domingo, 2 de abril de 2017

LLANTO DE LA TIERRA

Los astronautas que ven la tierra desde el cosmos tiemblan de alegrìa porque reconocen que es su hogar. Los millones que están abajo piensan en ella de mil maneras. Es el lugar donde nacen, crecen, trabajan, sueñan, aman, gozan, luchan, mueren, y así en una ronda de años infinitos que pasan como luces fugaces. Muy pocos advierten en el camino que la tierra es un ser vivo que reclama cuidado y cariño. "La tierra está viva", decía el padre Jorge Lira, un sacerdote iluminado que llegó a esta conclusión por estar entrañablemente unido a la gente del Ande.

"La Madre Tierra está viva y sufre". En las últimas décadas los ecologistas, sin conocer su padecer íntimo, tratan de salvar las reservas naturales que quedan. La tierra no sólo se siente herida cuando es  agredida, sino que agoniza en muchas partes. Sus hijos, ensimismados en realizar las más increíbles conquistas tecnológicas, olvidan que está ahí, testigo penoso de sucesivas depredaciones. En el Perú la conocemos como Pachamama, madre tierra, y aunque el término ha llegado a los los medios de comunicación, así como el de Apus o cerros, se ignora su alerta angustioso.

Se sabe que es productora universal de alimentos y sin embargo, ingratamente, se recorta su espacio, se le contamina y se le asfixia. La madre tierra está tan viva que acusa los golpes, el peso del cemento como una loza mortuoria, la suciedad como una ofensa, la expansión de las ciudades como un atropello. Los escasos nexos humanos que tiene la escuchan pedir por las Pachamamas de Europa, por ejemplo, debilitadas por los maltratos y las mutilaciones que la menguan.

El observador de milenios que llegó a comunicarse con ella en nuestro territorio apreciaba su alegría cuando daba a luz un par de hojitas, una flor, un fruto. Reconocía las notas musicales del agua en coros desde los nevados hasta el mar o la selva, la danza gentil de la brisa para distraerla, el soplo del viento convertido en cartero de semillas, las enredaderas de arcoiris para adornar su melena.

Toda la naturaleza que vibra en el Perú por excelencia, debido a sus diversos pisos ecológicos, se agobia ante la destrucción. La selva gritaría si tuviera voz porque posee el ecosistema más frágil del globo terráqueo. Sólo apenas unos metros de tierra y debajo grandes depósitos de cuarzo. Si en el futuro quedan en descubierto el sol multiplicará su calor como un espejo y cuanto haya de vida en su contorno se quemará.

Las numerosas naciones nativas que aprendieron a vivir en ella cuidando celosamente ese sistema, movilizándose de un lado a otro para evitar la purma donde ya nada crece, dominan el secreto de mantenerla con vida. Para ellos no son tan significativos los títulos de propiedad de una tierra que es suya y donde se mueven libremente sin la atadura de una casa de cemento. La mayor ayuda sería intrusionar lo menos posible en su pulmón verde. Hay otras maneras de ayudarles, pero la mejor sería cuidando su hábitat. La acción de las aserradoras que talan preciosos árboles debía controlarse. El espíritu de la ley es ejemplar, por árbol cortado se debe sembrar otro, pero no se cumple.

Resultado de imagen para bosques en cuscoLa Pachamama está viva y también la Mamaqocha, el mar. Así mismo nunca están más cerca de verse ante peligros irremediables. Un derrame de petróleo crudo en cualquier parte del planeta significa una hecatombe para millones de criaturas, que también son sus hijos. Hay muchas alternativas para las grandes obras de los gobiernos. Nadie debe exponer a la bahía de Parakas a daños irreparables, ya se ha atentado bastante contra ella. Se han ido para siempre las enormes tortugas marinas, también el pinguino o pájaro niño y las traviesas nutrias dejando una ausencia que duele.


La naturaleza está dejando sentir su protesta en todas partes. Los cambios de clima son un índice de su espanto. Hay que temer su reacción. Cuando castiga no se detiene a pensar en los inocentes. Las olas de calor y las olas de frío aumentan como los ciclones o el deslizamiento de los cerros, como lo dicen las leyendas y lo anuncian los científicos. Un poco de amor por la tierra y ella volverá a florecer con ternuras de madre.

Alfonsina Barrionuevo

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