domingo, 12 de abril de 2020


SANTOS CRISTOS

Hoy Domingo de Gloria el verano se ha envuelto en un chal húmedo de niebla.  En este año del Señor el nuevo corona virus ha puesto en cuarentena a la Semana Santa. Nunca creímos que se pudiera archivar. Ha ocurrido por las tribulaciones que sufre la Humanidad. Sin embargo me anima recordar a Santos Cristos y Dolorosas memorables de los pueblos que acataron su presencia.  

En los Barrios Altos de Lima, por esos años que se envejecieron en sus puertas, un Crucificado decidió quedarse en el convento de Santa Clara. Como las monjas no podían comprarlo el escultor se lo quiso llevar. Ante su asombro la cruz se agitó inesperadamente convirtiéndose en un árbol en medio de un vendaval. Sus brazos enramados se aferraron al techo del locutorio estirándose llenos de vida y del extremo de su cuerpo brotaron entre sacudones unas raíces oscuras que se hundieron en el piso de tierra.  Las clarisas y el artista asistieron al evento con lágrimas en sus rostros. El Señor quería quedarse y cuando todo volvió a la normalidad se sintió un olor a incienso. La gloriosa imagen recibe oraciones en los días santos.

La iglesia de la Merced, del jirón de la Unión, Lima, se aroma con la historia de un joven donado, menos que un lego, que ingreso al convento para servir. Pudiera haber aspirado a más pero su humildad lo impidió. Su padre, un kuraka de Cajamarca, que fue a visitarle contempló asombrado como el Cristo de la Agonía desclavaba su mano derecha y extendía su brazo proyectándole su fuerza para que entendiera los misterios de su fe. A su vez el donado explicó a su padre que la hermosa Señora de la Buena Esperanza, que estaba a la entrada de la puerta principal, se bajaba de su cuadro para que aprendiera a leer. Lo hacía porque él quería enseñar a los niños el catecismo.

¿Pueden ser escultores el viento, el agua, la nieve? En el mundo mágico del Ande hay imágenes sacras cuya obra se atribuye a las fuerzas telúricas. En ellas lo mágico participa en su hechura nimbándolas de luz. Hace una gavilla de lustros en una madrugada blanca que los vecinos de un bosque en Huaraz, Ancash, sintieron un estruendo como de una sierra poderosa. Luego un silencio total que pesaba en el aire. El extraño fenómeno hubiera sido olvidado pero se repitió hasta tres veces con intervalos de días. Al cabo un grupo decidió averiguar que pasaba y entró a lo más umbrío para ubicar al misterioso leñador. Nada había a la vista, solo una brisa suave moviendo las ramas. Avanzaron un poco y en un recodo, en lo más callado encontraron un árbol patriarca partido en dos y en el centro, emergiendo de su corteza, un santo Cristo indiscutiblemente solo. Su nombre se lo dio la propia naturaleza: Señor de la Soledad.

Resultado de imagen para señor de qoyllority | Religiosas, SeñorEn Ocongate, Quispicanchi, Qosqo, el Crucificado pasó de la tayanka, árbol triste, espinoso, donde quiso esconderse al extremo de la hoyada de Sinaqara, perseguido por los traficantes. Ellos buscaban a un niño que usaba ropa de iglesia. Al pie del nevado de Qolqepunku se quedó en un roquedal, ahora santuario. Sus guardianes son los ukhukus, mitad hombres mitad osos, que asisten por docenas a su fiesta en Qoyllur Rit’i. Su historia narra los juegos de un Niño Dios de cabellos castaños con un pastorcito de su edad en esas alturas. Un día éste pidió a su amigo que fuera al Qosqo para comprarle una túnica nueva y le dio de muestra un trozo de la que usaba ya muy gastada. Se enteró el obispo y mando a buscar a un pilluelo que usaba un traje con tela de iglesias. Sus enviados acorralaron a los dos pequeños. El pastorcito murió de la impresión del injusto chako o cacería humana tratando de coger a su compañerito con palos, zurriagos y gritos. El otro se convirtió en el Cristo de la tayanka.

En Catacaos los cargadores se reemplazan casi toda la noche porque avanzan tres pasos y retroceden dos.
Hay roscas de miel que se invita a las personas que se parecen a queridos difuntos y que puedan saborearlas en su nombre.
No quiero preguntarme si después de estas adorables expresiones de amor los devotos serán mejores. Basta con gozar la tradición y esperar que se repita. Cada Domingo de Resurrección podría levantar el espíritu y encontrar más aliento para vivir.

Alfonsina Barrionuevo

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