LOS PECES
DE URPI WACHAK
En
un tiempo sin edad el mar no estuvo poblado. Los peces, de escama plateada, vivían
en un cántaro que guardaba con celo Urpi Wachaq, una mujer de Pachakamaq. En su
interior las nubes navegaban y el sol también a veces, bogaba la luna y las
estrellas prendían sus luces. Nadie tocaba el urphu o cántaro porque era sagrado.
Hasta
que lo descuidó por curiosa. Encargó a una serpiente amiga que lo cuidara y se
fue a ver a Kawillaka, la orgullosa hija de un señor de Végueta, que pasó por
allí, huyendo de Kuniraya Wiraqocha. Ella había desairado a los señores wakas y
wilkas de la costa que la pretendían en matrimonio por considerar que no la merecían.
A Kuniraya, que poseía artes mágicas, también
le gustó la doncella y para evitar su rechazo adoptó la forma de una ave y colocó su semilla en un fruto de lúkumo. Kawillaka lo
comió y tuvo un hijo. Cuando tuvo un año reunió a sus pretendientes y preguntó
quién era el padre sin ella saberlo. Nadie contesto y entonces puso a su hijo a
gatear y le dijo que lo identificara. El niño se dirigió a un mendigo que
estaba por allí y lo abrazó. Era Kuniraya
y al verlo la joven desesperada tomó a su hijo y corrió hacia el mar.
El
príncipe apareció con un bellísimo traje y le gritó afanoso que viera cuán
hermoso se veía. Kawillaka pensó que se burlaba de su infortunio y aumentó su
impulso. El trató de alcanzarla, según la leyenda, pero la joven fue más rápida
y se arrojó con su hijo al mar, avergonzada de su presencia. No aceptó que un
pordiosero fuera el progenitor de su vástago.
Malhumorado
por su fracaso Kuniraya volvió sobre sus pasos y descubrió en la casa de Urpi Wachaq
a sus dos hijas. Quiso enamorarlas, pero ellas se fueron tornadas en palomas.
Más arritado aún convirtió en arena a la culebra, que era su guardiana, y dio un puntapié al cántaro que rodó hasta el
océano volcando en sus aguas su precioso contenido.
Los
peces liberados se multiplicaron y lo poblaron beneficiando a los pueblos del
litoral. El mar sería tropical si no fuera la corriente de agua fría que acrecienta la vida de innumerables
especies en su interior. Lo enriquece la existencia de una voluminosa biomasa
de fito y zooplancton, unos microorganismos que son el inicio de la cadena, desde la pequeña y tímida anchoveta
(Engraulis ringens), entre doce y veinte centímetros de talla, hasta el atún de
aleta amarilla ((Thunnus alalunga) que llega a medir más de dos metros y a pesar
unos 146 kilos.
Hoy
las embarcaciones pesqueras son sofisticadas. Sin embargo, en otras épocas el
paisaje marino debió ofrecer una vista majestuosa con la salida de miles de
pescadores en las madrugadas del siglo XVI. Sentados o de rodillas, sobre sus caballitos
de totora, se movilizaban con sus redes en pos de los peces de cada día.
Las
mujeres de la costa aguardaban su regreso para el consumo cotidiano y salaban y
secaban los sobrantes. Había días en que la mar, –Juana Puyka-, se enfermaba; que
los cardúmenes se alejaban o que las olas se encabritaban. Ellas recurrían
entonces a los productos salados para abastecer a sus familias y enviarlos
igualmente a los mercados de trueque
Los
españoles hicieron el primer contacto con el Perú por medio del mar. Se cuenta que, más o menos abajo de Tumbes, el
primer navegante abordó una balsa chincha de dos pisos y lo primero que tomó fueron
seguramente sus provisiones de pescado. Sin que se enteraran jamás estuvieron
en uno de los mares más ricos del planeta.
El mar peruano, ahora con doscientas millas de ancho y novecientos
mil kilómetros cuadrados, de acuerdo a cifras de la Sociedad Geográfica de
Lima. Los chinchas tenían largas rutas por mar y tierra, y visitaban muchas poblaciones
adonde llevaban una diversidad de
mercancías.
Los
antiguos habitantes de la costa perfeccionaron a través de milenios las artes
de pesca. En un amanecer trataron de coger los peces con las manos. Hubo un
tiempo en que hicieron pequeños diques, en los lugares donde los ríos entraban
al océano, generalmente cuando bajaban
su caudal. Luego inventaron redes de
diferentes tamaños para coger unas y otras especies. Como se ve en los dibujos
que mandó hacer el obispo Baltazar Jaime Martínez de Compañón podían ir en
naves más grandes que acomodaban en pareja para sacar una mayor cantidad. Instrumentos
primigenios se han encontrado en Caral, cuya gente debió abastecerse en el
puerto que actualmente es Supe.
Así
como las artes de pesca demuestran el talento de los abuelos antiquísimos para
hacerse a la mar, igualmente evolucionó
la gastronomía. Si se puede conjeturar
que los primeros peces se comieron crudos, después debieron asarlos poniéndolos
sobre piedras calientes o envueltos en hojas gruesas, agregándoles sal y unas pequeñas hierbas
olorosas. En algún momento usaron el jugo ácido del tumbo para prepararlos sin
necesidad de fuego. Ese debió ser el origen del seviche, ceviche o cebiche, que
varía solo en su escritura.
En
el Museo de las Ciencias de la Salud, que existió en la calle del Arzobispo,
hoy segunda cuadra del jirón Junín, a media cuadra de la Plaza de Armas, el
médico historiador Fernando Cabieses ofreció a los periodistas, a mediados del
siglo pasado, un almuerzo con platos prehispánicos. Entre ellos figuraba el
seviche que preparó Melchor Salomón, quien heredó estas especialidades de su
madre en un pueblo diminuto al norte de Lima.
Salomón demostró la antigüedad del plato nacional que
probablemente se cocinaba con el jugo del umbo. Tal como lo presentó alcanza un
sabor y aroma exquisitos que, personalmente, nunca he vuelto a probar. El limón
también lo cocina y es agradable pero no tiene nada que ver con el tumbo, un
fruto de nuestra tierra, una delicia maduro, pero de una acidez incomparable
cuando está verde y cargado de fragancias. Marinar la carne de pescado en su jugo
es un verdadero lujo que ahora no es fácil de conseguir.
Hay
que agradecer el impulso de Kuniraya que llevó por los aires al mar los peces que Urpi Wachaq guardó en un
cántaro celosamente. Las circunstancias hicieron que perdiera a Kawillaka. Ella
y su hijo se convirtieron en islotes que se pueden ver frente a Pachakamaq. por
mucho tiempo. Por ende se puso al
alcance de todos un producto alimenticio que tiene un alto porcentaje de
nutrientes.
Alfonsina
Barrionuevo
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