“MAÑANA TRABAJARE…..”
En Huánuco hay un
pajarillo que despierta compasión. Nunca podrá abrigarse con plumas protectoras.
Su cuerpo está cubierto con una pelusa muy delgada que deja entrever sus carnes
de un color rosa marchito. Durante el día el sol lo protege con sus rayos y se
le puede ver brincando en pos de un gusano gordo. Sus alas presentan el mismo
fenómeno y da la impresión de una ridícula desnudez. Al caer la tarde trata de
encontrar un sitio protegido. Ramas y troncos caídos donde se escucha su lastimero
piar. Se trata del pirgush y me pareció que algo debía haberle pasado, pensé que había sido castigado por la Madre Naturaleza. Pregunté qué había
hecho el pobre y me dijeron que así fue castigado por holgazán. Busqué más
datos y me enteré con sorpresa que el pirgush fue un hombre en épocas
lejanísimas. Su problema estaba en que se pasaba la vida remoloneando, viviendo
de lo demás. Fue advertido que algo le podía pasar porque mientras el resto
trabajaba el se había dedicado a la molicie. Tenía siempre una excusa y solía prometer:
“Mañana trabajaré!”. Más ese mañana nunca llegó. Un día, al despertar el haragán
descubrió que se había convertido en un pájaro. No se parecía al resto sino que
estaba k’ala, es decir sin plumas. Lo pasaba más o menos de día. En las noches
cuando lo mordía el frío exclamaba apurado en son de disculpas: “¡Mañana
trabajaré, mañana hilaré, mañana tejeré y mi ponchito me haré.” Parece que nunca
llegará ese día porque sigue ocioso, aunque cabe la esperanza de que logre
cumplir su promesa y pueda volver a ser humano. Todo es posible.
AGUA DE ESTRELLAS
El agua baja desde las alturas de Huaros como una doncella con enaguas de blanco encaje. Da gusto verla cristalina. Los habitantes del pueblo limeño disfrutan de su dulzura. Sólo en lugares así no cabe hablar de contaminación. A cielo abierto, entre cerros de verdes milagroso, el agua deja sentir sus músicas ocultas.
Según dicen los mayores su lugar de origen es una
laguna ubicada en la puna. Los pastores,
que a veces pasan de madrugada cuando hay neblina, cuentan una historia mágica.
De vez en cuando suele pasear por sus
orillas una esbelta mujer, de faldas amplias, envuelta en largo manto. Ellos se
sienten afortunados porque saben
que es la madre del agua y verla
significa que el año será bueno. En su territorio vivieron alguna vez los
llakuases, un pueblo muy antiguo. Un día, cuando se sintieron amenazados por la
presencia de los españoles, se fueron. Su pakarina o lugar de origen puede ser
la laguna, pero también un nevado o el corazón de las puyas que abundan en su
área.
Ellos estuvieron largos años, centurias quizá, en Huaros, provincia de Canta, Lima ciudad no sabe de su historia, leyendas,
tradiciones y costumbres, aunque el pueblo está a menos de tres horas de
camino por una trocha. Para llegar se toma la pista de la
Panamericana Norte y luego el desvío para llegar al pueblo donde las
comunidades saben leer todavía en las estrellas.
Algo ha quedado en la memoria colectiva. Los
llakuases veneraban al agua y cuando se fueron, revelan los abuelos, sus jefes
se convirtieron en monolitos para cuidar los canales. Por eso en Huaros el agua
no falta, es blanca, dulce y cantarina. Sus chorros parecen cristales al saltar del cerro, antes
de repartirse por las principales arterias que corren por las calles.
La gente conoce muy bien el cielo, porque salvo en
tiempo de lluvias, las noches son transparentes y se pueden ver las estrellas.
Las ubican desde niños y se rigen por sus movimientos, su aparición y brillo
para la siembra y la cosecha. En el lugar se ven también las constelaciones que
varían de acuerdo a ciertos meses del año. Entre setiembre y octubre aparece un
río de estrellas en el cielo oscuro. Es la Vía Láctea. Para la limpieza de los canales sus
autoridades que se llaman varallos tienen que encontrar primero agua con
estrellas que brota de puqyus –manantiales- en una sola noche y recogerla en
sus cantarillos.
Huaros ofrece al visitante atractivos históricos y
naturales. A unas horas de caminata, a pie o a caballo, está el templo y
fortaleza preinka de Wishko. Se
encuentra en la cresta de un cerro muy elevado, como un mirador que ofrece una
visión amplia de su panorama. El cansancio se desvanece cuando se vencen las
dificultades para admirar sus ambientes pétreos. Los muros de las construcciones
prehispánicas están bastante conservados y los visitantes suelen perennizar su
presencia con fotografías. En temporada de lluvia el agua que cae sobre las
piedras se congela y estas parecen
cubiertas por una capa de hielo.
Si los visitantes se sienten con fuerzas, a unas
tres horas más o menos a caballo, se llega a la laguna y al nevado de
Aukichani. En épocas sin edad su pico parecía un puñal de nieve incrustado en
el infinito. En los últimos años ha quedado calvo, convertido en un roquedal.
Para conocerle hay que poner a prueba el espíritu porque sus caminos son muy
escabrosos. Si hay suerte se encontrarán con grupos de vikuñas.
Dicen que el Aukichani tiene oro y plata en su
interior. Unos mineros intentaron abrir un túnel y galerías para dedicarse a su
extracción. El nevado advirtió su ambición y, como no le pidieron permiso con
una ofrenda ´-hojas de coca, frutas, cigarrillos, etc.- para trabajar en sus
faldas, los atrapó. A mediodía, según el habla popular, si se guarda un
silencio absoluto se escucha el ruido de los picos al golpear las vetas en su
interior.
Otro camino lleva a un santuario de puya Raimondi.
Algunos ejemplares han sido quemados por los pastores porque en sus largas
hojas espinosas se enredan las ovejas y quedan capturadas, sin que adviertan su
ausencia. Debía cercarse el sitio para que no entren, porque la reserva es muy
interesante.
Hacia el sur, siguiendo como guía la orilla de un
ancho canal que riega los cultivos, se encuentra Hawaho. Según los warakos,
hombres sabios, tiene sacralidad. Hay dos rocas inmensas, separadas por un río,
que muestran los genitales de un hombre y de una mujer, entre el agua que cae a
torrentes. De acuerdo a la tradición si
se les hace una ofrenda, ayudan a los impotentes para que tengan familia. Si se
trata de una pareja el curandero tiene que hacer dos ofrendas, porque son
personales.
En el trayecto a Huaros los paisajes se suceden en
gamas que varían de acuerdo a la altura
que va cambiando. El cielo es una bóveda más azul donde el sol parece un real
de oro muy antiguo. Fui con la cantante andahuaylina Zuly Azurín y nos mostró
sus encantos naturales e históricos la distinguida geógrafa Bertha Balvín.
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