domingo, 20 de julio de 2014

OTRA VISION DE QOSQO

La Feria Internacional del Libro 2014 que se encuentra en el Parque de los Próceres ofrece además de libros un nutrido cronograma de conferencias. Esta vez me toca sustentar un tema de revelaciones, la visión de un Cusco diferente. La ciudad que en sus épocas gloriosas fue capital del Tawantinsuyu, adquirió después una fisonomía española y actualmente es una ciudad cosmopolita.

En la conferencia, con imágenes muy buenas, se podrá ubicar imaginariamente las wakas que estaban en su centro histórico. A los que están en Lima los invito el viernes 25 del presente mes, a las 7 p.m. en la Sala Blanca Varela. Entre otras novedades verán el ushnu o altar solar que estaba en la que habría sido la mansión de Pahakuti Inka Yupanki y el lugar donde “se bañaba” Illapa, el trueno.  

  
VECINOS CON ALAS DE WAKULLO

Se dice  que la vida en los pueblos trascurre a la velocidad con que camina un caracol, aunque creo que sería más exacto decir que con la rapidez con que se mueve una tortuga. Una tercera opinión indicaría que por su tamaño el caracol iría más rápido.

Amanece cuando los primeros rayos del sol están dorando la punta de los cerros y el día  se acaba cuando la noche suelta su melena de sombras. Imposible hacer nada  palpando sólo la oscuridad. Llega la hora de descansar y en Alka, provincia de la Unión, Arequipa, todos duermen con la seguridad de el Aikano, que es su kamaq, su cerro tutelar, su guardián, vela por su sueño.
         
En la mañana mientras Fernando Polanco, nuestro guía de viaje, goza de las delicias de un baño en las termas de Luycha; su paisano Florián Roncalla Postigo, refiere que las aguas del Aikano  tienen la propiedad de duplicar la bravura de los toros. Los cerros de Cabezas y Santa Rosa, agrega, conversan a veces en las noches de tormenta, pero el Aikano lleva la voz cantante porque es el mayor.       

Roncalla que goza de una bodega bien surtida es hospitalario como un rey y conoce como la palma de su mano todos los caminos de la Unión porque llevaba toros de lidia a Lima. En ciertos meses del año hacía acopio de reses bravas y a veces tenía dificultades porque no se dejaban conducir y arremetían contra todo el mundo. Como habían sido pastoreadas por mujeres encontró la solución al problema poniéndoles polleras a sus peones. Los toros se engañaban con las faldas  y hacían el viaje dócilmente hasta su destino.

En el límite con Apurímac contaba que hay una laguna, Wakullo, que en tiempos de migración de aves es un jolgorio de chillidos porque cientos llegan a tomar posesión de sus totorales. No sabe si el buen Dios la parceló para que no se pelearan, pero cada especie conoce su territorio, aterriza allí y nunca se juntan respetando sus linderos. La visión es magnífica porque hay una variedad  que haría feliz a un especialista, ajoyas, wallatas, pariwanas, chulladores, y muchas más que se distinguen por el color de su plumaje, su tamaño y las diferentes características que les ha dado la naturaleza. La laguna tiene una enorme población de peces como una despensa que les permite vivir sin pelear por un bocado vivo.

En la puna hay aves que son parecidas a una perdiz, cuyos huevos son azules y  reciben el nombre de kivios. Ellas  saben, según Roncalla, si el tiempo será bueno con gran anterioridad. En una ocasión tuvo la suerte de verles bailar celebrando la proximidad de las lluvias. Los kivios bailan y cantan al mismo tiempo con tanta energía que, al cabo de unas horas, caen desmayados con las patitas hacia arriba. Al cabo, cuando se recuperan, desfilan y desaparecen rápidamente entre las matas de ichu. Los kivios se encuentran entre los indicadores del clima aunque no es fácil asistir a su rito volátil en las inmensidades de la puna.

El ex ganadero que ha cambiado los peligrosos viajes por la Unión para vivir en Alka recuerda que antes de salir era menester hacer un pago a la tierra porque ella está viva y reclama la ofrenda de sus hijos.
Cuando es necesario hablar con ella y con los espíritus de los cerros se busca a los paqos. El encuentro tiene que ser en una noche impenetrable, a campo abierto. Su padre, don Santos Roncalla Bernal, estuvo en una sesión y los sintió llegar volando como cóndores,  agitando el aire con sus alas. Siempre los tuvo presentes en su recuerdo y nunca dejó de saludarlos y hacer la t’inka o brindis en sus largos recorridos.

Las paradas en las estancias de los alfareros eran amenas. Mientras preparaban su comida los hombres hablaban de viejas tradiciones como el pleito del p’uku o buho con el gallo sobre quien debía dar la hora para que saliera el sol.
Como ninguno quería ceder al otro este derecho viajaron a Lima para que lo decidiera el juez. Este dijo que sería aquel que diera la hora exactamente a las doce de la noche. Como había llegado muy cansado el p’uku se durmió y el gallo, que era más recio despertó a tiempo y cantó primero. Por ese tiempo ambos eran casi del mismo tamaño. El gallo se creció al estirar el cuello para cantar. Por eso las gallinas son más pequeñas.

Algún día iré a Wakullo. No me alcanzó el tiempo porque estuvo caminando a pie unas veces y cabalgando a caballo otras, en once días para ver cuánto había perdido el Cusco cuando la provincia pasó a  pertenecer  a Arequipa.  La comarca es mágica de mucha energía, casi por encima de los 4,000 metros sobre el nivel del mar, seguramente hay mucho mineral.




Alfonsina Barrionuevo

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