domingo, 15 de junio de 2014

EL OJO DE DIOS

La foto que está más abajo  es muy rara y fue tomada por la NASA.

Según se afirma es un tipo de evento que ocurre una vez cada 3,000 años.
Verla ha maravillado a mucha gente y le llaman  "el ojo de Dios".
Es una manera de sentir que nos mira desde el espacio . 
La foto fue captada por el telescopio Hubble.






LOS CORPUS DE CUSCO

Un día, cuando las tinieblas envolvían la tierra, una mujer que llevaba un hijo en sus entrañas, llegó a Sincheraq, Chinchero. Cuando le preguntaron quién era dijo llamarse Mama Lloklla, “madre aluvión”, no se sabe por qué. Cuando dio a luz un niño el lugar se iluminó porque la criatura llevaba una luz radiante en la frente. Los chinchero construyeron un templo en su honor porque fue su paqarina, su lugar de nacimiento.

Las gentes de otros pueblos se preguntaban por qué Chinchero se iluminaba entre todos. Era el niño que fue creciendo. Cuando llegó a la pubertad su madre le dijo que debía bajar al valle del Ausanqati y fundar un gran pueblo: Qosqo, que sería cabeza de un imperio. Antes debía casarse con Pitusilla, la hija del kuraka a quien amaba.

Ambos caminaron mucho y en las noches  su senda era de luz. Hasta que llegaron al lugar donde plantó una vara de oro en el centro. Manko Qhapaq, que así se llamó, "joven poderoso" transmitió a los hombres su sabiduría y cuando aprendieron le dijo a Pitusilla que debía irse. Tenía que volar al cielo para que se fundara el día, pero que tornaría por ella. Pitusilla se escondió en unos roquedales del Urubamba y lloró tanto que sus lágrimas formaron un nevado, Willka Weq’e, "lágrima sagrada."

Los Inkas, sus hijos, pensaban que la tierra podía volver a quedar en penumbra y en cada solsticio de invierno, llenos de temor, velaban durante una larga noche, esperándole angustiados. Cuando al fin su cabellera iba dorando las cumbres celebraban jubilosos el Inti Raymi, “la Fiesta del Sol.” Había retornado y daría calor y fuerza  a los huesos de los hombres y los animales, y colores a las plantas, a la piel y las plumas del resto de los seres vivientes, para embellecerr a Pachamama en recuerdo de Mama Lloklla.
Tanto quería Manko Qhapaq a Chinchero que su primer hijo se llamó Sinchi Roqa y después se sucedieron una serie de familias o panakas.

En 1572, el virrey Francisco Toledo, ante la creencia de que podía asestar un golpe mortal a las idolatrías en el Cusco, estableció un Corpus Christi grandioso. A su orden 117 imágenes religiosas de los virreinatos y las audiencias de América cruzaron los Andes hasta la ciudad emperadora. Trajeron sus velos amarrados para proteger sus cabellos, sus sombreros cubrían hasta sus orejas, los guardapolvos protegían sus ropas de viaje y en petacas de buen tamaño venían sus trajes esplendorosos, sus coronas y sus joyas.

Toledo no podía saber en su ignorancia occidental que en el antiguo Perú no había dioses. Su movimiento celestial sólo despertó la curiosidad de los habitantes de las villas de paso. El adusto virrey no conocía el gran nexo que tenemos desde milenios con la naturaleza. No hubo el tal repliegue de divinidades. El padre Sol sonrió desde su techo de añiles; la Pachamama, madre tierra, siguió ocupada en madurar sus frutos; Mama Yaku, la madre agua, en calmar su sed; Mama Qaqa en irradiar su energía, Wayra, el viento en llevarles frescura y así el rocío; la lluvia, Para; Mikhuy Chiqchi, el pequeño hermanito que lleva en su corazón de nieve un grano de tierra. Hasta la muerte resultaba una especie de pariente que los llevaba al otro lado del Yawar Mayu a una vida feliz.



Las imágenes peregrinas se fueron pero las órdenes religiosas y los párrocos se encargaron de continuar con el Corpus. Los españoles ricos y los descendientes de las panakas imperiales daban donativos cuantiosos para las vírgenes y los santos. Algunas efigies llegaron de España como la Virgen de Belén y otras pertenecen a la Escuela Cusqueña de Escultura como la Virgen de la Almudena, cuyo modelo fue una ñust’a, la esposa del genial Tuyru Tupa Inka, mientras San Cristóbal pertenece a la mano maestra de Waman Melchor Mayta. Las más ostentosas en andas forradas de plata y las menos en andas talladas de madera.

A Toledo se le hubiera enrojecido la cara de rabia si se hubiera enterado que en las imágenes de su Corpus se produjo el sincretismo. Santa Bárbara doncella es al mismo tiempo es patrona de la papa, Santiago El Mayor del rayo y la tormenta, las vírgenes se connaturalizan con la madre tierra y así sucesivamente son amadas por la gente de la ciudad y del campo que ven en el color de sus mejillas o en el peso de sus andas un anuncio de tiempos buenos o malos.

Al cabo de los siglos se multiplicaron los Corpus en el Cusco, celebrándose en el mes de junio pero en fechas diferentes para dar oportunidad a los devotos de ir a Oropesa y Chinchero donde salen una infinidad de efigies diferentes. Oropesa, donde se festeja en otro mes el raymi del pan, tiene un Corpus muy concurrido. Asisten dieciocho santos y vírgenes. La Virgen Asunta, la Virgen Estrella, La Virgen del Carmen Española, San Isidro Labrador, Santiago Apóstol, San Jerónimo, el Niño de Praga y muchos más.

Lo mismo sucede con Chinchero, más andino, donde los vecinos, principalmente los devotos del Señor de Qoyllur Rit’i, se dan el lujo de auspiciar un desfile con cruz alta, y estandartes a los que asisten los varayoq o alcaldes de las comunidades campesinas y los bailarines que estuvieron en el Nevado de la Estrella, recibiendo la irradiación cósmica de la Qoyllur. Es fuerte la presencia de los ukhukus, pablitos o pabluchas con sus máscaras pasamontaña. Su traje ha variado en las últimas décadas. Antes llevaban pieles de alpaka con penachos también de vellones y zurriagos con empuñadura de plata para cumplir su papel de celadores.

Fiestas del Cusco con repique de campanas, música de pututos y de bandas, y fatigosa marcha de cargadores, donde ahora están presentes las diabladas puneñas porque al salir en 1980 de Santa Catalina  la Virgen de los Remedios ellos le acompañan. 

Alfonsina Barrionuevo


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