domingo, 4 de junio de 2017


LA LIBERTAD EN SUS PUPILAS 
En torno a la obra de José Avarez Blas

En sus carnes el sol prendía sus fuegos, el viento desataba sus huracanes y el frío clavaba sus cuchillas heladas. José Alvarez Blas les hizo frente y soportó los retos, las agresiones y los malhumores de la naturaleza para capturar su salvaje o su plácida belleza en torno a los santocristos, las santas señoras o las gentes de las tierras liberteñas. 

Antes lo hizo con sus pinceles. Hasta que sacó cuentas y advirtió que había tanto por registrar que el tiempo se haría polvo en sus lienzos y dejaría huérfanos a los pueblos de extrañas y preciosas expresiones. Más rápida resultaba la cámara fotográfica para su sed de conservarlas. Así inició un salvataje de procesiones, danzas y costumbres que van cambiando a un ritmo vertiginoso. 
Cachicadán fue su paqarina, donde abrió los ojos deslumbrado por sus colores. El Hirka o espíritu protector del cerro La Botica y la Pachamama de las aguas termales que brotan en sus faldas, fueron sus padrinos. Su mensaje estuvo latente, como una luz prendida en sus células más profundas, mientras sus manos, maestras en el bisturí, restauraban en muchos corazones canales de riego obstruídos para que la vida siguiera fluyendo.

Lima con su fascinación "tremens" no pudo apagar la llama sagrada que ardía en su espíritu. El compromiso que recibió al nacer. Entre la ciencia y el arte la primera quedó atrás. No sé cómo pasó pero la pintura floreció de pronto en sus telas revelando su temperamento de artista. Sus viajes se multiplicaron para recoger imágenes rurales a plenitud, donde fue captando el alma y el lenguaje de los pueblos de adentro, de sentimientos abiertos, cálidos, apacibles o tumultuosos.

Espectador apasionado de las fiestas encontró en la fotografía otra vía para capturar al vuelo una sonrisa, un gesto, un giro, una sombra, un destello, verdes luminosos cerro arriba o cielos incendiados. El cirujano guardó sus bisturíes y el pintor, el atril y los pinceles.

En la nueva misión que abordó con entusiasmo José Alvarez Blas está el polvo de todos los caminos, emprendidos con entusiasmo. Soy testigo porque estuve con él y su esposa Betty en la fiesta del Patrón de Santiago de Chuco y en los preparativos de su mayordomía para San Martín de Porres en Cachicadán. Tras el lente de la cámara, entre la gente, trepado de un poste o de una ventana, sus ojos no cesaban de buscar un objetivo antes de que el sol recogiera sus redes o la noche se volviera día con sus potentes lámparas.

Foto: José Alvarez Blas.
La Libertad, con su libro "Dioses y Hombres de la Libertad", recibió un hermoso homenaje de su hijo, ilustre por muchas razones. Sobre todo porque en miles de fotografías, tomadas con la mejor cámara del mundo y otras de gran calidad con técnicas del nuevo siglo, quedan para el futuro tradiciones, íconos religiosos de leyenda, danzas prehispánicas y posteriores, así como paisajes de ensueño, producto de horas de espera hasta el momento preciso cuando el astro rey rueda sobre las aguas frente a la caleta de Huanchaco o la luna tiende sus redes plateadas sobre una aldea dormida.

Con una distancia de siglos, Alvarez Blas ha culminado una tarea semejante a la del obispo Baltazar Jaime Martínez Compañón y Bujanda, quien preservó para la posteridad además de actividades cotidianas de los descendientes de chimus y mochikas, sus fiestas así como aves propias de la región.

Las fotografías en colores del cirujano fotógrafo son también un testimonio de incalculable valor. Verlas arranca palabras de admiración y hace vibrar de orgullo a quienes gozan de este patrimonio salvado. No es un libro turístico, aunque lo es por las fiestas que abarca, es sobre todo una exhibición de arte. La obra de un esteta que la entrega para remover fibras íntimas.


Ya los antropólogos apreciarán otros valores, el cordón umbilical con el antiguo Perú, vivo en el sincretismo y en otros aspectos; los geólogos y geógrafos un encuentro inacabable con la tierra en su paleta inacabable; nosotros, la alegría de ver los pueblos renacidos a través de una pupila poética que irradia amor. Ese amor que mueve al mundo.

Alfonsina Barrionuevo

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