UNA
PAVA QUE QUIERE VIVIR
Un día de esos me llegó la
noticia de que habían encontrado una pava en la quebrada del Frejolillo, en Piura.
Una criatura que se pensaba extinta desde hace más de un siglo. Me emocionó que
se hubiera escapado del ojo implacable de los cazadores. Ella tenía que ser
hermosa, una belleza entre la avifauna norteña. “Esbelta, de ojos con un charco
de luz donde se perdía la mañana, cuello alto, garboso, de gargantilla roja, patas
largas, rosadas o anaranjadas, prestancia en el andar, sin prisas, linaje
impreso en alas que se abrían en abanico al volar.”
Bueno, nada de eso. Se
trataba simplemente de una ave timidona, sin aires de reina, cuya única gracia
era hacer su nido y vivir en las ramas de los árboles como si fuera un
pajarito. Felizmente sobrevivió y cuidada de lejos siguió viviendo en paz en su
reducto norteño. Sin embargo, hace nos días llego una terrible noticia. Un
incendio devastador arrasó con la vida de los animales de los bosques donde se
le creía segura. La gente de los caseríos cercanos y pueblos, guardaparques y
bomberos que fueron desde Cusco, lucharon más de una semana para dominar el
fuego. El desastre fue inmenso y no se sabe que pasó con la pava y el oso de
anteojos entre otros. Ojalá hayan escapado de las llamas voraces que han abrasado
numerosas hectáreas. Vuelvo a poner datos de ella para que la conozcan de
cerca.
“Si logra remontar el tiempo –escribí hace
algunos años, -será dueña y señora de la quebrada del Frejolillo, su último
refugio cerca de Olmos, entre Piura y Lambayeque. La pava aliblanca (Penelope albipennis) se reproduce una
sola vez al año y pone únicamente dos huevos. Si se la sigue protegiendo podrá
aumentar su población, hasta que se considere a salvo.
Hace más de cien años su
vuelo pareció haberse apagado en el ramaje seco de los bosques arenosos del
norte. El hallazgo de un ejemplar fue una apuesta a la esperanza, que mereció
una disposición intentando que se recupere.
La crácida ha luchado mucho
contra la adversidad. Por un lado, la reducción de su mundo. La tala
indiscriminada del bosque seco había recortado su hábitat haciéndola retroceder,
al engullir con voracidad algarrobos (Prosopis
pallida), palosantos (Burse huasango),
frejolillos o huayrulos (Eritrina
smithiana), almendros (Grave olens)
y hualtacos (Loxop terygium); a la
vez que era presa de temibles depredadores. Su migración, en busca de nuevas tierras, no favoreció su existencia.
En 1876 Jean Stolzmann vio
un ejemplar desorientado en la isla Condesa de los manglares de Santa Lucía, en
el delta del río Tumbes. Un año después, en 1877, el famoso naturalista polaco
Ladislao Taczinowski avistó otro y lo clasificó, dándole su apellido. Se creyó
que la especie estaba casi extinta porque no se pudo ubicar otros. Por
coincidencia, igual suerte corrió en Piura un “baile de la pava”, en el que las
parejas imitaban su encendido cortejo. Simplemente se dejó de ejecutar en el
siglo pasado.
Sin embargo, la estudiosa
Maria Koepcke sospechó que podía haberse internado en otros bosques secos,
donde se creyó más segura. Ella convenció al conservacionista Gustavo Del Solar
Rojas para que la buscara. Así lo hizo, y en 1977 Sebastián Chinchay le reveló
que había algunas en la quebrada de San Isidro en Olmos, Lambayeque. Allí
encontró, con el ornitólogo John O’Neill, algunos ejemplares. Su hallazgo fue
base para obtener la Ley Nº. 280499. que protege su vida en libertad.
Para un ave que subsistió
aterrada, perseguida por los cazadores o expuesta a enemigos naturales, fue un
respiro hallar abrigo en 34,412 hectáreas de fronda que le cedió en Chaparrí la
comunidad moche de Santa Catalina de Chongoyape.
