domingo, 18 de septiembre de 2016


SAN SEBASTIAN EN LLAMAS

En la madrugada del viernes que acaba de pasar el fuego iluminó San Sebastián, una ciudad emblemática por haber sido refugio de los descendientes de la nobleza inka. El inusitado resplandor fue rápidamente advertido y la población se movilizó a la plaza tratando de hacer algo. Las llamas se desbordaban por una de las torres de su iglesia izando un tenebroso pendón. Los bomberos que acudieron de Cusco, a cinco kilómetros escasos se sintieron frustrados y convertidos en desesperados espectadores. No pudieron arrostrar las llamas, como siempre lo hacen, porque el suministro de agua se corta a las seis de la tarde y se restablece a las doce horas. Sin agua es imposible combatir un incendio y menos en una iglesia con altares de madera y repleta de cuadros. La enorme puerta de acceso estaba cerrada pero en algún momento los vecinos lograron ingresar a sus naves y con riesgo de sus vidas salvar varias imágenes. Con las mejillas bañadas en llanto se refirieron con frases entrecortadas a la desgracia que les ha tocado vivir y que ha conmovido al país. “¡Se atenta contra nuestra fe! “¡Se ha destruído nuestro legado!” “Hemos perdido una joya!”

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En el amanecer trágico siete series de pinturas de la obra de Diego Quispe Tito, célebre representante de la Escuela Cusqueña de Pintura, se han quemado junto a bellísimas esculturas de Melchor Wamán Wayta y Juan Tomás Tuyru Tupa Inka, afamados en el arte de la imaginería cuyas obras alcanzaron vuelo y prestigio en el virreinato. Aún no se sabe qué pasó. La idea de un corto circuito quizá pueda verificarse, la posibilidad de una vela que no se apagó es menos aceptada por la hora, una de la mañana, y porque tendría que haber sido una de esas ceras de kilos que demoran mucho tiempo en apagarse. Todo entra en el terreno de las conjeturas.
 Ana María Gálvez, Directora del Museo Histórico “Casa del Inca Garcilaso”, ya estuvo con miembros del equipo de restauración de la Dirección Regional de Cultura con quienes trabajó esforzadamente en la última restauración de altares, pinturas e imágenes. En el 2013 la iglesia fue abierta y se vio nuevamente en todo su esplendor para otros cuatro siglos que se han cortado abruptamente. Muy pronto tendrán que volver para comprobar qué se puede rehacer en lo poco que ha quedado, más o menos un veinte por ciento en mal estado. A cuarentiocho horas del desastre no hay todavía noticias del Arzobispado acerca del siniestro.
El Cusco,  con ingresos millonarios por el turismo, afronta una increíble cantidad de despropósitos desde hace tiempo: muros inkas ultrajados continuamente con pintas, ácidos o desmontados como el del k’iqllu de Loreto sin que nadie dijera nada;  iglesias y capillas saqueadas, un hotel que inicia extrañamente su construcción a escasas cuadras de la Plaza Mayor de Cusco cuando está prohibido y en este caso un incendio que provoca la pérdida irreparable de un valioso patrimonio cultural para el Perú. Las preguntas de los interesados por obras que dan alto crédito a los peruanos en los círculos internacionales del arte están en el aire. Los más suspicaces creen que se trató tal vez de ocultar un robo. Nada más que agregar, el Cusco tiene unas cuatrocientas iglesias en sus provincias y la de San Sebastián estaba entre las mejores.   


