domingo, 4 de marzo de 2018


KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES

En 1993 al cumplirse quinientos años del descubrimiento de nuestro continente Kukuli expuso sus obras de protesta en la Galería Bertha and Karl Leubsdorf de Hunter College, de Nueva York. Sus piezas recordaban a todos aquellos que perdieron la vida por los efectos del genocidio cuando América se llenó de sangre. 

Kukuli Velarde
Antes debió presentar una de ellas con Ana Ferrer, en el mismo tema, en la ventana de exposiciones del Instituto of Technology. El día de la instalación de las obras el instituto las censuró y prohibió su montaje por su excesiva fuerza interpretativa dando lugar a una controversia en la que ellas recibieron el apoyo de la prensa neoyorkina y ganaron.
Vuelvo a colocar la fotografía del bebé que murió sin nacer porque lo mataron. La foto no llegó a salir en el blog.
Tuve la oportunidad de ver estas obras. Kukuli ha guardado ‘el Empalado’, un hombre al que una viga atraviesa entrando por la boca. Como no puede gritar sendas bocas se abren en sus costados. Valdría la pena que los ejecutivos de cultura la trajeran, la exhibieran y la comprasen. El horror no debe ser olvidado.

LA CASA DE PILATOS


En la segunda mitad del siglo XX la Casa de Pilatos recuperó su esplendor. Volvió a lucir sus columnas, la escalera frontal, los arcos abiertos que se abrían al cielo y todos sus ambientes. Es posible que antes del terremoto de 1740 tuviera una gran fachada. Se dice que entonces perdió sus balcones de corte neogótico. Sólo queda la portada bastante huérfana y recortada. Se deja de lado el hecho de que se trata de una de las construcciones más viejas de Lima. La casa de Pilatos fue edificada alrededor de 1590 y quién sabe un poco atrás.
No la salva del lamentable anonimato en que se encuentra ni siquiera el hecho de que al frente, a medio patio, tenga una escalera de piedra que lleva al segundo piso y que ha sido motivo de conjeturas. Se sabe que sólo los conquistadores podían gozar del privilegio de tener escalera frente a la puerta de calle.
Al parecer fue mandada edificar por el rico comerciante español don Diego de Esquivel. ¿Si es así qué relación tuvo éste con alguno de los conquistadores para poner en su casa una escalera frontal? Dice don Ricardo Palma que, “con maderas y ladrillos sobrantes de la fábrica de San Francisco,  Esquivel  la encargó al mismo arquitecto que edificara el Colegio Máximo de San Pablo”.
La construcción de la casa misteriosa, edificio sólido y a prueba de sismos, que  han resistido sin experimentar desperfectos, indica  una excelente fábrica. Su patio que es más o menos amplio y severo tuvo como un detalle interesante columnas de madera que fueron reemplazadas por haberse deteriorado. En el siglo pasado fue sede de la Casa de la Cultura con el escritor José María Arguedas como director.
No se sabe cómo habría sido el patio en 1635 ocupado por las vendedoras de fruta cuando el mercado estaba en la plaza de San Francisco. Qué de bullicio y de aromas, además del trajín de mineros y comerciantes portugueses que vivían en la casa convertida en “posada y lonja” desde que Esquivel, siempre según Palma la arrendó sacando “un interés más que decente del capital empleado”.
Imagen relacionadaDe acuerdo a la tradición fue a causa de estos portugueses que la finca recibió el nombre de “Casa de Pilatos”. A ellos se les atribuye, en esos tiempos, una serie de herejías por las que pagaron muy caro. Unos con su vida en el peor de los casos y en el mejor con el pellejo pudriéndose por muchos años en una cárcel.
“Cuenta el pueblo que un Viernes Santo, a medianoche, entró a ella cierto mozo truhán que llevaba alcoholizados los aposentos de la cabeza. El portero probablemente se olvidó de echar el cerrojo, pues, el postigo de la puerta estaba entornado”. El joven vio luces en los altos, sintió algún ruido o murmullo de gente, y confiando hallar allí jarana y “moscorrofio,” atrevióse a subir la escalera de piedra que es, dicho sea de paso, otras de las curiosidades que ofrece este edificio.
El intruso caminó por los corredores y llegó a una ventana, tras cuyas celosías se colocó, y pudo examinar a sus anchas un espacioso salón. Bajo un dosel vio sentado a uno de los hombres más acaudalados de la ciudad, el portugués Manuel Bautista Pérez y hasta cien compatriotas de éste en escaños, escuchando con reverente silencio el discurso que les dirigía.
Frente al dosel, y entre blandones de cera había un hermoso Crucificado de tamaño natural. Cuando terminó Pérez, todos los circunstantes, se fueron levantando por riguroso turno del asiento, avanzaron hacia la imagen y descargaron sobre él un fuerte ramalazo.
Pérez, como Pilatos, autorizaba con su impasible presencia aquel escarnecedor castigo. El espía no quiso ver más profanaciones, escapó como pudo y fue con el chisme a la Inquisición que pocas horas después les echó la zarpa. El fiscal del Santo Oficio dijo que hubo profanación del Cristo. El juicio duró tres años. Pérez y diez de sus correligionarios fueron quemados en auto de fe en 1639 y se penitenció a cincuenta más de mucho dinero.
El padre Javier Vargas Ugarte dice que la casa perteneció después a doña María de Esquivel y Jaraba y, a su muerte, la Inquisición y otros acreedores, por deudas que tenía, la sacaron a remate. Su sobrino Diego de Esquivel y Jaraba, natural de Qosqo, caballero de Santiago y marqués de Valleumbroso, no quiso que la famosa casa pasara a manos extrañas y después de pagar deudas de 15,000 pesos, la compró en 29,000.
En el segundo piso se encontraba el oratorio,  el gran salón donde  se recibía a las visitas, otro con el nombre de salón Castilla, con retratos del Mariscal y su esposa, luego el salón de la Academia de la Lengua, el Salón de Actos y el Salón  San Martín. Ojalá que la Casa sea destinada a museo u otra actividad cultural de acuerdo con su rango. Se encuentra en el jirón Ancash N° 394, en el mismo centro de Lima.

 Alfonsina Barrionuevo

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