domingo, 10 de noviembre de 2019


LOS MASTODONTES DEL QOSQO
En el Qosqo me gustaría vender al turista, que busca cómo admirarse más, la visión de cientos de mastodontes rodeando el lago donde ahora quepa la ciudad. Las monumentales bestias que existieron en el ñaupapacha, tiempo sin edad, apretujándose para beber sus aguas. Restregándose después en sus muros de piedra para retirarse a un sector inédito de Saqsayman. Hacerlo con la imaginación no cuesta nada. Hoy es interesante hacerles un ligero contraste observando al ágil pajarito que salta en el sector de Lanlakuyuq. Un mondadientes alado para ellos. La idea de que esos colosales antepasados volvieran con la mente aunque sea solo por segundos es fascinante. El resto, con mucho de verdad, forma parte de su historia  hace un siglo y pico.
Retroceder a 1911  cuando el geólogo Herbert Gregory  y  el osteólogo  George F. Eaton estaban explorando los cerros del  Qosqo, se llenaron de asombro al encontrar restos óseos fósiles de inesperadas criaturas. Ambos formaban parte de la Expedición Científica de la Universidad de Yale, Estados Unidos de Norteamérica, que acompañó a Hiram Bingham. Ambos sumaron al  hallazgo prehistórico un descubrimiento que los conmocionó. La majestuosa ciudad inka que tenían a la vista ocupaba el lecho de un inmenso lago glacial desaparecido en una época remota al que dieron el nombre de Morkill. Según he averiguado,  sin confirmación, sería el apellido de un hacendado que les facilitó provisiones, cabalgaduras y hospedaje para que pudieran delimitar su contorno. 

Los fragmentos óseos que hallaron en sus exploraciones pertenecían a un mastodonte, parecido al mamut, predecesor del elefante actual que parecería a su lado del tamaño de una hormiga isula colosal, si se considera que el otro tenía la dimensión de un edificio de tres pisos; y, de un glyptodonte, igualmente gigantesco, lejanísimo pariente de nuestro armadillo o kirkincho, cuya caparazón se convierte en caja de resonancia musical del charango o chillador de muchos poblados.
Resultado de imagen para mastodontes en peruMás tarde salieron al descubierto en localidades cercanas más  vestigios de una megafauna. Abuelísimos megaterios parecidos a los perezosos; más glyptodontes  recubiertos de gruesas placas exagonales como acorazados; paleollamas de enormes lampos de fibra; agresivos felinos de colmillos mortales y antiquísimos caballos que acabaron yéndose a galopar a la Patagonia. Los cambios climáticos y quién sabe la pérdida del lago  influyeron en la extinción de estos descomunales animales.  En 1946  el biólogo cusqueño Carlos Kalafatovich encontró fósiles de algas y caracoles ampliando su impresionante panorama.
La idea* de reproducir el lago Morkill gráficamente, para que se aprecie como habría sido en una época auroral, permite hacer una regresión para explicar la existencia de Qosqo desde que el fuego magmático resquebrajó la megamasa que nos tocó y empujó los Andes arrugándolos. Voy pasando los dedos sobre sus relieves y siento la trasmisión de una energía estremecedora. En cada orqo o cresta de la cordillera  pareciera que duermen bajo toneladas de arcilla y arena mastodontes, glyptodontes y megaterios que poblaron sus orillas en la eras de finales de la  terciaria y gomienoz de la cuaternaria, como dicen los estudiosos.
Nunca se hubieran encontrado con seres humanos pero formaron una corona de vida que impregnó el ambiente del cáliz de roca que albergó a  los Hermanos Ayar y su gente. Su rispidez fue un desafío al que respondieron sin dar un paso atrás, intuyendo  que podrían transformar el erial con la fuerza de sus sueños. Si algo conquistó su espíritu debió ser la sensación de seguridad que se desprendía de los cerros circundantes y la presencia grata del agua susurrando promesas  al deshacer sus melenas en húmedas caricias. El lecho pantanoso no los arredró. Era un trabajo que tendría que hacerse en el futuro.
Alfonsina Barrionuevo
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  * La simulación que mandó hacer Ana María Gálvez. para el Museo Histórico Regional “Casa del Inka Garcilaso”, cuando fue su Directora,  hace patente la dimensión del lago Morkill que se extendía desde Saqsaywaman  hasta Lucre.

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