KUKULI
Y SUS SUEÑOS DE COLORES
En nuestra América
corrieron ríos de sangre después del descubrimiento. Había unos perros expertos
en matar gente. Se cuenta de un español que quiso deshacerse de una vieja india
y la mandó llevar una carta a un lugar distante
Calculando que estaba por la mitad del camino soltó a su temible lebrel.
Ella iba lentamente y cuando escuchó sus ladridos se detuvo. Al verle con sus
feroces colmillos desenvainados se arrodilló y le dijo: “Señor perro, debo
entregar esta carta, déjame ir.” Al quedarse inmóvil el perro la olisqueó,
orinó y se fue. Lebreles como éste ‘aperreaban’ hasta setenta indios por día
según figura en una publicación del sesquicentenario de la barbarie. Alguna vez
se lo comenté a Kukuli en un 12 de octubre que absurdamente celebrábamos en una
América rota.
Ella hizo sentir su
protesta en una exposición de sus piezas en el Central Park de Nueva York, en 1992, que
tituló “Nosotros los colonizados”.
La pieza que ilustra
esta nota representa a un ser sufriente, con clavos en el pecho. Su foto
ilustró mi libro “Habla Micaela”.
CAMINO
QUE SE HACE EL ANDAR…
Oswaldo Gonzáles afirma que nació en
Andahuaylillas, Cusco, y lo confirma su obra. En sus pupilas, desde que era un
erk'e*, se imprimieron los colores que inundan profusamente la iglesia y a las
cuales se agregó la suma prodigiosa de su cielo esplendoroso, sus cerros protectores, sus maizales amigos, de su
río caminante, de la lluvia compañera, del rayo luminoso, del arco iris que se
despedazaba en los charcos. Un artista
predestinado que tuvo un padre escultor, filósofo, que convertía en piezas
únicas los osteoblastos que podía conseguir.
La Escuela
de Bellas Artes le enseñó mucho de academismo y lo preparó para hacer
sus propias batallas. Le dio las bases y después la naturaleza se encargó de
abrir a sus pinceles nuevos caminos telúricos. En cada uno de sus lienzos hay
herencias ancestrales que deben llenarle de orgullo porque hablan de Cusco, de
Perú y de América.
Conozco a Oswaldo Gonzáles a través de la
innumerable procesión de vida impresa en sus lienzos. Estoy de acuerdo con sus
hormigas humanas ante la grandeza de sus columnas de piedra, sus crepúsculos
incendiados, sus remolinos de viento, sus caídas de agua, sus astros prendidos
o rodando sobre sus telas. No sé cómo hace para combinar la pintura con los
versos y dejar testimonio de su ciudadanía andina.
Andrés Gonzáles Castro |
Inevitable evocar al autor de sus días y sus
noches, Andrés Gonzáles Castro, a quien conocí en su casa estudio de
Kishkapata, en Santiago. En una tarde que resbalaba por las paredes declaró
entonces que volvería a hacer a Dios si pudiera mientras terminaba un Cristo
que se descolgaba de su cruz, cansado de tantos siglos sembrados de dolor. Aquella
vez le pregunté qué quería con sus
esculturas alucinantes hechas con polvo óseo. ¿Trabajar para otra eternidad o
viviendo en otra vida tener el lujo de volver a la nuestra para recordarnos que
existe? Su respuesta fue realista. "No puede ser de otro modo porque estoy
de lado de la protesta" y claro, con razón.
Oswaldo Gonzáles lleva mucho del espíritu de
su padre. Cuando hablé con aquel me dijo
que el Cusco era demasiado hermoso para decir que venía de él. "Digamos
que salí de la noche, que recogí mi alma de las lozas, que escapé de los
muertos para gritar que existo." Su hijo ha heredado la luz de sus
sombras, la poesía escondida en sus
reclamos, la alegría convertida más que en esperanza en la realización que
aquel deseaba y que conquistó con pura perseverancia.
El artista es un crisol de oros cusqueños que
nos anima con cada creación a esperar la que vendrá. Tiene aún un largo camino
por andar. Es un producto hecho en el Cusco, en el Perú, en América, porque
en su sangre crepita la vitalidad de las
culturas. Esperamos que sus pinceles, que arrancan de sus poderosas raíces,
sigan en floración. Su mensaje está por venir.
(Lima, febrero de 2005)
*Erk’e.
Niño pequeño.
Alfonsina Barrionuevo
Estimada Alfonsina,
ResponderBorrarEl autor del libro "Journey to the Mythological Inferno" envió mensaje en tu FACEBOOK, con enlace sobre CHAVÌN DE HUANTAR y su mención en la TEOGONIA DE HESIODO, escrita en el siglo 8° a.C.