UN
ALTAR QUE BAILA
Mi primer Inti Raymi fue glorioso. Me escapé del colegio
y me fui con una compañera a verlo. Una aventura increíble que compartí después
con mi madre. No dijo nada porque me vio con los ojos tan brillantes que no
quiso romper su encanto. Subimos a pie a Saqsaywaman, tratando de que no nos
vieran con el uniforme acusador, y no sé cómo aparecimos en la parte más alta
del soberbio conjunto inka. Estuvimos allí sólo minutos porque debíamos volver
a nuestros hogares lo más pronto. Agitadas, con el corazón dando saltos de
emoción, nos sentimos en el cielo mirando pasar a los bailarines. Entre ellos
pude enfocar a uno que me fascinó. Se trataba de un extraño personaje que
parecía un altar viviente. Una especie de faldón de cuero muy estirado con
forma de campana apretando su cintura, de donde partía hacia arriba un armazón
con dos o tres pisos de adornos. Ese
aparato lo obligaba a moverse pausadamente con movimiento sacerdotal, de rito,
a un son solemne. Su nombre correspondía a lo que representaba. Se trataba de
un Altar tusuq. A lo lejos su tocado y todo su traje relucía como si fuera de
oro. Escuché alguna vez un comentario sobre él usando un nombre mágico: Q’arataka.
El
recuerdo de mi primer Inti Raymi ha estado siempre unido a este bailarín que
admiré y que luego se perdió dejándome una huella inolvidable. Este domingo lo
volví a hallar con el mismo donaire en la cerámica de Abdon Ccahuantico Kusi. Su
presencia me llenó de alegría, pues volvía
del ayer. El artista de “Manos Peruanas“,
una feria de arte popular organizada por el Ministerio de Industria y Turismo
en la explanada de Larcomar, lo encontró en una revista. Le sonreí como en un
sueño. El Altar tusuq majestuoso, precediendo a la comitiva del Inka, con una
multitud aplaudiéndolo, llegando quizá de qué pueblo en homenaje al Único Señor
del Tawantisuyu. En la epidermis vidriada que le ha dado el artista está con su
brillo congelado, para un mañana de siglos. Puede que sea Inka o que venga de
los siglos XVII o XVIII. Si alguien me puede alcanzar algunos datos me sentiré
muy feliz. En ese Inti Raymi de mis mejores días me quedé con las ganas de develar
su misterio.
AGÜITA BUENA
En
los siglos prehispánicos el agua bajaba retozona desde los altos picos
andinos. En los inviernos copiaba
rostros sonrientes en sus espejos. En los mates donde la recogían para beber
sabía a cielo azul, a wayllares verdes, a sombra de árboles amigos. Los
camarones jugaban a las escondidas en los charcos que se fomaban a sus
costados. Los peces eran equilibristas que saltaban de un lado a otro o bajaban
por resbaladeros de piedra en piedra.
Los habitantes de Lima antigua llamaban a su río Mamaq
Mayu por la gran cantidad de carrizos o ‘mama’ que crecían en sus orillas como
si fueran las barbas de un abuelo complaciente. En los veranos el río era todo
risas, una revolución ciudadana en su cauce. Las lluvias le hacían crecer llenando sus riberas. Nunca fue un río
hablador y no se sabe cuando los españoles lo nombraron equivocadamente rimaq, “el
que habla”. Quizá la fama de Pachakamaq, el santuario de los oráculos, donde
los sacerdotes hablaban con las fuerzas de la naturaleza y el cosmos, influyó
en el cambio de su patronímico.
No lo entendieron bien y el Mamaqmayu pasó a llamarse
río Rímac despoblándose de caritas risueñas, peces y camarones; dejando atrás
su pasado de linfas cristalinas, su origen en la paqarina blanca de los Andes,
su orgullo de capturar en sus cristales las imágenes del sol, la luna y las
estrellas.
Imposible devolverle sus viejas dulzuras. El antiguo
Mamaq mayu surte a la capital como antes, pero enturbiado por los residuos contaminantes
y los desagues. Lo único que queda para beber puede devolverle sus sueños con
una receta peregrina y simpática, después de su paso por la Atarjea.
Receta:
Para que el agua pierda un poco el cloro que la satura:
Poner agua potable del Rímac en un vaso de cristal. Agregarle una
pizca de bicarbonato con una sonrisa y el jugo de medio limón, mejor si es jugo de tumbo para darle su aroma.
Media cucharita de azúcar o nada. Tomar de inmediato. Realizar esto 3 veces al
día + 4 veces al día sin agregar el bicarbonato (solo medio limón o tumbo) Así
mantienes el cuerpo alcalino al 100%.
Por si acaso la receta no es mía.
Alfonsina Barrionuevo
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