domingo, 25 de noviembre de 2018


EL VUELO DE LAMPALLEK

¡Buena tierra la que tiene Chiclayo para florecer con una fuerza que anima el espíritu de sus hijos! Sigue infundiendo energía a sus pobladores desde que era una esmeralda incrustada en el anillo de sus cerros. En 1552 Pedro Cieza de León evocó con admiración sus valles de Cinto y de Collique. No aspiró el aroma de sus sembrados, no sintió el hechizo de su sol ni los ímpetus de su viento que jala estrellas al atardecer, pero le llegaron versiones que registró en sus papeles de cronista. Llegó tarde y no pudo conocer al señor de la  comarca. El si-ek Chiklaiep, emparentado quizá con los señores de Sipán, que debió observar a los primeros doctrineros que levantaron una “ramada” o capilla en el lugar.
Alguien dijo que el nombre de Chiclayo proviene de una calabaza. No se dio cuenta que los nombres no se originan de hechos sin mayor valor. Su origen debió ser otro. Quizá el nombre del régulo que fue un gobernante excepcional, de grandes dotes o también de sacerdote de alto rango. Walter Sáenz Lizarzaburu decía que era como “un gran puerto interior”, un centro de atracción donde se realizaban innumerables operaciones comerciales, trocando productos de la sierra con los de la costa. Es decir un mercado de varias regiones que generaba un movimiento inusitado. De todo su esplendor quedan vestigios importantes que esperan su momento para reaparecer. Ya llegará la escobilla de un arqueólogo que descubra  sus secretos. Sin embargo, sigue su pulso comercial casi febril.

Francisco Pizarro lo entregó como encomienda al maestre de campo Blas de Atienza en 1536. Unos cincuenta años más tarde fue nombrado corregidor Juan Bautista Nano y dio fe de la donación del terreno que recibieron los franciscanos para su iglesia y convento. La actual catedral de Chiclayo, donde fue entronizada la Virgen de la Paz, está sobre uno de los cementerios del poblado que quedó atrás. Cuando se fundó Lambayeque parece que Chiclayo ya existía. Uno de los descendientes del señor que poseyó la comarca habría sido José Leonardo Chiclayo, a quien se nombraba como de los naturales más adinerados, según refiere Augusto León Barandiarán. Se explica que éste hiciera valer los derechos de su hija Angela Chiclayo o por pertenecer a la nobleza norteña prehispánica.
Sus calles más antiguas se trazaron en una forma desordenada, anárquica y en eso reside su gracia. Están en el centro de la ciudad, desafiantes, y nadie ha pretendido enderezarlas. Para el viajero son encantadoras y con más personalidad que las amplias avenidas que parten de su plaza.

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Chiclayo tiene muchos atractivos estrella. A unos kilómetros Zaña, ´la ciudad maldita´´, con los cascarones soledosos de sus principales iglesias. Etén, que es una de las ciudades eucarísticas del mundo, donde se registró un prodigio. La aparición  del Niño Dios durante la elevación de la hostia por dos veces en el siglo XVIII. Lambayeque, se engríe con un templo magno, San Pedro, que le ganó el calificativo de la Perla del Perú. Monsefú, centro de artesanías de paja, hilo y bambú. Mórrope, donde el lunes se convierte en “domingo chiquito”para visitar a los muertos. Túkume, donde construyó una inmensa mansión Thor Heyerdahl que soñó con limpiar aunque fuera una sola de sus doce monumentales pirámides. Y, Mochumí, con el interior de su iglesia pintada de colores. Además de otras ramadas o capillas con vigas de algarrobo pintadas de yeso que tienen un ambiente místico. 

Es increíble que Miguel Cabello de Balboa, dueño del tristemente famoso Leoncito, el lebrel que podía despedazar setenta indios por día batiendo un indeseable record, se hiciera cura. No interesa que quisiera limpiar tanta sangre de sus manos, sino que recogiera, entre 1580 y 1586, la fabulosa historia de “un padre de campañas”, el legendario Ñan Lap o Naymlap, que llegó con un esposa y un séquito selecto de servidores en enormes balsas para establecerse en las cercanías del río Fakisllanga,  hoy Lambayeque, llevando un ídolo de piedra verde llamado Lampallek. Según la leyenda, cuando el señor Naymlap envejeció, los sacerdotes ocultaron su muerte y se difundió la leyenda de que le  nacieron alas y voló al cielo. 

Mientras Cliclayo recibía en el virreinato a los compradores de azúcar, algodón y tabaco, haciendo grandes negocios; Lambayeque gozaba de su condición de ciudad señora con una gran vida social. Allí tuvo lugar la primera declaración de Independencia en 1820. En sus mejores tiempos tuvo el prestigio de su alfajor de tres hojas con manjar blanco que se deshacía en la boca, Al comercializarse dio paso al macizo king kong, que se fabricaba allí o en Chiclayo para el mundo, pues, es de exportación; junto a otras golosinas como las rosquillas con baño de azúcar, las galletas de coco y los palillos de ajonjolí. 
Es necesario salvar las pocas casonas que le quedan, con patios abiertos y ventanas de rejas. La famosa Casa de la Logia, de buen trazo arquitectónico y un larguísimo balcón tallado, es histórica. Todas hacen honor a la legendaria tierra de los Eskuñain, Maskuy, Llankol, Kuntapallek, Allakunpi, Nofannech, Mulunsian, Lanipatkun y Fenpellek, antiguos señores de esas tierras cuyos nombres perduran.


EL OJO COMPLICE
En este caso no lo fue Kukuli pidió un gesto de solidaridad con los niños increíblemente detenidos, cuyos padres intentaron ingresar a los Estados Unidos de Norteamérica. Los asistentes a la exposición en esta galería, hombres y mujeres, tuvieron en sus brazos a una de sus esculturas de la serie ‘A mi Vida’. Fue una protesta conmovedora en la que tomó parte Kukuli en favor de los niños y niñas inmigrantes recluídos en campamentos mientras sus padres fueron expulsados. ¡Qué dice el Consejo de Derechos Humanos de la ONU!. 

Alfonsina Barrionuevo

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