domingo, 17 de noviembre de 2019


LAS CUENTAS DE WAKARAPORA

Pedro Cieza de León, nacido en Llerena, Sevilla, autor de ‘Crónica del Perú’ y ‘El Señorío de los Incas’, cruzó  el Atlántico en 1535 a los 15 años de edad. Se quedó en Colombia y estuvo en el Perú de 1547 a 1550. Volvió a España y falleció en 1554, a los 34 años de edad.

El Perú le impresionó y al encontrar que buena parte de la información que anduvo recogiendo estaba en unas cerdas y nudos se resistió a darles una calidad de escritura. Tenía que averiguarlo y quedó espantado cuando Wakarapora, kuraka de Markawillka, Xauxa, respondió a su inquietud haciendo que le llevaran un gran khipu. En amistosa visita rogó al señor que le explicara cómo funcionaban dichos cordeles para contar hechos pasados. Este accedió amablemente y antes de comenzar le dijo que allí tenía las cuentas de cuanto envió al capitán Francisco Pizarro a Cajamarca hacía catorce años.  Los hilos eran de variados colores, de diferente grosor, algunos más pequeños anexados, y los ñudos estaban dispuestos juntos o separados. Levantando cada uno le explicó con exactitud, como si lo estuviera leyendo, el número de hombres de apoyo y mujeres de servicio que le mandó, la cantidad de oro y plata anotada en hilos amarillos y blancos, la ropa kunpi tejida con fibra de alpaka, los sacos de maíz, los camélidos para la carga y alimentación, y hasta los fardos de leña y  otras cosas por muy menudas que fueren.*
Los hilos y ñudos de cuentas daban razón de los gastos que se habían hecho  y otras cosas. En los nudos se contaba de uno hasta diez, y de diez hasta cien y de cien hasta mil.
Al pasar los hilos estos fueron detallando pormenores interesantes además de las cifras en otros ñudos. Ante la precisión el sevillano confesó en su crónica que el régulo Xauxa lo dejó pasmado. 


(Unas cuentas parecidas recibió la Corona de señores también de Jauja para fundamentar su excepción de los tributos por haber ayudado a los conquistadores. Las notas  revelaban que los khipus contenían más que una simple relación  de cifras. La descripción minuciosa de cuánto se había  anotado. Nombre de los sitios que contribuyeron, número de estancias en que fueron seleccionados los animales, la identidad de quienes tejieron las ropas y otros bienes confeccionados especialmente, citando en algunos casos trabajos finos de prendas con argentería, bordados con oro y plata trabajados por plateros expertos, incluyendo aderezos de esmeraldas, turquesas y otras gemas preciosas, así como chakiras menudas.)  

En otro capítulo que es temprano, porque su obra sobre el señorío de los Incas data de 1549 más o menos, menciona por primera vez a unos indios viejos de Qosqo muy diestros en manejar tales cordeles. Estos eran convocados para asentar en sus khipus unos cantares que otros ancianos muy hábiles, de ingenio y vivo juicio, (eran quizá los harawikuq) hacían de hechos que habían pasado  en las provincias, “ora prósperas, ora adversas”. Los cantares se interpretaban una sola vez y tenían lugar en los funerales del Inka  para que fueran escuchados por su sucesor.

Los khipukamayoq los copiaban en sus grandes ramales con cuerdas y ñudos para que no fueran olvidados. Los cantares se iniciaban poéticamente poniendo como testigos “al Sol y la Luna, la Tierra, los montes, los árboles y las piedras…” y así se pasaban a los khipus.
Carlos Araníbar, prologuista de Cieza de León, comenta que ‘el  trashumante hurgador de antiguallas’ recogió de Kayo Thupaq Yupanki y de orejones amigos de Qosqo  la versión oficial de los yngas yupangues, reyes antiguos que fueron del Peru.’”
La impresión de orden y justicia que observó durante su recorrido de tres años fue enorme sin dejar de advertir los daños que causaban los españoles, indica Araníbar. En la denuncia fue implacable. ‘Las ciudades por donde pasaban parecía que habían sido consumidas por el fuego, sin pensar que llegaran nunca a reponerse”, y censura a “los que escriben sin ver ni saber la tierra  de donde escriben’.

Cieza y otros cronistas dan testimonio fehaciente en sus manuscritos de la validez de los khipus como escritura inka. Ésta y otras revelaciones se encuentran en mi libro ‘Qué dicen los khipus’.
Ellos hablaban.
Alfonsina Barrionuevo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario