sábado, 15 de junio de 2013


EL KAMAQEN DE MACHUPIQCHU

 
La historiadora María Rostworowsky acierta cuando revela que los grandes centros religiosos poseen kamaqen, la energía vital de su mundo.

 Machupiqchu resume el kamaqen del mundo inka y y la magia del paisaje que le rodea. El Putukusi con su testa redonda, el Kutija con  su pico majestuoso  y la frondosa vegetación de los fértiles valles del Kollpani. Los hombres que  edificaron el santuario sintieron el sortilegio que emanaba de sus flancos olorosos, su cercanía a los astros y el poder convergente de los elementos de la naturaleza.

El clima en el Santuario tiene temperamento, ora envuelto en un manto de brumas que  se deshilachan multiplicando su misterio, ora radiante con el sol que se enseñorea en sus espacios abiertos, ora con lluvia que se dispara abrazada al viento. A mí y a Peruska Chambi, quien tomó las fotografías de los templos, a medida que yo los fui ubicando, nos tocaron tres días oscuros y lluviosos.
 


Machupiqchu.  Foto Peruska Chambi
 
Nosotras aprovechamos los pocos momentos, en que el sol rasgaba su domo gris y la claridad le enmarcaba procesionalmente,  para registrar las wakas o sitios sagrados y ordenarlos.  El Intiwatana o Intiwaytana, llamado primero reloj solar; luego altar  pétreo donde el sol amarra sus rayos o los hace florecer. Lo mismo el asiento del cóndor, que  equivocadamente se creía que estaba asociado a sacrificios  humanos y que la sangre de las víctimas corría por sus “canales” en la roca donde está. Especulación sin fundamento. Así como se llamaba templo de la Luna a una cavidad en la parte baja del santuario, cuando está en su cima,  muy cerca al Intiwatana, haciendo conexión con el templo del Sol.

Las otras wakas o templos se ajustan a informaciones orales, similitudes con wakas o sitios sagrados de Cusco, recopilados por los cronistas que hablaron con los khipukmayoq y otrs gentes dedicadas a su cuidado..


Mientras sigo investigando tardaré en reeditar mi libro: “Templos Sagrados de Machupiqchu”, pero mantendré al tanto de mi búsqueda a los lectores de este blog. Será la mejor manera de actualizar periódicamente mi trabajo.



HABITANTES CON ALAS EN LUYCHA

         
Se dice  que la vida en los pueblos transcurre a la velocidad conque camina un caracol,  muy lenta;  aunque podría ser como dicen otros con la rapidez conque se mueve una tortuga, casi lo mismo;  o, según una tercera opinión,  con los segundos marchando al ritmo del caracol  que va muy rápido si se piensa en su tamaño.  Amanece cuando los primeros rayos del sol están dorando la punta de los cerros y acaba el día cuando la noche suelta su melena de sombras. Imposible hacer más palpando la oscuridad. Es hora de descansar y en Alka, provincia de la Unión, Arequipa, todos duermen con la seguridad de que vela por ellos el Aikano, su cerro tutelar, su guardián.       

En la mañana, mientras Fernando Polanco Bellido, nuestro guía de viaje, goza de las delicias de un baño en las termas de Luycha; su paisano Florián Roncalla Postigo, refiere que las aguas del Aikano  tienen la propiedad de duplicar la bravura de los toros. Los cerros de Cabezas y Santa Rosa, agrega, conversan a veces en las noches de tormenta, pero el Aikano lleva la voz cantante porque es el mayor.
         

Roncalla que  es hospitalario como un rey, con una bodega de licores que prodiga a los visitantes,  conoce como la palma de su mano todos los caminos de la Unión. Hace tiempo solía llevar toros hasta Lima. Para el efecto hacía acopio de reses y llegado el momento lidiaba con los cornúpetas muy bravos que no se dejaban conducir y arremetían contra todo el mundo. Como habían sido pastoreados por mujeres encontró la solución al problema. Hizo que sus peones se colocaran polleras para arrear el grupo,  engañando a los toros que entonces hacían hacían el viaje dócilmente.

En el límite de Arequipa con Apurímac, menciona que hay una laguna, Wakullo, que en tiempos de migración de aves es un jolgorio de chillidos porque cientos llegan hasta  sus totorales, para tomar posesión durante la temporada. No sabe si el buen Dios la parceló para que no se pelearan, pero cada especie conoce su territorio. Aterriza allí y nunca invade otro lugar, respetando a sus vecinos. La vista es magnífica porque hay una variedad  que haría feliz a un especialista, ajoyas, wallatas, pariwanas, chulladores, y muchas más que se distinguen por el color de su plumaje, su tamaño y las diferentes características que les ha dado la naturaleza. La laguna tiene una enorme población de peces como una despensa que les permite vivir sin pelear por un bocado vivo.

 
En la puna hay aves que son parecidas a una perdiz, cuyos huevos son azules y  reciben el nombre de kivios. Ellas  saben, según Roncalla, si el tiempo será bueno con gran anterioridad. En una ocasión tuvo la suerte de verles bailar celebrando la proximidad de las lluvias. Los kivios bailan y cantan al mismo tiempo con tanta energía que, al cabo de unas horas, caen desmayados con las patitas hacia arriba. Al cabo, cuando se recuperan, desfilan y desaparecen rápidamente entre las matas de ichu. Los kivios se encuentran entre los indicadores del clima aunque no es fácil asistir a su rito volátil en las inmensidades de la puna.

El ex ganadero que ha cambiado los peligrosos viajes por la Unión para vivir en Alka recuerda que antes de salir era menester hacer el pago a la tierra porque ella está viva y reclama la ofrenda de sus hijos. Cuando es necesario hablar con ella y con los espíritus de los cerros se busca a los paqos. El encuentro tiene que ser en una noche impenetrable, a campo abierto. Su padre,  don Santos Roncalla Bernal, estuvo en una sesión y los sintió llegar volando como cóndores,  agitando el aire con sus alas. Siempre los tuvo presente en su recuerdo y nunca dejó de saludarlos y hacer la t’inka o brindis en sus largos recorridos.
 
Las paradas en las estancias de los alpakeros son amenas. Mientras preparan su comida los hombres hablan  de viejas tradiciones como el pleito del p’uku o buho con el gallo sobre quien debía dar la hora para que saliera el sol.. Como ninguno quería ceder al otro este derecho viajaron a Lima para que lo decidiera el juez. Este dijo que sería aquel que diera la hora exactamente a las doce de la noche. Como había llegado muy cansado el p’uku se durmió y el gallo, que era más recio despertó a tiempo y cantó primero. Hasta ese momento ambos tenían casi del mismo tamaño. El gallo se creció al estirar el cuello para cantar y lo sobrepasó.

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