KURANBA
Las auroras siguen pasando sus finas
manos de aire sobre la piedra tallada con primor. En los mediodías el sol
siembra sus semillas de oro. Al crepúsculo el arco iris hace flamear sus
banderas de colores. Los Inkas se alejaron un día por el camino del tiempo pero
quedó el ushnu grandioso como huella de su presencia.
Lugares como Kuranba indican un
quehacer en la minería del oro, la plata, el cobre y otras aleaciones con una
infraestructura de más o menos 500 hornos con fines religiosos y suntuarios
para los señores del Tawantinsuyu.
Fernando Moscoso admiró el altar
pétreo en un espacio sagrado. El incansable periodista de Yxtrata Cooper
Tintaya descubrió el lugar en uno de sus recorridos. La minería es su mundo y
su pasión. Así encontró Kuranba, en la comunidad de Kallaspuqyu, distrito de
Huancarama, provincia de Andahuaylas, Apurímac.
Hemos quedado en visitar alguna vez
esos centros donde hace miles de años los antepasados prehistóricos extraían
minerales no metálicos como cuarzo, riolita, toba, cuarcita y calcedonia entre
otros para fabricar puntas de lanza destinada a la caza y la pesca. En una
época temprana la minería no era ni el atisbo de un sueño. Se dio cuando
aprendieron a manejar la flor de fuego unos 6,000 años después.
Los Chankas, que según la leyenda
salieron de la laguna de Choklloqocha con Wankas y Wankawillkas, queriendo
conquistar a los Inkas destruyeron los asentamientos de la cultura local de
Kuranba sin entender su avance en tecnología metalúrgica y avanzaron por uno y
otro lado en desatados huracanes de muerte. Ellos jamás renunciaron a su
salvaje libertad y cuando fueron sojuzgados prefirieron desaparecer atravesando
el territorio hasta sus ignotas cabeceras.
Moscoso, experto investigador de
rastros mineros, encontró una tradición importante en Kuranba, donde quedan
todavía cantidad de escorias y otros residuos de metal. Descubrió también que
usaron cuernos de animales para extraer los minerales, quimbaletes para la
molienda y wayras, hornos que atizaba el viento con la fuerza de sus pulmones
para la fundición.
Los Inkas que tomaron el lugar,
indica, lo implementaron con una serie de construcciones. En los alrededores se
ubican más de 69 recintos, con calles y escalinatas, además de una fachada
principal hacia la plaza central. En la panpa* adyacente quedan restos de un
conjunto de habitaciones construidas posiblemente para los trabajadores con
piedra caliza.
Una densa vegetación cubre parte del
grupo arqueológico que ha sido depredado por pobladores actuales que han usado
sus piedras para sus viviendas. La escasa enseñanza de nuestra historia, tan
rica y vasta, minimiza la urgencia de resguardar estas obras del pasado que son
una atracción turística. La sola vista del ushnu es impresionante.
Los Inkas usaron mucho oro en sus
templos y mansiones sin que se conozca hasta dónde llegaron en sus técnicas,
pues, los españoles se llevaron cuanto encontraron y el resto fue ocultado por
los cusqueños. Lo más notorio es el empleo de la piedra como principal material
y en eso sus talladores y arquitectos fueron eximios maestros. Su esfuerzo por
articular las regiones no les dio tiempo para dedicarse a la orfebrería como
los moche, cuyos orfebres dominaron el arte de fundir el oro y la plata,
martillar, laminar, recortar, calar, embutir, repujar, cincelar, engastar y hasta
soldar las piezas entre otras exquisiteces. Cuando quisieron adornar sus
espacios sagrados se llevaron a orfebres norteños para ese trabajo, aunque fue
en sus últimas décadas.
Sin embargo, lugares como Kuranba,
indican un quehacer de la minería dedicada a los metales -oro, plata, cobre y
otras aleaciones- con una infraestructura de más o menos 500 hornos con fines
religiosos y suntuarios de los señores del Tawantinsuyu.
Los hornos metalúrgicos, explica
Fernando Moscoso, tienen una ubicación extraordinaria orientados hacia las
fuertes corrientes de vientos procedentes de los valles interandinos. Su vista
en las noches debió ser magnífica por el fuego al rojo vivo derritiendo el
contenido de los crisoles. Los mineros disponían de un buen abastecimiento de
leña en los bosques cercanos donde abunda mucho la chillka, apreciada por su
alto contenido de resina, elemento indispensable para atizar los hornos. Agrega
que los terrenos de las comunidades de Panpamarka e Iskawaka fueron yacimientos
mineros donde había vetas de oro, plata, zinc y cobre. Años más tarde, en 1560,
durante el mandato del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, se descubrieron minas
de azogue en Huancavelica, que pertenecía por entonces a lo que hoy es
Apurímac. El interés de los españoles dio lugar a que se establecieran en
Andahuaylas seis Corregimientos y en Abancay un Corregimiento con
veintitrés Repartimientos a fin de
proveer mitayos a los explotadores del mercurio. El resto es historia virreinal
y los fines completamente diferentes. Una nueva etapa que fue trágica en la
minería peruana.
*Panpa. Palabra qechwa.
Alfonsina Barrionuevo
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