A la par Gustavo Del Solar
le dio asistencia, creando en su fundo el Zoocriadero “Bárbara d’Achille”. Sus
esfuerzos fueron recompensados cuando nacieron las primeras pavitas en
cautiverio. En el 2006 varias parejas fueron introducidas —por primera vez— en
su ambiente, debidamente monitoreadas para comprobar su adaptación.
En ese interín, una pequeña
pero significativa cantidad de estas princesas de plumaje verde tornasolado,
con la característica franja blanca en los extremos de sus alas, fue
descubierta en la quebrada del Frejolillo, donde había permanecido casi en secreto.
El lugar está dentro del territorio del caserío Limón, sector El Platanal,
exhacienda San Martín de Congoña, distrito de Huarmaca, provincia de
Huancabamba, Piura.
El bosque prodigioso toca
con un extremo la provincia de Lambayeque, por Olmos. La vía es muy usada por
los “bird watchers” u observadores de aves y los investigadores que la conocen.
Ultimamente anduvo por allí
el periodista Enrique Angulo Pratolongo, gran conocedor de la vida silvestre,
quien me relató la azarosa historia de esta ave, conocida como la pava del
pasallo (Eriotheca ruizi), por el
árbol, cuyas flores son su postre favorito. Por correo me envió, para nuestros
lectores, fotografías que tomó Michell León.
Según dijo es “una gloria internarse en un verdadero paraíso
interandino, entre 150 y 2,000 m.s.n.m., donde tienen sus pisos una diversidad
de animales, pájaros e insectos.”
La quebrada del Frejolillo,
bosque seco de colina, “espinoso, premontano y tropical”, tiene la amplitud que
le confieren sus 1,300 hectáreas, de verdes exultantes entre enero y abril, y
de oro pajizo entre junio y setiembre. La pava aliblanca prefiere mantenerse
lejos de los sajinos (Pecari tajacu) las boas, en especial la macanche (Boa constrictor ortonii), los
gatos monteses (Oncafelis colocolo), las ardillas nuca blanca (Sciuris stramineus) y
el puma (Puma concolor).
En cambio es amistosa vecina
de viskachas (Lagidium peruanum) y venados grises (Odocoileus virginianus), a la par de una avifauna esplendorosa,
cuyos cánticos y estridencias no la molestan.
Los especialistas han
reconocido estas especies en peligro de extinción: el colibrí Estrellita Chica (Acestrura bombus), el rascahojas de capucha rufa (Hylocryptus erytrocephalus), el mosquerito pechigris (lathrotricus), el jilguero azafranado (Carduelis slemiradzkii), el loro cabeza roja (Aratinga erythrogenys), el carpintero de Guayaquil (Ccampephilus gayaquilensis) y el tirano
de Tumbes (Tumbezia salvini).
El ingeniero forestal Fernando
Angulo, quien dirigió el Zoocriadero de Olmos y trabajó en el Centro de Ornitología y Biodiversidad (CORBIDI) sucesivamente,
menciona otras aves típicas, endémicas y amenazadas, como el elegante
pecho-de-luna (Melanopareia elegans), el carpintero ecuatoriano (Picumnuselegante
Psclateri), el trogón ecuatoriano (Trogon mesurus), el chotacabras
de matorral (Nyctidromus anthonyi) y el zorzal de dorso gris (Turdus
reevei). También se puede apreciar a la paloma de vientre ocráceo (Leptotila
ochraceiventris), a la lechucita de frente anteada (Aegolius harrisii) y
al copetón de corona tiznada (Myiarchus phaeocephalus). Asímismo,
especies raras como el águila solitaria (Buteogallus solitarius)
y el gallinazo rey (Sarcoramphus papa)”.
El turismo parece interesar a las comunidades
de su entorno, que están dispuestas a ofrecer hospedaje, comida tradicional y
avistaderos. Actualmente es muy buscado el guía Lino Rico Parra, quien podría
ser el maestro de futuros guardaparques. La pava aliblanca será su principal
atracción, junto con todas las criaturas silvestres que constituyen un
zoológico al aire libre, a disposición de los amantes de la naturaleza y la
vida silvestre.
“Muchos visitantes suelen ir de noche”,
agrega Enrique Angulo, alumbrándose con la luz que arrojan sus celulares”. Una
fascinante experiencia.”
Alfonsina Barrionuevo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario