CIERRAPUERTAS
MUNDIAL
El virus de la temible gripe nos ha
encerrado. Será por breve tiempo pero nos ha sacado de las calles. Salir de las
calles quiere decir nada de aviones, nada de autos, nada de trenes, de helicópteros,
de barcos, de buses, de camiones, de tanques, de motocicletas, bicicletas y
hasta de patines. La reclusión es total. Vacaciones generales en el interior de
las casas. Los seres humanos debemos reprimir impulsos durante la cuarentena,
con la voz caminando de puntillas, como si se fuera a dormir. La regla es no
contagiar ni ser contagiados. La única manera de vencer al Covid 19. Los rebeldes no cuentan. Son la minúscula sin
razón. Lo real es gozar de aire puro, de cero ruidos, menos contaminación, nada
de gritos, de besos viciados, de manos negativas, de abrazos sin control, de pesadillas.
Más vida, sueños que multiplicar y no perder la perspectiva. Vallas a los
viajeros involuntarios portadores. Podríamos quedarnos sin amanecer. A los
jardines funerarios de la paz hay que elegir la lucha haciendo un cabe al tedio.
No queda otra cosa que resistir a puerta cerrada. Extraña ganancia. Solo queda
esperar cuando inclusive la guerra ha dejado sus batallas en suspenso.
Las gaviotas y otras
aves migratorias desbordan a su vez las playas, sin bañistas incómodos, y los
pájaros niños, los zarcillos y muchos más. En Venecia, Europa, los cisnes se
permiten el lujo de surcar los canales y
así mismo otras aves que han recobrado sus brújulas, sin seres humanos intrusionádoles
el planeta que debíamos compartir. Y … los cóndores en el Qosqo con sus
paisajes libres de vuelos con miles de pasajeros que burlan en Machupiqchu los parámetros de
lo que debe ser una visita grata.
El receso no ha de durar tanto, pasado mañana
las alas se marcharán a dónde no se sabe. Cabe solo una reflexión. Se podría dejar tal vez algunos lugares para
la naturaleza, esa madre desesperada. Lo vemos. Traspasado mañana volveremos a
espantarlas. ¡Adiós tortolitas que están haciendo su nido en el molle de la
calle de Enrique Villar 444, de Santa Beatriz! ¡Adiós loritos k’allas de la
palmera! ¡Adiós yemitas del algarrobo amigo! ¡Nunca aprenderemos, aunque el
planeta nos perdone la vida todos los días!
Alfonsina Barrionuevo
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