KUKULI Y SUS SUEÑOS DE COLORES
En 1993 al
cumplirse quinientos años del descubrimiento de nuestro continente Kukuli
expuso sus obras de protesta en la Galería Bertha and Karl Leubsdorf de Hunter
College, de Nueva York. Sus piezas recordaban
a todos aquellos que perdieron la vida por los efectos del genocidio cuando
América se llenó de sangre.
![]() |
Kukuli Velarde |
Antes debió presentar
una de ellas con Ana Ferrer, en el mismo tema, en la ventana de exposiciones del Instituto of
Technology. El día de la instalación de las obras el instituto las censuró y
prohibió su montaje por su excesiva fuerza interpretativa dando lugar a una controversia en la que
ellas recibieron el apoyo de la prensa neoyorkina y ganaron.
Vuelvo a
colocar la fotografía del bebé que murió
sin nacer porque lo mataron. La foto no llegó a salir en el blog.
Tuve la
oportunidad de ver estas obras. Kukuli ha guardado ‘el Empalado’, un hombre al
que una viga atraviesa entrando por la boca. Como no puede gritar sendas bocas
se abren en sus costados. Valdría la pena que los ejecutivos de cultura la
trajeran, la exhibieran y la comprasen. El horror no debe ser olvidado.
LA CASA DE PILATOS
En la segunda
mitad del siglo XX la Casa de Pilatos recuperó su esplendor. Volvió a lucir sus
columnas, la escalera frontal, los arcos abiertos que se abrían al cielo y
todos sus ambientes. Es posible que antes del terremoto de 1740 tuviera una
gran fachada. Se dice que entonces perdió sus balcones de corte neogótico. Sólo
queda la portada bastante huérfana y recortada. Se deja de lado el hecho de que
se trata de una de las construcciones más viejas de Lima. La casa de Pilatos fue
edificada alrededor de 1590 y quién sabe un poco atrás.
No la salva
del lamentable anonimato en que se encuentra ni siquiera el hecho de que al frente,
a medio patio, tenga una escalera de piedra que lleva al segundo piso y que ha
sido motivo de conjeturas. Se sabe que sólo los conquistadores podían gozar del
privilegio de tener escalera frente a la puerta de calle.
Al parecer fue
mandada edificar por el rico comerciante español don Diego de Esquivel. ¿Si es así qué relación tuvo éste con alguno
de los conquistadores para poner en su casa una escalera frontal? Dice don
Ricardo Palma que, “con maderas y ladrillos sobrantes de la fábrica de San Francisco,
Esquivel la encargó al mismo arquitecto que edificara
el Colegio Máximo de San Pablo”.
La construcción
de la casa misteriosa, edificio sólido y a prueba de sismos, que han resistido sin experimentar desperfectos,
indica una excelente fábrica. Su patio
que es más o menos amplio y severo tuvo como un detalle interesante columnas de
madera que fueron reemplazadas por haberse deteriorado. En el siglo pasado fue
sede de la Casa de la Cultura con el escritor José María Arguedas como
director.
No se sabe cómo
habría sido el patio en 1635 ocupado por las vendedoras de fruta cuando el
mercado estaba en la plaza de San Francisco. Qué de bullicio y de aromas, además
del trajín de mineros y comerciantes portugueses que vivían en la casa convertida
en “posada y lonja” desde que Esquivel, siempre según Palma la arrendó sacando
“un interés más que decente del capital empleado”.
“Cuenta el
pueblo que un Viernes Santo, a medianoche, entró a ella cierto mozo truhán que
llevaba alcoholizados los aposentos de la cabeza. El portero probablemente se olvidó
de echar el cerrojo, pues, el postigo de la puerta estaba entornado”. El joven
vio luces en los altos, sintió algún ruido o murmullo de gente, y confiando
hallar allí jarana y “moscorrofio,” atrevióse a subir la escalera de piedra que
es, dicho sea de paso, otras de las curiosidades que ofrece este edificio.
El intruso
caminó por los corredores y llegó a una ventana, tras cuyas celosías se colocó,
y pudo examinar a sus anchas un espacioso salón. Bajo un dosel vio sentado a
uno de los hombres más acaudalados de la ciudad, el portugués Manuel Bautista Pérez y hasta cien
compatriotas de éste en escaños, escuchando con reverente silencio el discurso
que les dirigía.
Frente al
dosel, y entre blandones de cera había un hermoso Crucificado de tamaño
natural. Cuando terminó Pérez, todos los circunstantes, se fueron levantando
por riguroso turno del asiento, avanzaron hacia la imagen y descargaron sobre
él un fuerte ramalazo.
Pérez, como
Pilatos, autorizaba con su impasible presencia aquel escarnecedor castigo. El
espía no quiso ver más profanaciones, escapó como pudo y fue con el chisme a la
Inquisición que pocas horas después les echó la zarpa. El fiscal del Santo
Oficio dijo que hubo profanación del Cristo. El juicio duró tres años. Pérez y
diez de sus correligionarios fueron quemados en auto de fe en 1639 y se
penitenció a cincuenta más de mucho dinero.
El padre Javier Vargas Ugarte dice que
la casa perteneció después a doña María de Esquivel y Jaraba y, a su
muerte, la Inquisición y otros
acreedores, por deudas que tenía, la sacaron a remate. Su sobrino Diego de
Esquivel y Jaraba, natural de Qosqo, caballero de Santiago y marqués de
Valleumbroso, no quiso que la famosa casa pasara a manos extrañas y después de
pagar deudas de 15,000 pesos, la compró en 29,000.
En el segundo
piso se encontraba el oratorio, el gran
salón donde se recibía a las visitas,
otro con el nombre de salón Castilla, con retratos del Mariscal y su esposa,
luego el salón de la Academia de la Lengua, el Salón de Actos y el Salón San Martín. Ojalá que la Casa sea destinada a museo u otra actividad
cultural de acuerdo con su rango. Se encuentra en el jirón Ancash N° 394, en el
mismo centro de Lima.
Alfonsina
Barrionuevo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario