domingo, 2 de julio de 2017

UN ALTAR QUE BAILA 

Mi primer Inti Raymi fue glorioso. Me escapé del colegio y me fui con una compañera a verlo. Una aventura increíble que compartí después con mi madre. No dijo nada porque me vio con los ojos tan brillantes que no quiso romper su encanto. Subimos a pie a Saqsaywaman, tratando de que no nos vieran con el uniforme acusador, y no sé cómo aparecimos en la parte más alta del soberbio conjunto inka. Estuvimos allí sólo minutos porque debíamos volver a nuestros hogares lo más pronto. Agitadas, con el corazón dando saltos de emoción, nos sentimos en el cielo mirando pasar a los bailarines. Entre ellos pude enfocar a uno que me fascinó. Se trataba de un extraño personaje que parecía un altar viviente. Una especie de faldón de cuero muy estirado con forma de campana apretando su cintura, de donde partía hacia arriba un armazón con dos o tres pisos de adornos. Ese aparato lo obligaba a moverse pausadamente con movimiento sacerdotal, de rito, a un son solemne. Su nombre correspondía a lo que representaba. Se trataba de un Altar tusuq. A lo lejos su tocado y todo su traje relucía como si fuera de oro. Escuché alguna vez un comentario sobre él usando un nombre mágico: Q’arataka. 

El recuerdo de mi primer Inti Raymi ha estado siempre unido a este bailarín que admiré y que luego se perdió dejándome una huella inolvidable. Este domingo lo volví a hallar con el mismo donaire en la cerámica de Abdon Ccahuantico Kusi. Su presencia me llenó de alegría, pues volvía del ayer. El artista de “Manos  Peruanas“, una feria de arte popular organizada por el Ministerio de Industria y Turismo en la explanada de Larcomar, lo encontró en una revista. Le sonreí como en un sueño. El Altar tusuq majestuoso, precediendo a la comitiva del Inka, con una multitud aplaudiéndolo, llegando quizá de qué pueblo en homenaje al Único Señor del Tawantisuyu. En la epidermis vidriada que le ha dado el artista está con su brillo congelado, para un mañana de siglos. Puede que sea Inka o que venga de los siglos XVII o XVIII. Si alguien me puede alcanzar algunos datos me sentiré muy feliz. En ese Inti Raymi de mis mejores días me quedé con las ganas de develar su misterio.   


AGÜITA BUENA

En los siglos prehispánicos el agua bajaba retozona desde los altos picos andinos.  En los inviernos copiaba rostros sonrientes en sus espejos. En los mates donde la recogían para beber sabía a cielo azul, a wayllares verdes, a sombra de árboles amigos. Los camarones jugaban a las escondidas en los charcos que se fomaban a sus costados. Los peces eran equilibristas que saltaban de un lado a otro o bajaban por resbaladeros de piedra en piedra. 

Los habitantes de Lima antigua llamaban a su río Mamaq Mayu por la gran cantidad de carrizos o ‘mama’ que crecían en sus orillas como si fueran las barbas de un abuelo complaciente. En los veranos el río era todo risas, una revolución ciudadana en su cauce. Las lluvias le hacían crecer  llenando sus riberas. Nunca fue un río hablador y no se sabe cuando los españoles lo nombraron equivocadamente rimaq, “el que habla”. Quizá la fama de Pachakamaq, el santuario de los oráculos, donde los sacerdotes hablaban con las fuerzas de la naturaleza y el cosmos, influyó en el cambio de su patronímico.

No lo entendieron bien y el Mamaqmayu pasó a llamarse río Rímac despoblándose de caritas risueñas, peces y camarones; dejando atrás su pasado de linfas cristalinas, su origen en la paqarina blanca de los Andes, su orgullo de capturar en sus cristales las imágenes del sol, la luna y las estrellas.
Imposible devolverle sus viejas dulzuras. El antiguo Mamaq mayu surte a la capital como antes, pero enturbiado por los residuos contaminantes y los desagues. Lo único que queda para beber puede devolverle sus sueños con una receta peregrina y simpática, después de su paso por la Atarjea.

Receta:
Para que el agua pierda un poco el cloro que la satura: Poner agua potable del Rímac en un vaso de cristal. Agregarle una pizca de bicarbonato con una sonrisa y el jugo de medio limón,  mejor si es jugo de tumbo para darle su aroma. Media cucharita de azúcar o nada. Tomar de inmediato. Realizar esto 3 veces al día + 4 veces al día sin agregar el bicarbonato (solo medio limón o tumbo) Así mantienes el cuerpo alcalino al 100%.

Por si acaso la receta no es mía.

Alfonsina Barrionuevo

No hay comentarios.:

Publicar un comentario