LAS CUENTAS DE WAKARAPORA
Pedro Cieza de León, nacido
en Llerena, Sevilla, autor de ‘Crónica del Perú’ y ‘El Señorío de los Incas’,
cruzó el Atlántico en 1535 a los 15 años
de edad. Se quedó en Colombia y estuvo en el Perú de 1547 a 1550. Volvió a
España y falleció en 1554, a los 34 años
de edad.
El
Perú le impresionó y al encontrar que buena parte de la información que anduvo
recogiendo estaba en unas cerdas y nudos se resistió a darles una calidad de
escritura. Tenía que averiguarlo y quedó espantado cuando Wakarapora, kuraka de
Markawillka, Xauxa, respondió a su inquietud haciendo que le llevaran un gran
khipu. En amistosa visita rogó al señor que le explicara cómo funcionaban dichos
cordeles para contar hechos pasados. Este accedió amablemente y antes de
comenzar le dijo que allí tenía las cuentas de cuanto envió al capitán
Francisco Pizarro a Cajamarca hacía catorce años. Los hilos eran de variados colores, de
diferente grosor, algunos más pequeños anexados, y los ñudos estaban dispuestos
juntos o separados. Levantando cada uno le explicó con exactitud, como si lo
estuviera leyendo, el número de hombres de apoyo y mujeres de servicio que le
mandó, la cantidad de oro y plata anotada en hilos amarillos y blancos, la ropa
kunpi tejida con fibra de alpaka, los sacos de maíz, los camélidos para la
carga y alimentación, y hasta los fardos de leña y otras cosas por muy menudas que fueren.*
Los
hilos y ñudos de cuentas daban razón de los gastos que se habían hecho y otras cosas. En los nudos se contaba de uno
hasta diez, y de diez hasta cien y de cien hasta mil.
Al
pasar los hilos estos fueron detallando pormenores interesantes además de las
cifras en otros ñudos. Ante la precisión el sevillano confesó en su crónica que el régulo Xauxa lo
dejó pasmado.
(Unas
cuentas parecidas recibió la Corona de señores también de Jauja para
fundamentar su excepción de los tributos por haber ayudado a los
conquistadores. Las notas revelaban que
los khipus contenían más que una simple relación de cifras. La descripción minuciosa de cuánto
se había anotado. Nombre de los sitios
que contribuyeron, número de estancias en que fueron seleccionados los animales,
la identidad de quienes tejieron las ropas y otros bienes confeccionados
especialmente, citando en algunos casos trabajos finos de prendas con
argentería, bordados con oro y plata trabajados por plateros expertos,
incluyendo aderezos de esmeraldas, turquesas y otras gemas preciosas, así como
chakiras menudas.)
En
otro capítulo que es temprano, porque su obra sobre el señorío de los Incas
data de 1549 más o menos, menciona por primera vez a unos indios viejos de
Qosqo muy diestros en manejar tales cordeles. Estos eran convocados para
asentar en sus khipus unos cantares que otros ancianos muy hábiles, de ingenio
y vivo juicio, (eran quizá los harawikuq) hacían de hechos que habían
pasado en las provincias, “ora
prósperas, ora adversas”. Los cantares se interpretaban una sola vez y tenían
lugar en los funerales del Inka para que
fueran escuchados por su sucesor.
Los
khipukamayoq los copiaban en sus grandes ramales con cuerdas y ñudos para que
no fueran olvidados. Los cantares se iniciaban poéticamente poniendo como
testigos “al Sol y la Luna, la Tierra, los montes, los árboles y las piedras…” y
así se pasaban a los khipus.
Carlos
Araníbar, prologuista de Cieza de León, comenta que ‘el trashumante hurgador de antiguallas’ recogió
de Kayo Thupaq Yupanki y de orejones amigos de Qosqo la versión oficial de los yngas yupangues,
reyes antiguos que fueron del Peru.’”
La
impresión de orden y justicia que observó durante su recorrido de tres años fue
enorme sin dejar de advertir los daños que causaban los españoles, indica
Araníbar. En la denuncia fue implacable. ‘Las ciudades por donde pasaban
parecía que habían sido consumidas por el fuego, sin pensar que llegaran nunca
a reponerse”, y censura a “los que escriben sin ver ni saber la tierra de donde escriben’.
Cieza
y otros cronistas dan testimonio fehaciente en sus manuscritos de la validez de
los khipus como escritura inka. Ésta y otras revelaciones se encuentran en mi
libro ‘Qué dicen los khipus’.
Ellos
hablaban.
Alfonsina Barrionuevo
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