domingo, 17 de abril de 2016

SUEÑOS DE LIBERTAD

En un aniversario más del movimiento libertario de Tupaq Amaru y Micaela Bastidas es necesario que los peruanos conozcan pormenores de los motivos que lo generaron. Creo que es urgente conocerlos y por eso les entregaré un resumen de mi libro: "HABLA MICAELA", en dos o tres fechas. Lo escribí en primera persona, como si fuera ella para que fuera directo, haciendo un extracto del sufrimiento que abatió a los habitantes de nuestro territorio durante tres siglos, desde el arribo de los españoles. Al mismo tiempo será una protesta contra el libro de Charles Walker quien toma con burla la historia de la revolución, las causas, el proceso, y lo que llama el legado. Al ser traducido al español ha sido posible conocer "los chismes" como dice al inventar acciones y reacciones, por personas anónimas, no identificables, con el fin de hacer daño a la memoria de Tupaq Amaru y su esposa Micaela Bastidas, próceres nacionales que debían ser respetados por los extranjeros y peruanos que maltratan hechos históricos respetables. 


HABLA MICAELA

Algún día los enemigos de mi pueblo creerán que en mi corazón el odio hacia ellos fue germinando como una semilla maldita, que a su tiempo echó raíces y dio fru­tos. Pensarán con su manera torcida de ver las cosas, como los tuertos que miran de un solo lado, que sólo el odio me movió para levantar las banderas de la rebelión al lado de José Gabriel. Y nada será tan menos cierto porque en mi pecho, desde que entendí la postración de los míos, comen­zó a doler una herida que cada día se fue haciendo más pro­funda. Y en mi carne se hizo carne el llanto de los niños, el hipar ya sin lágrimas de las mujeres, el clamor de los hom­bres encadenados a la muerte, arrastrándola tras sí, como instrumento al servicio de la ambición de los corregi­dores. Al indio tenían que exprimirle hasta la última gota de su sangre para convertirla en oro, aprisa, como si el tiempo les empujara por detrás, pues las prebendas no les duraban mucho. Hemos vivido hasta ahora acuciados por su locura, urgidos por su sed de hacerse ricos.
Miro hacia atrás y no puedo recordarles de distinta manera. Desde que el gobernar de los kurakas se convirtió en vasallaje ha sido siempre igual. Los campos se han ido secando como el pezón de las madres que se vuelven flácidos de pura miseria. Hay una orfandad en los surcos como si la tierra estuviera amortajada. Hasta los pájaros callan.

Hemos reclamado a los Reyes de España en todos los tonos. Con la voz del amigo respetuoso encargado de ver que nos hagan justicia en las Cortes, con la protesta honorable de los señores de esta tierra, que viajaron por el mar, la gran laguna, hasta su lejano país para informarle del robo y el abuso que venimos sufriendo desde hace tiempo, con la demanda de leyes buenas, en procura de un entendimiento entre él a quien nunca habíamos visto y nosotros, a quienes tampoco conocía, sino a través de su maquinaria, encargada de procurarle pitanza y regalada existencia. Hemos peleado siglo tras siglo en un frente donde sólo caían los nuestros, sin la menor esperanza. Hay mucho que está corrupto y ni si­quiera los kurakas, jefes de hombres, cabezas de pueblos, se han salvado de su nefasta influencia. Las aguas de los puqyus (1) son Iimpidas y transparentes, copian las luces del Hanaq Pacha (2), albergan como un nido la radiosa figura de Mamakilla (3) y el Padre Sol traspasa sus profundidades con sus rayos. Pero el alma de algunos kurakas es sólo el reflejo de los turbios manejos de los corregidores. Ellos son su bra­zo fiel y a través de ese brazo que es largo, aquellos manejan a su antojo vidas y haciendas. ¿Dónde está la dignidad que debía acompañar como una sombra sus actos?. ¿Dónde la majestad de su cargo, si se arrastran serviles como k'umillus?. ¿Dónde el espíritu de justicia, la honradez, la honesti­dad, que caracterizaba su mando? Han aprendido en muy poco tiempo a vivir halagando a los blancos para gozar de privilegios, cerrando los ojos y haciendo los oídos sordos. El precio que tienen que pagar es muy alto, porque es un precio en hombres; pero han perdido la conciencia y ahora son aje­nos a sus comarcas, tanto como los propios encomenderos que nos explotan. Los tributos agobian a mi pueblo hasta la consunción. Millones han muerto. Los que sobreviven es sólo para engordar arcas ajenas. Todos son perros que hincan el diente de acuerdo a su tamaño. Desde el corregi­dor hasta el último cobrador. Aprovechan que cobran en otro idioma para cobrar dos veces. Empapelan a los indios, los engañan y los amedrentan.                             
Continuará.........

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