PREGUNTA
QUE QUEMA
¿Qué
hacer con el virus...?
En estos días millones de personas se
hacen la misma pregunta. ¿Qué hacer con
el COVID 19?
La humanidad se atraganta con él. Estamos
como el avestruz que mete la cabeza en un hoyo creyendo que se puede ocultar, sin
percibir que su cuerpo queda expuesto. Las plazas y las calles desiertas a
nivel mundial son el índice del temor. Las cifras de infectados aumentan
mientras la seguridad del siglo se desmorona. ¿Cómo conjurar a un virus que mata
y nos empuja a encerrarnos?
Para comenzar urge difundir la
conciencia de que los chinos no vencieron al COVID19. Su secreto fue aislarse hasta que el flagelo pasó.
Para que se extinguiera el cierra puertas tenía que ser riguroso, total, sin que quedara afuera ni media persona. Dalila Pardo de Saric, exitosa empresaria
de la alimentación, tenía un aforismo
oriental para eso. ‘Con paciencia y un poco de saliva una hormiga se comió un
elefante.’ Alguien tuvo igualmente una salida muy sabia. ‘No me traigan problemas,
a mi tráiganme soluciones’.

Tal
vez, mañana…
El mañana no es una ilusión sino la
medida de la esperanza. En este momento equipos de casi un centenar de laboratorios
del mundo queman pestañas para obtener la fórmula de una medicina para enfrentar al temible
virus. En esta batalla no hay posibilidades de rendición. La mejor de las medidas
es y será no salir de casa hasta que un milagro acabe con la pesadilla del COVID19.
Hay que pensar que ante esa decisión la gente requerirá de ingresos para sobrevivir.
Se habla ya de multiplicar las subvenciones. Un pensamiento grato pero absurdo.
Ningún gobierno debería obrar como mecenas dejando su papel de director.

No olvidar a la madre naturaleza.
Hasta ahora la humanidad se comporta como una madrastra con sus tres reinos,
esquilmando, relegando y aniquilando especies. En la Amazonía el cuarzo
reemplaza a la tierra fértil, en los polos el efecto invernadero ahoga a los
osos al derretir su hábitat, en los valles el cemento aplasta a los árboles. En
Machupiqchu se quiere hundir al santuario con una increíble sobrecarga de
visitantes. Hay que buscar el equilibrio. La piedra, los animales y los
vegetales, tienen kamaqen, sentimiento. Se supone que la humanidad tiene alma.
Alfonsina Barrionuevo
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