EL RETORNO DEL INTI RAYMI
El 24 de junio los Apus que
rodean al Qosqo deben asistir complacidos a los homenajes que recibe la Ciudad Emperadora.
Al principio se le dedicó un día, después una semana y ahora junio es su mes
jubilar.
En 1944 se celebró por
primera vez el Día del Cusco que tuvo como acto principal la escenificación del Inti Raymi. Ese año le
tocó la gloria de su fundación al Comité
Organizador presidido por el ilustre cusqueño Humberto Vidal Unda. Un deseo largamente sentido por destacados
intelectuales desde principios del siglo que al fin cobraba realidad.
La admiración extiende sus
alas y moviliza a sus habitantes que renuevan cada año su compromiso cultural
recordando sus lauros.
La evocación del grandioso Inti
Raymi hace vibrar Saqsaywaman, majestuoso escenario desde épocas pasadas, con el guión escrito por Faustino Espinoza
Navarro, notable qechwista, el que sigue
vigente ajustándose a los cambios necesarios.
El Himno al Qosqo, con
letras inspiradas del distinguido poeta y escritor Luis Nieto Miranda
y el gran músico Roberto Ojeda Campana, revela el justo orgullo que despierta
la incomparable urbe de sol y piedra. “Que se pongan de pie las naciones/ que
disparen su canto de estrella/ y que el mundo te rinda homenaje/ inclinando en
tu honor su pendón…”
Los vivas, “¡kausachun Qosqo!”,
emocionan y entusiasman a los viajeros que llegan en esos días de junio que son
mágicos.
LA LLAMA ES UNA DAMA
La
historia de la llama tiene que ser reescrita. El animal de carga que conocemos presenta
un pasado de abolengo. La bióloga Jane Wheeler, nacida en Washington, hace novedosas
revelaciones sobre ella, afirmando que partió en épocas remotas de Norteamérica.
A
mediados del siglo pasado las llamas pasaban
por la Plaza de Armas de Qosqo, transportando productos del campo al mercado de San Pedro. Por 1990 vi “puntas” o
grupos de llamas saliendo de Tanta, un poblado de altura de Yauyos, Lima, llevando
tejidos a diferentes localidades, bajando hasta el mar en Calango, de donde
retornaban con maíz, trigo, garbanzos, habas, naranjas y uvas.
Hace
unos años se les vió en el Museo de la Nación, en Lima, circulando por los caminos inkas y preinkas, en
un documental sobre el Qhapaq Ñan. Siguieron de “porteadoras” en el primer Llamanaani de
Eco Aventura Perú, organizado por Roberto Aldave, cargando mochilas, equipos de
fotografía y televisión. A sol abierto abrieron una ruta que presentó múltiples
atractivos en Bolognesi, Ancash; yendo desde la laguna de Conococha hasta
Matara, donde florecen hermosas flores de qantu o kantuta junto a una
residencia preinka.
Alguna
vez, en el “Algarrobal”, un museo moqueguano, la arqueóloga Sonia Guillén
me mostró unas llamas momificadas. Su pelo era suavísimo y de un color canela encendido.
Ella me dijo que hablara con Jane Wheeler, una bióloga americana que es Coordinadora
de Investigación y Desarrollo de Camélidos Sudamericanos de la Organización Conopa. A
Jane le fascinan estas criaturas que parecen princesas andinas, orejas en punta, ojos sombreados por largas
pestañas, cuellos altaneros y garboso andar.
La entrevisté
en mi programa “Huellas del Tiempo”, de Pax
Televisión, y me contó que hace millones de años los guanacos, sus antiquísimos
antepasados, vivieron en Norteamérica. En California se encontraron restos
petrificados, que tenían una antigüedad de un millón cuatrocientos años. Al pasar a Sudamérica
lo hicieron por los llanos amazónicos y
siguieron a las pampas argentinas. De allí, fueron tramos cortos, a Bolivia,
Perú y Ecuador.
