KUYE AL VUELO
‘En
nuestro pueblo hay fantasía para crear, pertenecemos a una cultura con sabor.
“El que no sabe comer nada sabe. Nada puede’, decía el Corregidor Mejía
definiendo la importancia de la comida y de saber comer.
Si
estuviera vivo no me atrevería a escribir de la comida. No he leído a nadie que
lo haga como él. Las páginas de su libro son verdaderos poemas con una
sabiduría que le nacía de las entrañas. El periodista Ernesto More lo admiraba
y devoraba sus escritos con fruición como un buen plato de fondo. Nuestra
comida tradicional sigue siendo deliciosa con sus altibajos. No sé qué habría
dicho el Corregidor si hubiera comprobado el lastimoso estado en que se
encuentra el turrón de doña Pepa. Está tan distorsionado que da pena. Algunos
ya no le ponen las tres capas, demasiada miel, demasiadas grajeas. Un serio atentado.
Voy a buscar esa biblia de maravillas que le pertenece y con perdón de su hijo
y descendencia si la tiene y publicaré su artículo.
Van
algunos párrafos de platos que siguen conquistando los paladares.
Como un chanchito
En
el Perú hay por lo menos unas diez formas de preparar el kuye, qowe o kuye que
son otras tantas demostraciones de ingenio gastronómico; el kuye alechonado, el
chaktado, el haka kahski osqo, el
crocante en cazuela, frito y hasta en lawa. Lo mismo sucede con la carne
de cerdo ya fresca; ya seca y deshilachada revuelta con huevo; ya curada con
sal y miel de chancaca; ahumada con mucha sal, ají y colorante; molida para los
rellenos, prensada como queso o aliñada con alcohol para dar al tokto esa
sensación de etéreo como si estuviera repleto de oxígeno.
Caldo para despertar
Para
animar el día, recomenzaban las señoras del mercado de Juliaca, caldo de cabeza de cordero y lenguas hervidas.
En primavera las hojas del nabo andino tiernas
son un manjar agreste en contraposición al policromo soltero de chiñichallwa,
pescadito seco del tamaño de un meñique, habas bebé, pellejo de chancho, rocoto picado, cebolla,
qochayuyo, queso y perejil. Para un refrigerio al paso papita primeriza o miskha,
-aquella que no se come sin su dueña, en salsa de ají con huevo y maní; choclos
simplemente hervidos que se consumen al pífano con queso.
Camaroncito chino
El
seviche de pescado con naranja agria, con naranjita de Quito y ají limo es el
más tradicional, pero también son agradables los seviches de calamares y
mariscos de última creación y el seviche caliente que es una rareza de la
culinaria limeña. La k’arapulkra no tiene rival con el chancho como
ingrediente, pero tiene que ser hervido con esqueleto de pavo para alcanzar la
perfección. Los ingredientes justos no pueden faltar. Es el caso del ‘arroz con
pianito’ que perdería su gracia si no tuviera la alegría y el inconfundible
sabor del camaroncito chino. Lo mismo sucede con la añeja ‘ropa vieja’ en la
cual no puede estar ausente el ají verde soasado al lado de un buen pecho de res.
Alimento de vida
La
causa, plato ‘que da vida’ como su nombre lo indica se prepara en obsequio de
las personas que se estima con papas amarillas reventonas, camarones molidos,
quesillos, aceite de oliva y choclo. Un poco que ha ido desapareciendo el
almendrado de gallina, pero es necesario rescatarlo; así como también la
costumbre de preparar la okopa con nueces y pecanas, sirviéndola con una
exquisita ración de pajaritos fritos.
Un
chupe de pallares verdes con camarones, corvina, zapallo, arroz, chokllo,
huevo, leche, ajos, orégano y cebolla, alegra el estómago y es tan sabroso como
el espesado con carne de pecho, yuca, caigua, frejolitos, zapallo loche,
choclos; el caldo de carne con bolas de plátano dominico, harina para espesarlo
ligeramente, pimientos, huevos, aceituna, papas y culantro; peqan caldo con
jamón y cabeza de cordero; y, la sopa shambar de trigo pelado con carne de
vaca, pellejo y carne de chancho salado. Arvejones y frejoles secos.
Para levantar el alma
Entre
los platos de fondo el espíritu se
refocila con un bisteck bien
apanado con galleta o pan duro; el chirinpico de mondongo de cabrito tierno con
limón, ají verde, yuca sancochada y rodajas de camote; el seco de chabelo con
cecina, carne de res, plátanos verdes, vinagre de chicha y cebolla; la famosa
malaya malarrabia que tiene como ingredientes pescado seco, menestras, plátano
maduro y queso fresco de cabra; la warqhata que presenta en medio de una
guirnalda de papas amarillas, salsa de cebollas y ají mirasol tostado una
cabeza hervida de chancho o una porción de pescado; el pato enterrado vivo para
que su carne sofrita en mantequilla con
un aderezo de ají, pimienta y cebolla china, se nutra con las fragancias de la tierra; el chivo
perseguido al que se hace correr ‘para que su carne sea roja’ y al que después de muerto se frota con ‘emoliente
de chivo’, un preparado de aguardiente puro de caña, sal, pimienta y ajo,
dejándolo colgado toda una noche con una capa de sal para asarlo al día
siguiente lentamente hasta que se dore; la cacharrada con menudencias de res,
corazón, choncholí y tripas, que según
las viejas consejas puede resucitar a un muerto, la tripulina sustanciosa que
viene a ser casi lo mismo pero con algunos variantes y el chunchulifán que se
prepara con menudencias de gallina, yuka
y hojas de bijao al estilo selvático; son otras tantas delicias gastronómicas
que demuestran el gran poderío del Perú.
Vuelvo
a poner. ‘En nuestro pueblo hay fantasía para crear, pertenecemos a una cultura
con sabor.’ ‘El que no sabe comer no es
nada. Nada puede’, decía el Corregidor
Mejía definiendo la importancia de nuestra comida y de saber comer. ‘Cualquier pueblo tiene cocina, nosotros tenemos
culinaria’, agregaba, en una afirmación rotunda que es un elogio a la labor
realizada por el hombre peruano a través de diez mil años en que inició
históricamente el proceso alimentario para vivir hasta dominarlo como una
ciencia y como un arte.
La
marca Perú debía agregarse a las especies alimenticias que han salido de
nuestra mesa a las mesas del mundo. Su domesticación fue una hazaña en épocas tempranas
en un laboratorio abierto.. Hasta entonces todo se comía crudo y se tomaba el
agua en el hueco de las manos. Las primeras cucharas en el Perú se crearon en
Cajamarca. De allí a las estrellas el camino fue más corto.
Alfonsina
Barrionuevo
Muchas gracias Dra. Alfonsina Barrionuevo, gracias, gracIAS, GRACIAS GRACIAAAAS. que LINDO RELATO, ME PREGUNTO QUE SERIA DEL PERU FOLCLÓRICO SIN UD? (la falta de ortografía es a propósito, es mi asombrosa expresión)
ResponderBorrarFormidable: gracias, Alfonsina, leerte es un bálsamo en estos tiempos de frivolidad y ausencia de tradición. Saludos desde Lamay, en el Valle Sagrado de los Incas.
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