Estaba
trabajando con Fernando Moscoso sobre el
hanp’atu o sapo andino cuando Ruth Shady arrancó su figura del pasado. Un
diseño que tiene de 4,000 o 5,000 años. Lo encontró en Vichama-Caral extrayendo
de la incuria el grupo arqueológico.
Sapo de Vichama. Proyecto Caral |
El
relieve impacta por el tiempo que tiene. Cielos azules y grises girando sobre
su cabeza. Amaneceres blancos y crepúsculos rojos. Oro otoñal o esmeralda
invernal. Su cabeza asoma debajo de un muro mientras afirma “las manos” en el
piso, como si fuera a saltar. El sapo salió del agua hace millones de años y se
volvió terrestre. Sin embargo, conserva su vínculo con el agua. Le canta al
agua, al natural, o desde las cerámicas y vasos de madera ceremoniales de las
gentes de otros tiempos, porque sin ella se agostaría.
Francisco
de Avila en el siglo XVII no supo interpretar su presencia. En el antiguo Lurín
fue tan querido que enterraban a cada ejemplar en una diminuta tumba, un nichito donde
colocaban su cuerpo mortal. Pude ver unos cuantos en sus respectivos recintos
de piedra, mirándome desde la eternidad de su huesa.
Cristóbal
Makowsky me los mostró resaltando su singularidad cuando me aparecí para hablar
sobre los pobladores prehispánicos de la Tablada. En una época auroral ellos
manejaban con excelencias el cobre. El arqueólogo estaba a punto de marcharse.
El lugar se iba a urbanizar y debía retirarse a su universidad con su gabinete
de cuatro ruedas. No pudo hacer un levantamiento arqueológico estricto y prefirió cubrirlos como los encontró.
Sinceramente me dolió que los dejara pero no podía proceder a recogerlos por la
premura de su salida.
Cada
batracio lurinense llevaba ofrendas, caracolillos, conchitas, restos de frutos
y textiles. Testimonios del cariño conque fueron enterrados y el sentido
ceremonial.
Por
lo visto, en las épocas preinka o inkas el sapo o hamp´atu era un gonfalonero
de Pachamama (la madre tierra), la que
alimenta a sus hijos, los runas (hombres), en el mundo del Kay Pacha o mundo de
la vida.
El
sapo es una especie de llamador de la lluvia. Eso ya lo había registrado el
sabio Erik Santiago Antúnez de Mayolo, conocedor de los indicadores más increíbles del tiempo, animales,
vegetales y atmosféricos. Su comportamiento le sirve al campesino para
programar sus actividades agrícolas. Sus apariciones son útiles para iniciar la
siembra, por ejemplo de la papa en el Cusco.
“En el mes de agosto en el lago Titiqaqa, en
un sector de Copacabana, Bolivia, se hacen una serie de ofrendas a un
gigantesco sapo de roca que está sumergido en el lago y en las orillas se
encuentran los sacerdotes andinos que mediante un rito aimara solicitan
abundancia y rotección”, cuenta Fernando Moscoso. “Lo hacen a pedido de los peregrinos que acuden hasta
ese lugar en pequeñas embarcaciones, tal como lo hice hace algunos años.”
En
las ferias del eqeqo tienen mucha demanda pequeñas estatuillas que reproducen a
un sapo dorado cargado con monedas de oro y billetes. Es la versión actual del
sapo prehispánico. “Los peregrinos acuden al Santuario de la Virgen de
Copacabana,” menciona el periodista y fotógrafo cusqueño, “adquieren su imagen
artesanal con la finalidad de ser protegidos en sus negocios. También pueden
ser de arcilla o piedra y los envuelven
con adornos de colores para ser llevados a sus hogares. De allí se desprende un
cùmulo de deseos traducidos en aspectos benéficos, como tener un carro, comprar
una casa, recibir dinero, lograr trabajo
etc., representados en pequeñas artesanías que forman toda la parafernalia que
lleva en su espalda.”
Fernando
Moscoso agrega que en una de sus visitas a Limatambo, provincia de Anta, Qosqo,
identificó a un hamp´atu de roca conglomerada en Killarumiyoc, Ankawasi. Se le puede ver frente a una media luna tallada en piedra por
canteros inkas. Parece ser un observatorio agronómico, relacionado con una
fuente de agua que discurre por la parte posterior del sapo, donde se encuentra
una roca y una caída de agua al que acuden los sacerdotes andinos para dejar
ofrendas.
“La
ubicación del hamp´atu de Killarumiyoc, agrega, se encuentra alineado a la media
luna. En el mes de junio con motivo del solsticio de invierno la sombra del
sapo llega a ubicarse al pie del elemento lítico junto con los primeros rayos
del sol cuya proyección se concentra en la media luna, formando un arco
concéntrico que marca las diferentes estaciones del año agrícola. Es necesario
seguir investigando los valores culturales que encierra este sitio arqueológico
y su puesta en valor monumental por su gran importancia.”
Defintivamente
es innegable su relación con el clima y los cultivos en los Andes. De allí el
prestigio que gozó en años pretéritos como una criatura presente en las
adivinaciones.
En
Facalá, Ascope, La Libertad, hay un cerro Sapo con la boca abierta que parece
proteger un importante canal abierto por los moche. Hay que reconocer además su
acción benéfica contra insectos nocivos y las aguas.
En
otra dimensión el sapo constituye simbólicamente una constelación andina qechwa
y aimara, como la lluthu o perdiz y la llama que aparece en el espacio infinito
con su cría, entre otros animales del Kay Pacha.
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