SAN SEBASTIAN EN LLAMAS
En la madrugada del viernes que acaba de
pasar el fuego iluminó San Sebastián, una ciudad emblemática por haber sido
refugio de los descendientes de la nobleza inka. El inusitado resplandor fue rápidamente
advertido y la población se movilizó a la plaza tratando de hacer algo. Las llamas
se desbordaban por una de las torres de su iglesia izando un tenebroso pendón.
Los bomberos que acudieron de Cusco, a cinco kilómetros escasos se sintieron
frustrados y convertidos en desesperados espectadores. No pudieron arrostrar
las llamas, como siempre lo hacen, porque el suministro de agua se corta a las
seis de la tarde y se restablece a las doce horas. Sin agua es imposible
combatir un incendio y menos en una iglesia con altares de madera y repleta de
cuadros. La enorme puerta de acceso estaba cerrada pero en algún momento los vecinos
lograron ingresar a sus naves y con riesgo de sus vidas salvar varias imágenes.
Con las mejillas bañadas en llanto se refirieron con frases entrecortadas a la
desgracia que les ha tocado vivir y que ha conmovido al país. “¡Se atenta
contra nuestra fe! “¡Se ha destruído nuestro legado!” “Hemos perdido una joya!”
En el amanecer trágico siete series de
pinturas de la obra de Diego Quispe Tito, célebre representante de la Escuela Cusqueña
de Pintura, se han quemado junto a bellísimas esculturas de Melchor Wamán Wayta
y Juan Tomás Tuyru Tupa Inka, afamados en el arte de la imaginería cuyas obras alcanzaron
vuelo y prestigio en el virreinato. Aún no se sabe qué pasó. La idea de un
corto circuito quizá pueda verificarse, la posibilidad de una vela que no se
apagó es menos aceptada por la hora, una de la mañana, y porque tendría que
haber sido una de esas ceras de kilos que demoran mucho tiempo en apagarse.
Todo entra en el terreno de las conjeturas.
Ana
María Gálvez, Directora del Museo Histórico “Casa del Inca Garcilaso”, ya estuvo
con miembros del equipo de restauración de la Dirección Regional de Cultura con
quienes trabajó esforzadamente en la última restauración de altares, pinturas e
imágenes. En el 2013 la iglesia fue abierta y se vio nuevamente en todo su
esplendor para otros cuatro siglos que se han cortado abruptamente. Muy pronto
tendrán que volver para comprobar qué se puede rehacer en lo poco que ha
quedado, más o menos un veinte por ciento en mal estado. A cuarentiocho horas
del desastre no hay todavía noticias del
Arzobispado acerca del siniestro.
El Cusco,
con ingresos millonarios por el turismo, afronta una increíble cantidad
de despropósitos desde hace tiempo: muros inkas ultrajados continuamente con
pintas, ácidos o desmontados como el del k’iqllu de Loreto sin que nadie dijera
nada; iglesias y capillas saqueadas, un
hotel que inicia extrañamente su construcción a escasas cuadras de la Plaza Mayor
de Cusco cuando está prohibido y en este caso un incendio que provoca la
pérdida irreparable de un valioso patrimonio cultural para el Perú. Las
preguntas de los interesados por obras
que dan alto crédito a los peruanos en los círculos internacionales del arte están
en el aire. Los más suspicaces creen que se trató tal vez de ocultar un robo. Nada
más que agregar, el Cusco tiene unas cuatrocientas iglesias en sus provincias y
la de San Sebastián estaba entre las mejores.
QUISPE TITO INKA
Hace un buen tiempo cuando se colocó en la
plaza una escultura de Diego Qespe Titu Yupanki, reconociéndolo como hijo
ilustre, pensé que la casa donde vivió, según la tradición, sería dedicada a un
fin cultural. Pero, el inmueble de propiedad privada que tiene tres ventanas
con arco en el segundo piso y un patio grande, se convirtió en una picantería.
Las obras del gran artista realzaron hasta
anteayer la iglesia donde se colocaron en el siglo XVII en diferentes etapas de
su vida. Existe un contrato que fue firmado por los kurakas José Chalco Yupanki,
del ayllu de Aukaylli, y Juan Teqse Tupa,
el 16 de febrero de 1679 para la confección de uno de sus cuadros más
importantes, el “asaetamiento” de San Sebastián que hacía par con el de su muerte
colocados a ambos lados del altar mayor y ahora en cenizas. No se sabe de otros
contratos pero los estudiosos José de Meza y Teresa Gisbert detallan en en 1982
la existencia de siete series, apareciendo su firma en algunas en una cinta
rematada por un pajarito, sólo su nombre o hecha con yesca en la parte
posterior. La 1° sobre la predicación de San Juan Bautista, la 2º sobre el martirio de San Sebastián, la 3º
dedicada a la Pasión de Cristo, la 4º a
los doctores de la iglesia, la 5º a la infancia de Jesús, la 6º a varios santos
o personajes notables como el obispo mecenas Manuel de Mollinedo y Angulo, y la
7° a paisajes con aves y florecillas, lejanías brumosas y fuentes.
Qespe Titu Inka nació en San Sebastián alrededor
de 1621, un reducto de ayllus principales o panakas inkas, y se encuentra su
firma en 1663 en pinturas que estuvieron listas en esa fecha. Se presume que
los marcos del martirio y muerte de San Sebastián
y otras fueron de mano de Marcos Qespe y
Juan Kusiwallpa porque los contrató
el cura Licenciado Juan de Honor y Bustamante para pinturas de cinco varas y cuarta y por cinco varas y tercia.
TUYRU TUPA INKA
Figura descollante como imaginero,
tallador, dorador, retablista, ensamblador
y arquitecto Juan Tomás Tuyru Tupa inka se encargó de dorar el retablo mayor hoy
desaparecido. Trabajó en el que usó con sus oficiales miles de hojitas de pan
de oro o qori libro. El escultor de la hermosa efigie de la Virgen de la Almudena concertó el trabajo con el obispo Mollinedo y
Angulo en las postrimerías de su
gobierno pastoral.
No se conoce la suerte que ha corrido el
anda de madera del Patrón San Sebastián. Preciosamente tallada y recubierta con
pan de oro arrancaba comentarios de admiración en la procesión del Corpus, instaurada en 1572 por el virrey Francisco
Toledo para erradicar a las wakas de Qosqo.
Sus caríatides en las esquinas evocaban a doncellas de la amazonía. Si
se ha salvado por estar en la sacristía esperará en la iglesia una efigie que
reemplace la original devorada por el fuego o desfilará sola llevada por los
fieles el próximo año.
Teófilo Benavente, educador, historiador,
pintor, fundador de la Escuela Superior Autónoma de Bellas Artes “Diego Quispe
Tito” y Director de los Museos Inca Garcilaso y del Almirante en el siglo pasado
dejó un estudio sobre la imaginería cusqueña en la cual reseñó la obra
escultórica de Melchor Waman Mayta Inka, posible autor de la imagen destruida
de San Sebastián que recorría en hombros de sus mayordomos y devotos los cinco
kilómetros que median entre su ciudad y el Qosqo. Se cree que la imagen puede
ser española y que habría sido enviada por el rey en el mismo galeón donde
viajó la Virgen de Belén. No hay documento que acredite su real origen. Si han
quedado restos se investigará de dónde procede.
Melchor Waman Mayta, dice Benavente, era calificado
como escultor de las expresiones en vista del realismo que ofrecían las cabezas
de sus imágenes. La belleza que tenían era lograda a través del encarne o
carnación que les da un acabado perfecto.
En el archivo cusqueño debe haber mayores
datos sobre los artistas que dieron pompa con su inspiración a la iglesia
dañada severamente. Las investigaciones de los analistas y observadores se han
dirigido mayormente a los pintores y talladores de la península. Se ha tratado
siempre de desmerecer a los nuestros que son nombrados como indígenas ante los
blancos que vinieron a nuestras tierras. Será necesario que en la actualidad se
reconozca su linaje como corresponde a los que llegaron a firmar o son anónimos.
En el Perú cuantos trabajaron en las artes y las ciencias, en la época prehispánica hay que tratarlos con respeto.
Los valores culturales de su sangre son de milenios.
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