sábado, 10 de septiembre de 2016

KIHURA, EL GRANO DE ORO

En una noche mágica, las estrellas se movieron agitadas de un lado a otro. Tenían que resolver una emergencia llegada de la tierra. Las más grandes estuvieron de reunión en reunión en el cielo del Perú o Hanaq pacha, mientras las más pequeñas esperaban inquietas.    Hasta que recibieron una orden: ellas habían sido elegidas para bajar al Kay pacha, el mundo en que vivimos. ¿Cuál era el propósito? Servirían de alimento a los seres humanos. Una misión increíble que se daría por única vez.
La gran bóveda brillaba como nunca cuando se produjo una lluvia de estrellas. En la más alta de las montañas una bella mujer aguardaba ansiosa. El hijo de uno de los señores más queridos de su comarca languidecía en su lecho. Había perdido totalmente los deseos de vivir. La hanpiq o curandera venció muchos peligros para subir a la montaña más alta. Tuta, madre de la noche, ofreció ayudarla, pero ella debería afrontar un largo viaje lleno de dificultades, cuando se ocultara el sol, para  llegar a su destino.
Al registrarse la lluvia cósmica, la mujer extendió su manta y las estrellas fueron cayendo, convertidas en leves copos.  Una vez que estuvieron todas a la hanpiq le faltaron alas para volver al punto de partida.  El niño se consumía mientras ella hacía hervir los granos en una manka u  olla de plata con agua y hierbas olorosas. Apenas el pequeño enfermo probó la sopa o lawa sintió que una extraña fuerza entraba en su cuerpo y circulaba por sus arterias.  Quiso moverse y se sintió ágil, con deseos de correr, saltar, jugar. La vida volvía a él apenas consumió el alimento astral.

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Rebosando de felicidad, su padre ordenó que los granos fueran sembrados para que toda su gente pudiera participar de ese alimento energético que fue enviado desde el Hanaq pacha. Así se hizo en todas las regiones desde 2,500 hasta 4,000 metros de altura. Las mujeres no sólo aprendieron a usar el grano maravilloso de la kinua o kihura, sino que inventaron muchas maneras de prepararlo. Ya tostado, cocido en humint’a, disuelto en  lawa, como arroz andino en  pesqe o guiso, en  dulce, para los niños con la miel del corazón del maguey y hasta fermentado en chicha; sin mencionar su empleo en casos medicinales y rituales. 
Los españoles quisieron comparar la kinua con los “bledos” que ellos tenían. Unas plantas de tallos rastreros de la familia de las quenopodiáceas y con  el amaranto (amarantus blitum), especies que nunca podrían llegar a las cumbres. La kinua y sus hermanas, la kiwicha y la kañiwa, son estrellas modificadas según la historia mágica, conque fueron agraciados los antiguos peruanos.
En el siglo XVI, cronistas ibéricos como Pedro de Valdivia  mencionaron a la kinua (Chenopodium quinoa) como “un alimento muy bueno que tenía la gente de esta tierra”. El Inka Garcilaso escribió, en sus “Comentarios Reales”, que en lugar de las mieses del Viejo Mundo que se crían sobre la faz de la tierra, había en el suyo una especie de mijo o arroz pequeño que se le asemejaba en el grano y color. No pudieron plantarlo en España porque no fueron bien embalados y se malograron.
Se considera que sus aspectos botánicos fueron descritos  por Wildenow en 1778, quien la reconoció como nueva especie nativa latinoamericana
Los estudiosos calculan que la kinua tiene entre 9,000 y  5,000 años de domesticación, así como  la kañiwa (Chipallidi caule) y la kiwicha (Amaranthus caudatus), siendo sumamente rica en aminoácidos esenciales que se equiparan a la proteína animal, como carne, huevo, queso, leche: Posee también -no obstante que su tamaño no es nada ostentoso- oligoelementos y vitaminas en buena cantidad. Ella puede ayudar a evitar la descalcificación y, por ende,
la osteoporosis.
En el Perú la llamamos kinua en qechwa y a veces qañawa; en Bolivia la conocen como supha, jopa, jura, qallapi, etc. Ella no exige condiciones notables para vivir. Puede crecer desde el nivel del mar, aunque se da con toda su potencia entre 3,800 y 4,200 metros, que es donde se encuentra  con todo su poder. Sus diminutas flores se autofertilizan y producen de 250 a 500 semillas, que se apiñan en los largos tallos que son su hogar.
Alta, hermosa, de gran colorido, la planta llega a medir hasta dos metros, dando varias cosechas. Siendo prácticamente un arbusto, es fuerte y soporta temperaturas bajas de menos 4ºC,  resistiendo las altas hasta 38ªC.
Especialistas bolivianos afirman tener en su banco de germoplasma más de 3,000 variedades y  ecotipos que habitan  en alturas básicas desde el nivel del mar,  los valles interandinos, los salares y las yungas. Por mucho tiempo se creyó que la kinua era sólo blanca; pero en la última década han aparecido en los mercados, además de una de color perla o crema, un degradeé de amarillas, rojas y negras.
Al Perú le toca ser uno de los centros originarios del grano de oro que ya tiene fama mundial.


Alfonsina Barrionuevo

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