo. Profesionalmente es asesor de la Dirección del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia y profesor asociado de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Elmo León se identifica con lo que Jon Holtzman (2006) llama la “herencia de la comida”.  “Es una herencia que llevamos, como peruanos, con ancestros comunes. En mi caso, la sazón familiar afloró cuando escribía mi libro. Los guisos de papa, los locros y el camote al lado del fogón, de mi abuela Dorila, de origen cajamarquino. De mi madre, Gloria, los olores y sabores inconfundibles de tollos, bonitos y cojinovas que ella tanto adoraba y lps pejerreyes de mi tío Félix que gozábamos fritos con pan, y con mi esposa Nancy,  la deliciosa comida de Camaná,  camarones y lapas arrebozadas de maravilla.  No cabe duda que hemos sido bendecidos por nacer en esta tierra, la tierra de la combinación de sabores culinarios sin fin…”


Alfonsina Barrionuevo

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