MACHUPIQCHU:
SANTUARIO DE SANTUARIOS
A cien años de abrirse Machupiqchu al mundo pensé cómo contribuir a su imagen. Para lograrlo recurrí a mis archivos, a los conocimientos que he acumulado sobre los Andes, a escritos de cronistas de los siglos XVI y XVII y libros actuales de historia, así como a la tradición oral que siempre me ha dado una información valiosa e inédita. Poco a poco fui hilvanando datos que estarían arrojando primeras luces acerca del famoso grupo arqueológico con la ubicación de 17 wakas, sitios o templos, en el santuario.
MACHUPIQCHU Foto: Peruska Chambi |
Me faltaba saber de dónde venía la identidad del Inka. Tuve la suerte de conocer al canónigo Maximiliano Rendón, que me habló de un príncipe inka, Kusi Yupanki, a quien su padre envió a apaciguar a los ayarmakas y a los señores tanpus del Valle Sagrado. Cumplida su misión lo llamó una montaña de singular magnificencia. Obedeció su orden y al llegar a la cima se convirtió en vaso comunicante de tres mundos: Hanaq Pacha, Kay Pacha y Ukhu Pacha. Allí recibió la orden de construir un santuario y así fue cuando ascendió al trono, con el nombre de Pachakuteq.
Al terminar expreso mi admiración hacia los informantes prehispánicos, cuyo espíritu trasciende el tiempo, y, a sus nietos que viven hasta hoy en lugares olvidados, guardando la herencia transmitida. Gracias a su memoria podemos decir que la grandeza de nuestro territorio sigue, inmarcesible y eterna.
EL ARBOL DE LA PAPA
El pajuro no es una papa, porque a ninguna papa se le ocurriría escabullirse de los surcos e irse por las ramas de un árbol para colgar en el aire como una enredadera. El nutricionista Santiago Erik Antúnez de Mayolo me habló alguna vez de esta papa circense, equilibrista, que busca columpiarse con la brisa y me dejó pensando. No podía imaginarla hasta que en Cajamarca encontré un árbol con unas vainas semejantes a las del pakae. Al saber que era un pajuro, palabra que era nueva para mí, pedí una vaina y de veras que este es un árbol de papa que el padre Bernabé Cobo pasó por alto. Al abrirla me dio ternura. Adentro acuñaba seis papas, con cáscara y los ojitos típicos de las papas de tierra.
Cuando pregunté por qué no había bosques de pajuro me dijeron que se comía muy poco porque había otros alimentos más importantes. Pero no iba a perder la ocasión de probarlo y mis pajuros se fueron a la olla. Sentí que no las apreciaran porque se parecían mucho a las papas amarillas. Hasta que me enteré por un escrito de Daniel Alvarado Oyarce que, en su niñez, vivió en San Francisco de Yeso, provincia de Luya, Amazonas, “solía desayunar con café y harinosos pajuros”. Allá tampoco se produce en mayor escala. El pajuro es un árbol más en los huertos donde tienen más espacio las bellas matas de hortensias y árboles frutales como el chirimoyo, los duraznos y los lúkumos. La gente deja sus vainas en los árboles y sus papitas se arrugan hasta que se momifican.
Se le puede encontrar entre la yunga y la qechwa, pero es una papa que sólo baja de sus ramas cuando la reclama el hambre de los niños.
Se le puede encontrar entre la yunga y la qechwa, pero es una papa que sólo baja de sus ramas cuando la reclama el hambre de los niños.
Conversé
nuevamente con el doctor Antúnez de Mayolo y me dijo que los peruanos debemos
reaprender a comer las especies vegetales que domesticaron nuestros
antepasados. En muchos sitios se come la hojas de la kiwicha, de la kinua y la
kañiwa cuando están tiernas, aunque sus valores tradicionales no se conozcan a
nivel científico.
En
la India, según dijo, se cultiva el amaranto en la casa y se va deshojando
todos los días para que la gente aproveche sus minerales y vitaminas.
Los
antiguos peruanos, añadió, no usaban pesticidas y tenían alimentos orgánicos
siempre, porque usaban cultivos asociados. Los
ácidos de unas plantas controlaban los de otras y destruían lo que les hacían daño. El maíz crecía junto con el
algodón y había un control biológico mutuo. Al gusano del maíz le parecen
sabrosos los del algodón y viceversa. De esa forma los campos quedaban libres
de insectos. Hay que recuperar su tecnología para que pueda ser útil.
La
oka soleada es dulce, agradable, pero no llega a los mercados de la costa. El
entusiasmo del doctor Antúnez de Mayolo fue grande cuando dijo que se podía
extraer alcohol de la oka, el mejor alcohol del mundo, según decía el sabio
Raimondi. Hasta podía darse un licor de mejor calidad que el de la uva. Antiguamente se hacía una
chicha de la oka, llamada q’airaso, y que dicen que era muy buena. El molle que
extendieron los inkas tiene importancia porque contiene fenol y todos los
fenoles tienen antioxidantes.
Volvemos
por el principio o sea el pajuro y me explicó que a los pajuros se les llama
“habas del inka”. En Chachapoyas hay tres variedades distintas. Una amarilla,
otra morada y una tercera parda. Hay que conocer sus propiedades. Cuánto tienen
de vitaminas o de minerales los alimentos que consumimos o aquellos que hemos
perdido. Ha registrado 4,500, un vasto universo. Y me puso en alerta otra vez
cuando se refirió a una fruta de bajo consumo entre nosotros, la lúkuma, con
mucha demanda en el extranjero. Según afirmó tiene mucho caroteno. ¿No será que
la fuente de la eterna juventud está en alimentos que no llegan a nuestra mesa?.
Hace 458 años, antes de que llegaran los españoles, se podía preparar con ellos
variadísimos potajes y ahora se están
envasando en píldoras que pronto será como exportar un sueño. “Una manera
prodigiosa para detener el reloj de
Chronos”.
Alfonsina Barrionuevo
Alfonsina Barrionuevo
Muy interesante entrega, Dra. Barrionuevo, somos realmente una tierra bendecida por maravillas de la más elevada ingeniería de la construcción y genética, logrando portentos que el mundo admira y alimentos que son a la vez medicinas y que han sido logrados por nuestros ancestros con tanta sabiduría, pero que lamentablemente no los aprovechamos en las ciudades. La felicito y agradezco por su incansable trabajo en favor de nuestra cultura, patrimonio y medio ambiente. Me gustaba mucho ver sus programas por canal 7. Saludos.
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