RAUL GARCIA ZARATE
No sé si es cierto que en cada guitarra hay un alma de
mujer aprisionada. Pero, en la guitarra de Raúl García Zárate está Rosa, la
moza de Hawancalle, mujer del platero Santos, que llora, se lamenta y agoniza en
el cordaje embrujado. Esta su voz diluída en lágrimas, desgarrada y triste. Su
voz que araña el silencio cuando intenta en vano despertar a su amante, el
guapo mozo Hermenegildo Santa Cruz a quien amó desde niña, antes de que sus
padres la casaran por la fuerza…
(¡Rikchariy
Helme! ¡Hatariy Helme!... ¡Despierta Helme! ¡Los perros están aullando! ¡Si es
la ronda no hay cuidado! ¡Si es mi esposo no hay remedio!...)
La tragedia de
Rosa, llorada por todas las guitarras de Ayacucho, desde el virreinato, cobra
vida en la guitarra de Raúl García Zárate. El guitarrista letrado de
Soquiacato, “doctor al temple diablo”, es su intérprete cabal y al reclamo de
sus manos acude, como un conjuro, el alma de la infortunada Rosa para
penar de amor en sus cuerdas.
Abogado es
cualquiera. Otra cosa es el arte depurado de Raúl que lo aprendió en la escuela de la tierra.
En ese acontecer de soles vistos a
trasluz de un diluvio de abrojos, de tardes con arco iris que se enredan en los
árboles, de charcos de nieve en los que
duerme la noche, de eternidades que se hacen tangibles a un paso del cielo,
donde es fácil empinarse para coger estrellas. Eso y la suma de sueños del
hombre más sus ansias, sus amores y sus rebeldías.
*Así comencé un artículo sobre el arte de Raúl García
Zárate, por quien guardo una gran amistad. Se publicó en “Caretas” y en mi
libro “Ayacucho: La Comarca del Puka Amaru”, en 1988.
MAMITA CANDELARIA
Hoy, 2 de febrero, y tuvo que ser domingo comenzó la fiesta de
Mamita Candelaria, la famosa Virgen altiplánica que convoca a miles de
bailarines, devotos y público en la ciudad de Puno.
Amada por siglos
desborda música y danza por calles y plazas. El Estadio Torres Belón fue
escenario de conjuntos de comunidades y pueblos de todas sus provincias que
hicieron derroche de color y movimientos en un desfile interminable que mostró su
poderío. En la Octava el estadio volverá a llenarse de conjuntos que
presentarán vistosos trajes de luces y coreografías con despliegue de recursos. Ella tiene manos de nube.
EL DISCO SOLAR
Estoy revisando manuscritos antiguos y hay que cambiar
creencias que más parecen frutos de la fantasía. En el testero del Qorikancha,
el famoso templo de oro, no estuvo una grandiosa figura del sol con sus rayos
en redondo, que le habría tocado a Mancio Sierra de Leguízamo en el reparto del
botìn de Qosqo. Tampoco hay datos de que la perdiera jugándola en la misma
noche. El soldado tuvo fama de jugador y existió. En su testamento pide perdón
a los señores cusqueños por el despojo y la muerte que desataron los españoles
en su tierra, pero no dice nada de la pieza fabulosa. No cabe duda que recibió
un gran botín mas se ignora de cuánto. Hasta puede ser que recibiera el gran bulto del sol, de gran valía y que lo jugara. De allí cualquier otra cosa
será sólo una conjetura.
Igualmente no hay noticias sobre otras efigies que se supone
estaban en el complejo religioso, como se sigue afirmando. Las de Mama Killa,
la luna; Ch’aska o las siete cabrillas;
K’uichi o el arco de colores del cielo. Lo mismo acerca de los jardines de oro
y plata con la reproducción de hombres, plantas y animales del Imperio a su
tamaño natural. Sólo se menciona que los cusqueños se los llevaron y ocultaron
en una sola noche cuando vieron el despojo de la ciudad sagrada.
Es posible, sin embargo, que una de las figuras del
padre Sol sea la que aparece en una pequeña lámina de maravilla. Esa, es tal
vez, la única copia de como podría haber sido el bulto o bolo solar, repujado
en toda la superficie.
Una réplica estuvo a lo mejor en en el Poqen Kancha,
la pinacoteca cusqueña donde se registraba la historia de los Inkas en
pinturas, textiles y láminas de oro y plata. Ahora está en la caja fuerte del
Museo de las Culturas Indias de Nueva York. La placa que lleva dibujos no se
exhibe al público y se encuentra, según me informaron, en una caja fuerte.
El famoso diseño del sol, copiado de una fotografía de
esa placa llamada equivocadamente “placa de Echenique”, porque fue obsequiada
al presidente Rufino Echenique, en 1863, ha sido vuelta a usar como emblema por
el municipio de la Ciudad Imperial. Fue por decisión del burgomaestre Daniel
Estrada. Una gran reproducción fue mandada colocar, en el vestíbulo principal
del Museo de la Nación de Lima, por Fernando Cabieses, su primer director.
En su interior parece que estuviera la luna en diferentes fases mostrando tal vez
una conexión de ambos astros, en solsticios y equinoccios. En el Qorikancha
había tres figuras representando al sol del amanecer, al sol del mediodía y al
sol del atardecer. Es posible que sea una copia del tercero por su relación con
la luna.
No se trata de la figura espectacular que se imaginó
en el testero o altar central del Qorikancha, donde se decía que se colocaban
los wayqes o “imágenes” en oro de los Inkas. Pero sí un rutilante bulto solar, que
pudo recibir como botín Sierra de Leguízamo y que jugó, dando lugar a un dicho:
“jugarse el sol antes de que amanezca”.
El estudioso cusqueño Jesús Lambarri leyó en las
crónicas del Inka Garcilaso y de Cieza de Leòn menciones sobre el Poqen Kancha,
y tenía una buena información sobre la placa. Fue regalada al presidente
Echenique en uno de esos arranques de ostentación que se daba en la Capital
Imperial. También había ubicado el lugar en Pukin y tenía otras notas recogidas
a través de la tradición oral sobre algunos de los tesoros que guardaba como
los retratos de los Inkas.
Después del despojo que sufrió el Qosqo en el siglo
XVI, desapareciendo valiosos testimonios de la expansión del Tawantinsuyu, será
imposible conocer otras piezas. Aquellas que los propios guardianes llegaron a
esconder y que siguen ocultas o están en colecciones privadas o museos. Sin
embargo, se podría tener una copia de la placa que guarda el Museo de las
Culturas Indias del Bronx, en Nueva York, mediante el Ministerio de Cultura. Podría
exhibirse así en el Museo de Arqueología
y Antropología de la Universidad Nacional de San Antonio Abad de Qosqo.
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