QUISPE TITO INKA

Hace un buen tiempo cuando se colocó en la plaza una escultura de Diego Qespe Titu Yupanki, reconociéndolo como hijo ilustre, pensé que la casa donde vivió, según la tradición, sería dedicada a un fin cultural. Pero, el inmueble de propiedad privada que tiene tres ventanas con arco en el segundo piso y un patio grande, se convirtió en una picantería.
Las obras del gran artista realzaron hasta anteayer la iglesia donde se colocaron en el siglo XVII en diferentes etapas de su vida. Existe un contrato que fue firmado por los kurakas José Chalco Yupanki, del ayllu de Aukaylli,  y Juan Teqse Tupa, el 16 de febrero de 1679 para la confección de uno de sus cuadros más importantes, el “asaetamiento” de San Sebastián que hacía par con el de su muerte colocados a ambos lados del altar mayor y ahora en cenizas. No se sabe de otros contratos pero los estudiosos José de Meza y Teresa Gisbert detallan en en 1982 la existencia de siete series, apareciendo su firma en algunas en una cinta rematada por un pajarito, sólo su nombre o hecha con yesca en la parte posterior. La 1° sobre la predicación de San Juan Bautista,  la 2º sobre el martirio de San Sebastián, la 3º dedicada a la Pasión de Cristo, la  4º a los doctores de la iglesia, la 5º a la infancia de Jesús, la 6º a varios santos o personajes notables como el obispo mecenas Manuel de Mollinedo y Angulo, y la 7° a paisajes con aves y florecillas, lejanías brumosas y fuentes.
Qespe Titu Inka nació en San Sebastián alrededor de 1621, un reducto de ayllus principales o panakas inkas, y se encuentra su firma en 1663 en pinturas que estuvieron listas en esa fecha. Se presume que los marcos del martirio y muerte de  San Sebastián y otras fueron de mano de Marcos Qespe y  Juan Kusiwallpa porque los  contrató el cura Licenciado Juan de Honor y Bustamante para pinturas de  cinco varas y cuarta y por cinco varas y tercia. 

TUYRU TUPA INKA

Figura descollante como imaginero, tallador, dorador, retablista,  ensamblador y arquitecto Juan Tomás Tuyru Tupa inka se encargó de dorar el retablo mayor hoy desaparecido. Trabajó en el que usó con sus oficiales miles de hojitas de pan de oro o qori libro. El escultor de la hermosa efigie de la Virgen de la Almudena  concertó el trabajo con el obispo Mollinedo y Angulo en  las postrimerías de su gobierno pastoral.  
No se conoce la suerte que ha corrido el anda de madera del Patrón San Sebastián. Preciosamente tallada y recubierta con pan de oro arrancaba comentarios de admiración en la procesión del Corpus,  instaurada en 1572 por el virrey Francisco Toledo para erradicar a las wakas de Qosqo.  Sus caríatides en las esquinas evocaban a doncellas de la amazonía. Si se ha salvado por estar en la sacristía esperará en la iglesia una efigie que reemplace la original devorada por el fuego o desfilará sola llevada por los fieles el próximo año.

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Teófilo Benavente, educador, historiador, pintor, fundador de la Escuela Superior Autónoma de Bellas Artes “Diego Quispe Tito” y Director de los Museos Inca Garcilaso y del Almirante en el siglo pasado dejó un estudio sobre la imaginería cusqueña en la cual reseñó la obra escultórica de Melchor Waman Mayta Inka, posible autor de la imagen destruida de San Sebastián que recorría en hombros de sus mayordomos y devotos los cinco kilómetros que median entre su ciudad y el Qosqo. Se cree que la imagen puede ser española y que habría sido enviada por el rey en el mismo galeón donde viajó la Virgen de Belén. No hay documento que acredite su real origen. Si han quedado restos se investigará de dónde procede.
Melchor Waman Mayta, dice Benavente, era calificado como escultor de las expresiones en vista del realismo que ofrecían las cabezas de sus imágenes. La belleza que tenían era lograda a través del encarne o carnación que les da un acabado perfecto.
En el archivo cusqueño debe haber mayores datos sobre los artistas que dieron pompa con su inspiración a la iglesia dañada severamente. Las investigaciones de los analistas y observadores se han dirigido mayormente a los pintores y talladores de la península. Se ha tratado siempre de desmerecer a los nuestros que son nombrados como indígenas ante los blancos que vinieron a nuestras tierras.  Será necesario que en la actualidad se reconozca su linaje como corresponde a los que llegaron a firmar o son anónimos. En el Perú cuantos trabajaron en las artes y las ciencias, en  la época prehispánica hay que tratarlos con respeto. Los valores culturales de su sangre son de milenios.

 Alfonsina Barrionuevo

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