DE
QOSQO A MACHUPIQCHU
En el Perú, el anteayer sigue en el
presente. Es un eslabón que no se ha roto, afortunadamente, y resulta mágico
estar observando en Rapasmarka, con el mismo entusiasmo de Martín de Murúa en
1586I, al kausarqa, un picaflor que hiberna olvidado de todo, entre octubres y
abriles, durmiendo en la corola de una flor.
María Rostorowski me habló de que el
nombre de Pachakamaq, el gran santuario de Lima, venía en realidad de pacha
kamaqen, centro religioso donde estaba “la esencia de la tierra”. El crédito se
desprendía del prestigio que le daban sus numerosos sacerdotes que eran
oráculos vivientes, según decía el monseñor arqueólogo Pedro Villar Córdova.
Los sunquyoq, expertos en descubrir arcanos en el corazón de las gentes; los
mosqoq, que interpretaban el contenido de los sueños; los wamaq, que eran
filósofos y descifraban los secretos del tiempo, los ripiaq que recibían
consultas de los atletas. Así, muchos más. Ellos absolvían todo tipo de
consultas de los peregrinos, que esperaban largo tiempo para ser atendidos.
A mí me pareció que la definición
podía ser exacta para Qosqo, donde estaba el kamaqen de su mundo. Así fue desde
el punto de vista religioso. Había 350 wakas o lugares sagrados donde se hacía
ofrendas a las fuerzas cósmicas, telúricas y hasta psicológicas, ubicadas a lo
largo de 42 seqes o líneas imaginarias que partían del Qorikancha. Había una
waka dedicada, por ejemplo, al sueño. Otra, a la alegría. La papa, el maíz, la
kiura o quinua, tenían también sitios donde ponían los mejores frutos de la
cosecha para que propiciaran otras en el futuro.
EL
ACERO VEGETAL
En
Lima antigua, al borde del río que dividía el valle, el viento “entonaba” himnos grandiosos
agitando los tallos de mama, carrizo hueco, que abundaba en el lugar. El nombre
del río era Mamaq mayu, “río de
carrizales”, pero los españoles le dieron
el nombre equivocado de Rimac. Mama se llamaban los carrizos en Lima y matara
en Cusco, y tenían otros nombres en los
diferentes idiomas del Perú.
La
caña que formaba “bosquecillos” montaraces sirvió en Caral hace unos 5,000
años; la usaron los chimu en Chan Chan; los “cabezas largas” en Parakas y los
inkas. En el Asia, la especie que era conocida como bambú, fue empleada desde
la India hasta la China y de Japón a Java.
El
aprecio que tuvieron las gentes por el carrizo, caña, caña brava, caña de
guayaquil, junco, bambú, etc., en otras partes del mundo le dieron títulos
notables. Acero vegetal, en Alemania; Hermano, en Vietnam; Oro verde, en la
India; Patrimonio de la Humanidad y Gramínea Maravillosa.
Las
cañas son gramíneas que, por su avidez, crecen cerca de las fuentes de agua.
Son abundantes en regiones tropicales y subtropicales, templadas e inclusive en
ciertos humedales a 4,000 metros sobre el nivel del mar. Sus floraciones, dos
veces al año, atraen para anidar a grupos de aves.
En el
mundo hay miles de especies. Su crecimiento es espontáneo, pero hay países en
los que se promueve su cultivo, cubriéndose grandes áreas. Estas gramíneas han
estado siempre cerca del hombre como material para cazar y pescar, obtener agua, usar con fines medicinales,
confeccionar papel, ropa, instrumentos musicales, utensilios, elementos decorativos
y muebles, así como para construir viviendas, puentes y canales.
Las
especias que existen en el Perú tienen un uso limitado como elemento
estructural. La caña puede usarse no solamente en las paredes de quincha. En la
casa Ganoza Chopitea de Trujillo concita admiración un techo prehispánico,
hermosamente entrelazado de caña. Se le descubre también en las bóvedas de muchas iglesias
virreinales.
“Generalmente
se emplea la madera para las vigas estructurales de los techos pero estamos
trabajando con la caña como material resistente a prueba de sismos en cúpulas
que llamamos domocañas”, explica la ingeniera civil e ingeniera sanitaria
Raquel Barrionuevo. Su propuesta ha sido desarrollada en la Facultad de
Arquitectura, Urbanismo y Artes (FAUA) de la Universidad Nacional de Ingeniería
(UNI), donde es profesora principal e investigadora.
Los
resultados han sido positivos en los ensayos de cargas estáticas de techos
experimentales en el Laboratorio del Centro de Investigaciones Sísmicas y
Mitigación de Desastres (CISMID) de la UNI. Con ellos se puede ayudar a la
necesidad de vivienda de un gran porcentaje de familias en condición de extrema
pobreza.
La
caña o carrizo, usando como sostén la tecnología mejorada del adobe o de la
quincha, con albañilerías de ladrillo o bloques de concreto armado, tiene la
ventaja de ser un recurso local para tecnologías constructivas de bajo costo.
Sus características responden a soluciones ecológicas que no atentan contra la
conservación del medio ambiente en zona urbana o rural.
Existen
muy pocos diseños estructurales de edificaciones de bambú en el mundo. Las
construcciones existentes y nuevas se basan sobretodo en la experiencia
práctica de los proyectistas. Recién en el 2011 se aprobó la Norma de Diseño y
Construcción con bambú para construcciones
ortogonales.
Aprovechando
la flexibilidad de las cañas se arman los techos con doble curvatura o cúpula,
dejando que tomen su propia forma. El resultado es un espacio
arquitectónicamente agradable, amplio y cálido. Los estudios teóricos revisados
y realizados muestran que, a diferencia
de la losa plana, que estructuralmente trabaja
la tracción y la compresión, la cúpula lo hace a compresión en todos sus
puntos, reduciendo sus valores cuando es más alta.
El
sismo destructivo registrado en Pisco en el 2007, con un grado de 7.9 no afectó
una casa de adobe de Humay próxima, con un ambiente techado con un domocaña de
6 m. x 6 m., mientras que el 70% de las viviendas de adobe existentes
colapsaron. Igualmente en la
comunidad Cabeza de Toro. La Ong
Paz & Esperanza llevó a cabo un programa de capacitación para la construir
150 viviendas con paredes de estera y techos domocaña, que denominó domobambú.
Alfonsina Barrionuevo
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