domingo, 2 de febrero de 2014

RAUL GARCIA ZARATE

No sé si es cierto que en cada guitarra hay un alma de mujer aprisionada. Pero, en la guitarra de Raúl García Zárate está Rosa, la moza de Hawancalle, mujer del platero Santos, que llora, se lamenta y agoniza en el cordaje embrujado. Esta su voz diluída en lágrimas, desgarrada y triste. Su voz que araña el silencio cuando intenta en vano despertar a su amante, el guapo mozo Hermenegildo Santa Cruz a quien amó desde niña, antes de que sus padres la casaran por la fuerza…
(¡Rikchariy Helme! ¡Hatariy Helme!... ¡Despierta Helme! ¡Los perros están aullando! ¡Si es la ronda no hay cuidado! ¡Si es mi esposo no hay remedio!...)      
La tragedia de Rosa, llorada por todas las guitarras de Ayacucho, desde el virreinato, cobra vida en la guitarra de Raúl García Zárate. El guitarrista letrado de Soquiacato, “doctor al temple diablo”, es su intérprete cabal y al reclamo de sus manos acude, como un conjuro, el alma de la infortunada Rosa para penar  de amor en sus cuerdas.
Abogado es cualquiera. Otra cosa es el arte depurado de Raúl  que lo aprendió en la escuela de la tierra. En ese acontecer  de soles vistos a trasluz de un diluvio de abrojos, de tardes con arco iris que se enredan en los árboles, de charcos de nieve  en los que duerme la noche, de eternidades que se hacen tangibles a un paso del cielo, donde es fácil empinarse para coger estrellas. Eso y la suma de sueños del hombre más sus ansias, sus amores y sus rebeldías.

*Así comencé un artículo sobre el arte de Raúl García Zárate, por quien guardo una gran amistad. Se publicó en “Caretas” y en mi libro “Ayacucho: La Comarca del Puka Amaru”, en 1988.




MAMITA CANDELARIA

 Hoy, 2 de febrero,  y tuvo que ser domingo comenzó la fiesta de Mamita Candelaria, la famosa Virgen altiplánica que convoca a miles de bailarines, devotos y público en la ciudad de Puno.
Amada por siglos desborda música y danza por calles y plazas. El Estadio Torres Belón fue escenario de conjuntos de comunidades y pueblos de todas sus provincias que hicieron derroche de color y movimientos en un desfile interminable que mostró su poderío. En la Octava el estadio volverá a llenarse de conjuntos que presentarán vistosos trajes de luces y coreografías con despliegue de recursos. Ella tiene manos de nube.



EL DISCO SOLAR

Estoy revisando manuscritos antiguos y hay que cambiar creencias que más parecen frutos de la fantasía. En el testero del Qorikancha, el famoso templo de oro, no estuvo una grandiosa figura del sol con sus rayos en redondo, que le habría tocado a Mancio Sierra de Leguízamo en el reparto del botìn de Qosqo. Tampoco hay datos de que la perdiera jugándola en la misma noche. El soldado tuvo fama de jugador y existió. En su testamento pide perdón a los señores cusqueños por el despojo y la muerte que desataron los españoles en su tierra, pero no dice nada de la pieza fabulosa. No cabe duda que recibió un gran botín mas se ignora de cuánto. Hasta puede ser que recibiera el  gran bulto del sol, de gran valía  y que lo jugara. De allí cualquier otra cosa será sólo una conjetura.    

Igualmente no hay noticias sobre otras efigies que se supone estaban en el complejo religioso, como se sigue afirmando. Las de Mama Killa, la luna;  Ch’aska o las siete cabrillas; K’uichi o el arco de colores del cielo. Lo mismo acerca de los jardines de oro y plata con la reproducción de hombres, plantas y animales del Imperio a su tamaño natural. Sólo se menciona que los cusqueños se los llevaron y ocultaron en una sola noche cuando vieron el despojo de la ciudad sagrada.          

Es posible, sin embargo, que una de las figuras del padre Sol sea la que aparece en una pequeña lámina de maravilla. Esa, es tal vez, la única copia de como podría haber sido el bulto o bolo solar, repujado en toda la superficie.
Una réplica estuvo a lo mejor en en el Poqen Kancha, la pinacoteca cusqueña donde se registraba la historia de los Inkas en pinturas, textiles y láminas de oro y plata. Ahora está en la caja fuerte del Museo de las Culturas Indias de Nueva York. La placa que lleva dibujos no se exhibe al público y se encuentra, según me informaron, en una caja fuerte.          
El famoso diseño del sol, copiado de una fotografía de esa placa llamada equivocadamente “placa de Echenique”, porque fue obsequiada al presidente Rufino Echenique, en 1863, ha sido vuelta a usar como emblema por el municipio de la Ciudad Imperial. Fue por decisión del burgomaestre Daniel Estrada. Una gran reproducción fue mandada colocar, en el vestíbulo principal del Museo de la Nación de Lima, por Fernando Cabieses, su primer director.

En su interior parece que estuviera  la luna en diferentes fases mostrando tal vez una conexión de ambos astros, en solsticios y equinoccios. En el Qorikancha había tres figuras representando al sol del amanecer, al sol del mediodía y al sol del atardecer. Es posible que sea una copia del tercero por su relación con la luna.

No se trata de la figura espectacular que se imaginó en el testero o altar central del Qorikancha, donde se decía que se colocaban los wayqes o “imágenes” en oro de los Inkas. Pero sí un rutilante bulto solar, que pudo recibir como botín Sierra de Leguízamo y que jugó, dando lugar a un dicho: “jugarse el sol antes de que amanezca”.
El estudioso cusqueño Jesús Lambarri leyó en las crónicas del Inka Garcilaso y de Cieza de Leòn menciones sobre el Poqen Kancha, y tenía una buena información sobre la placa. Fue regalada al presidente Echenique en uno de esos arranques de ostentación que se daba en la Capital Imperial. También había ubicado el lugar en Pukin y tenía otras notas recogidas a través de la tradición oral sobre algunos de los tesoros que guardaba como los retratos de los Inkas.
Después del despojo que sufrió el Qosqo en el siglo XVI, desapareciendo valiosos testimonios de la expansión del Tawantinsuyu, será imposible conocer otras piezas. Aquellas que los propios guardianes llegaron a esconder y que siguen ocultas o están en colecciones privadas o museos. Sin embargo, se podría tener una copia de la placa que guarda el Museo de las Culturas Indias del Bronx, en Nueva York, mediante el Ministerio de Cultura. Podría exhibirse así en el  Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional de San Antonio Abad de Qosqo.

Alfonsina Barrionuevo        

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