Jane
Wheeler trabajó en el sitio arqueológico de El Yaral, ubicado entre cerros
abuelos de Moquegua, sobre el río Osmore. Allí descubrió llamas y alpakas momificadas. Mediante
análisis de muestras de piel y fibra, se obtuvo evidencias de la preexistencia
de dos razas de llamas y dos de alpakas. Una raza de llamas, aparentemente ya
extinta, de fibra fina sin pelos, y otra de fibra gruesa,
semejante a las de hoy, pero más uniforme.
En
esa época, hace 900 o 1000 años, fueron seleccionadas intensivamente, obteniéndose
uniformidad en finura, conformación del vellón y color, mientras que las
actuales tienen gran variación en el grosor, pilosidad y color de fibra,
producto de cruzamientos incontrolados.
Documentos
de los siglos XVI y XVII registran la virtual desaparición de llamas y alpakas
en el Qosqo, junto con un ochenta por ciento de la población humana, en menos
de un siglo después de la “conquista” española. (Flores Ochoa, 1977 y 1982).
El
análisis del ADN de los animales prehispánicos, dice Jane, ha servido para
medir los cambios genéticos producidos por la conquista y la incidencia de
hibridación en las llamas y alpakas de hoy.
Los
comentarios de la bióloga son muy interesantes.
Según Crosby (1972), “el asentamiento
europeo y colonización del Nuevo Mundo desató una crisis ambiental de magnitud sin precedentes.
Con la introducción de cultígenos del
Viejo Mundo, nuestros animales, prácticas agrícolas y paisaje, fueron alterados
irreversiblemente.”
Su ganadería
(ovejas, cabras, vacas y cerdos), desplazó a llamas y alpakas de su habitat en
el valle costero, a tierras marginales elevadas donde sus animales no podían
sobrevivir. Las consecuencias de esta catástrofe en la producción de camélidos
contemporánea son raramente consideradas. La falta de registros escritos de la
época preconquista y la pérdida de conocimientos transmitidos oralmente acerca
de la cría de dichos camélidos hace difícil evaluar en qué medida influyó Occidente. Actualmente las llamas se
crían como animales de carga y se conocen tres fenotipos diferentes, aunque puede
haber más.
Casi
todas las llamas son del tipo a.1, caracterizado por la falta de fibra en la
cara y crecimiento relativamente escaso en el cuerpo. Wheeler destaca que es
poco común el ch'aku o llama lanuda, con un vellón más pesado y fibra creciente
en su frente y en sus oídos. Las características de la fibra de la variedad
tercera son intermedias. El color tiende a ser irregular y varía desde el
blanco, marrón, negro o gris.
Los pobladores
de la cuenca del Lago Titiqaqa llevaron tradiciones y ganado de mucha altura a la costa. Las alpakas y
llamas de El Yaral pueden ser consideradas como descendientes de aquellas.
Su
excepcional estado de conservación ha hecho posible un análisis sistemático de
su fibra y de la composición del vellón, así como de su microestructura con un microscopio
electrónico de barrido. Fue inesperado encontrar que cinco de seis momias de
llama pertenecían a una raza aparentemente extinta, de fibra fina. El vellón de la sexta era áspero, representando
claramente una segunda raza de llama. La variabilidad de la fibra de llama hoy
en día muestra un aumento de pelos y aspereza general del vellón, que
probablemente comenzó durante la conquista española.
Al cambiarles
de medio ambiente, recluyéndolas en la puna, llamándolas “ovejas de la tierra”
se distorsionaron conceptos que las perjudicaron. Los mismos veterinarios les
recetaban medicinas como si fueran ovejas.
Se
ha aprendido de las llamas y las alpakas de El Yaral cuál es el verdadero
potencial de estas especies productoras de fibra, explica Jane Wheeler.
Desafortunadamente, muy poco se conoce sobre la variación de estos camélidos en
los Andes. Incluso no se puede determinar si las variedades preconquista
existen todavía y si son rescatables con
una crianza cuidadosa. Hay absoluta
urgencia de identificar y preservar a las poblaciones relictas antes de que
ocurra cualquier otra pérdida genética o modificación.
Finalmente,
señala que la genética utilizada para distinguir las razas de los cuatro
camélidos sudamericanos y los híbridos, con secuencias de ADN nucleares de toda
América del Sur está produciendo resultados prometedores.
Alfonsina
Barrionuevo
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