EL DIVINO GUAGUA
DIOS
La
Navidad me provoca una profunda nostalgia. El cariño de mi padre, la calidez de
la casa familiar, el Santurantikuy, la feria navideña de Qosqo, el ponche de
almendras de mi madre, el conejo de trapo de patas larguísimas de mi hija Vida
y la Sagrada Familia hippie de Kukuli.
En
el Perú el Niño Dios entró primero al Rímac, prendido de la capa de los españoles
como un killkito (‘ánima’ de un niño) La gente de los cerros de amancaes que
sufrió el dolor y el espanto del sometimiento lo llamó much’uyguagua, que
quiere decir el Niño que acarrea la miseria. Cuando lo supieron las mamalas
(abuelas) del Qosqo pensaron que siendo tan pequeño no podía ser como ellos, lo
recibieron, lo bañaron con pétalos de qantu, lo secaron con sus cabellos y lo
envolvieron en pañales de bayeta. Así surgió su veneración. Un día lo vistieron
tan hermosamente con ropas imperiales que los pintores inkas lo llevaron a sus
lienzos.
Los
Niños Dios cusqueños, de maguey y pasta, con ojitos de vidrio, dientes blancos recortados
de las plumas de los cóndores, rizos ensortijados con limón y almita de oro,
son típicos. Al rodar los años se convirtió, por la demanda, en un incansable
viajerito, remontando los Andes para
entronizarse en iglesias, capillas, oratorios y casonas solariegas del país y
el continente.
El Divino Robapan |
Lima
fue la capital del virreinato pero también en una época la ciudad de las guaguas
divinas. Mientras los siglos caían a sus pies sus historias de maravilla se
multiplicaron siendo comentadas en sus calles y plazas. El padre franciscano
Odorico Sáíz tuvo a bien abrirme la puerta de los monasterios para conocerlas y
difundirlas en diarios, revistas, los canales de televisión 7RTP, Frecuencia
Latina y PAX que se aromaron con su inefable presencia y la serie de cuentos
que estoy publicando de ‘Travesuras del
Niño Dios en la Tierra de los Inkas.
Al
calor de las velas o la intimidad de los tornos abadesas, prioras y comendadoras
me confiaron las ceremonias secretas de sus desposorios con el Niño Novio y la
velación antes de recibir la toca de profesas en una víspera dulce y memorable.
Las
sacristanas conocían relatos de la Guagua divina como protagonista, jugando al
plik plak con ángeles chiquillos y haciendo resonar sus risas en prohibidos
recintos de clausura, y el testimonio del milagro en la imagen del niño saltarín que se quedó con un piececito en
el aire.
El Nazarenito |
Nada
más adorable que verle en su camita de diminutas sábanas de encaje con el
rostro que muestra el puchero celestial y una lágrima diamantina reclamando por
su olvido. El Perdidito travieso que en una noche navideña de milagro revolucionó
el convento al desaparecer. El huerto fue el último lugar en que lo buscaron y
allí estaba, durmiendo entre los pétalos de una rosa que les atrajo con su
fragancia. O el Nazarenito de cabeza con una corona de espinas, triste porque
en un sueño tuvo una visión adelantada de su martirio. Imágenes increíbles que
en la Navidad serán colocadas en sus peanas de los monasterios de los Barrios Altos,
de la Plaza Italia o del Jirón Camaná para nombrar algunos de las trinitarias,
las clarisas, las carmelitas, las dominicas y de la encarnación entre otros que
existen en el casco histórico de Lima.
Virgen de Kukuli |
Y no quiero hablar de aquellos que
existen en el Perú profundo y en sus iglesias donde están, el Niño Llorón de
Ayacucho, el Huerfanito de Santa Clara
de Arequipa que fue salvado por un indio, el que donó su corazón a una monja
del convento de Santa Catalina o el que bajó de Ollantaytambo en el Qosqo para
ver a su santo hermanito de Markaqocha. Mucho que recordar y de contar, y que espero
hacer aún si me alcanza la vida.
¡A
un paso del Año nuevo, Feliz Navidad!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario