KIHURA, EL GRANO DE ORO
En una noche mágica, las estrellas se
movieron agitadas de un lado a otro. Tenían que resolver una emergencia llegada
de la tierra. Las más grandes estuvieron de reunión en reunión en el cielo del
Perú o Hanaq pacha, mientras las más pequeñas esperaban inquietas. Hasta que recibieron una orden: ellas
habían sido elegidas para bajar al Kay pacha, el mundo en que vivimos. ¿Cuál
era el propósito? Servirían de alimento a los seres humanos. Una misión
increíble que se daría por única vez.
La gran bóveda brillaba como nunca cuando se
produjo una lluvia de estrellas. En la más alta de las montañas una bella mujer
aguardaba ansiosa. El hijo de uno de los señores más queridos de su comarca
languidecía en su lecho. Había perdido totalmente los deseos de vivir. La hanpiq
o curandera venció muchos peligros para subir a la montaña más alta. Tuta,
madre de la noche, ofreció ayudarla, pero ella debería afrontar un largo viaje
lleno de dificultades, cuando se ocultara el sol, para llegar a su destino.
Al registrarse la lluvia cósmica, la mujer
extendió su manta y las estrellas fueron cayendo, convertidas en leves copos. Una vez que estuvieron todas a la hanpiq le
faltaron alas para volver al punto de partida.
El niño se consumía mientras ella hacía hervir los granos en una manka
u olla de plata con agua y hierbas
olorosas. Apenas el pequeño enfermo probó la sopa o lawa sintió que una extraña
fuerza entraba en su cuerpo y circulaba por sus arterias. Quiso moverse y se sintió ágil, con deseos de
correr, saltar, jugar. La vida volvía a él apenas consumió el alimento astral.
Rebosando de felicidad, su padre ordenó que
los granos fueran sembrados para que toda su gente pudiera participar de ese
alimento energético que fue enviado desde el Hanaq pacha. Así se hizo en todas
las regiones desde 2,500 hasta 4,000 metros de altura. Las mujeres no sólo
aprendieron a usar el grano maravilloso de la kinua o kihura, sino que
inventaron muchas maneras de prepararlo. Ya tostado, cocido en humint’a, disuelto
en lawa, como arroz andino en pesqe o guiso, en dulce, para los niños con la miel del corazón
del maguey y hasta fermentado en chicha; sin mencionar su empleo en casos
medicinales y rituales.
Los españoles quisieron comparar la kinua con
los “bledos” que ellos tenían. Unas plantas de tallos rastreros de la familia
de las quenopodiáceas y con el amaranto (amarantus blitum), especies que nunca podrían llegar a las cumbres.
La kinua y sus hermanas, la kiwicha y la kañiwa, son estrellas modificadas
según la historia mágica, conque fueron agraciados los antiguos peruanos.
En el siglo XVI, cronistas ibéricos como
Pedro de Valdivia mencionaron a la kinua
(Chenopodium quinoa) como “un alimento
muy bueno que tenía la gente de esta tierra”. El Inka Garcilaso escribió, en
sus “Comentarios Reales”, que en lugar de las mieses del Viejo Mundo que se
crían sobre la faz de la tierra, había en el suyo una especie de mijo o arroz
pequeño que se le asemejaba en el grano y color. No pudieron plantarlo en España
porque no fueron bien embalados y se malograron.
Se considera que sus aspectos botánicos
fueron descritos por Wildenow en 1778,
quien la reconoció como nueva especie nativa latinoamericana
Los estudiosos calculan que la kinua tiene
entre 9,000 y 5,000 años de
domesticación, así como la kañiwa (Chipallidi caule) y la kiwicha (Amaranthus caudatus), siendo sumamente
rica en aminoácidos esenciales que se equiparan a la proteína animal, como
carne, huevo, queso, leche: Posee también -no obstante que su tamaño no es nada
ostentoso- oligoelementos y vitaminas en buena cantidad. Ella puede ayudar a
evitar la descalcificación y, por ende,
la osteoporosis.
En el Perú la llamamos kinua en qechwa y a
veces qañawa; en Bolivia la conocen como supha, jopa, jura, qallapi, etc. Ella
no exige condiciones notables para vivir. Puede crecer desde el nivel del mar,
aunque se da con toda su potencia entre 3,800 y 4,200 metros, que es donde se
encuentra con todo su poder. Sus diminutas
flores se autofertilizan y producen de 250 a 500 semillas, que se apiñan en los
largos tallos que son su hogar.
Alta, hermosa, de gran
colorido, la planta llega a medir hasta dos metros, dando varias cosechas.
Siendo prácticamente un arbusto, es fuerte y soporta temperaturas bajas de
menos 4ºC, resistiendo las altas hasta
38ªC.
Especialistas bolivianos afirman tener en su
banco de germoplasma más de 3,000 variedades y
ecotipos que habitan en alturas
básicas desde el nivel del mar, los
valles interandinos, los salares y las yungas. Por mucho tiempo se creyó que la
kinua era sólo blanca; pero en la última década han aparecido en los mercados,
además de una de color perla o crema, un degradeé de amarillas, rojas y negras.
Al Perú le toca ser uno de los centros
originarios del grano de oro que ya tiene fama mundial.
Alfonsina Barrionuevo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario